Hay películas que uno no sabe por qué acaba poniendo.
Quizás es que estaba aburrido en Netflix y no me apetecía pensar mucho o qué,
pero bueno, hay veces que el azar hace de las suyas. Hay que reconocer que la
portada es chula y los nombres no dejan de tener su gracia pero…
… a ver, como resumimos un poco el argumento de este
engendro. Dioses de Egipto relata,
muy a su manera, el mito de Osiris, uno de los más importantes de la mitología
egipcia. No obstante, lo hace en un Egipto muy particular, con Dioses
superpoderosos caminando entre los mortales y pegándose toñas aquí y allá.
En un mejunje que reúne elementos de Caballeros del Zodíaco,
Furia de titanes
y de un God of War algo
desnortado, hay que reconocer que consigue crear la sensación de que cualquier
cosa es posible. CUALQUIER COSA. No sabes por dónde te puede salir o cuál
va a ser la siguiente zaranganada que se
le habrá ocurrido al lisérgico guionista. Si las películas de Uwe Boll pecan de
un desmedido exceso, Dioses de Egipto lo
lleva a un nuevo nivel. No sólo se permite durar 127 minutazos, sino que lo
hace con un presupuesto descomunal y una puesta en escena acorde al músculo
dedicado en el esfuerzo.
Sin embargo, se convierte en una experiencia única, pues
los hechos son tan estúpidos, están contados con tanta torpeza y encajan tan
mal que uno tiene la sensación de que han sido escritos por un niño de 9 años.
Los enormes fallos de continuidad dejan entrever la falta de atención que se ha
prestado en el montaje y la post-producción de la cinta: heridas que aparecen y
desaparecen, dioses que cambian de tamaño según la escena o el ángulo de cámara
y algún personaje muerto que vuelve a aparecer sin razón. A destacar el polvo
en que Gerard Butler y su pareja están echados en la cama. Se ponen al tema
después de unos segundos conversando, para que sus ropajes desaparezcan de una
toma a otra, en un simple intercambio de frases (poder divino y tal).
Uno podría pensar que los grandes nombres que hay detrás
de la película (Butler, Geoffrey Rush….) deberían tener la capacidad de
levantar la película, pero todos parecen haber olvidado todo lo que conocían
sobre el arte de la interpretación. Es obvio pensar que ante semejante
esperpento de guión, el elenco se dedica a soltar sus frases en medio de un
pasotismo absoluto a la espera de que llegue el cheque prometido. Hay veces que
sorprende que sean capaces de tener tan poco sentido del ridículo.
Lo más curioso es que hay mucho dinero invertido en la
película. Se puede ver en los efectos especiales, en los escenarios y la
cantidad de escenas pretendidamente molonas que jalonan la película. Hay buenos
cuartos. Gastados sin ton ni son, a lo
bruto y sin mirar, pero gastados. El director Alex Proyas, que tiene proyectos
decentes en su haber, como Yo, robot o El Cuervo, no se
molesta en mantener una coherencia estética o dar algo de personalidad al
conjunto. Las obvias influencias de mil cositas diferentes dan pie a pensar en
un videojuego que quería ser interactivo y se quedó en película excéntrica.
Pese a todas sus irregularidades, Dioses de Egipto es una película que se toma en serio a sí misma.
Este carnavalesco Transformers de
sandalias y arena va a fondo con todo lo que tiene y se molesta en mostrar la
épica más descarnada que uno pueda imaginar, aunque nada tenga demasiado
sentido.
Uno podría pensar que se trata de los 100M de dólares
peor gastados (o los utlizados con criterios más cuestionables en un proyecto
conjunto), pero su salvaje entusiasmo por la flipada gratuita la convierte en
una película aprovechable tras tomar tres o cuatro cervezas con los amiguetes….
Y vergonzosa en cualquier otro momento de la vida. Hay que reconocer que se
hacen pocas películas así. Y eso, a su modo, la hace interesante.
Nota: 2
Nota filmaffinity: 4.2
No hay comentarios:
Publicar un comentario