Desde sus recién estrenados treinta años, Damien Chazelle
confirma que el éxito de su primer film, el brillante y remarcable Whiplash, era cualquier cosa menos fruto
del azar. Tiene un talento desbocado ¡simplemente! En este caso se lanza con un
proyecto más ambicioso, una aventura que eleva notablmentene su umbral de
exigencia y confirma que el joven director no tiene miedo de nada: ni de hicar
el diente a los mitos, ni de hacer temblar a sus productores (pues podemos
imaginar que habrán invertido una buena cifra de ceros en este film). Al final:
La la land, un título la mar de simple, como las priperas palabras de una
canción ligera, un título que nos dice todo sin necesidad de traducción,
dejando adivinar con cierta malicia las lueces y los fuegos artificiales de una
experiencia en cinemascope y tecnicolor.
La la land es la comedia musical tal como la hubiéramos
deseado soñar, es un étalon lanzado a cien kilómetros por hora sobre una pista
de baile bajo las estrellas. Simplemente con ello, ya sería un ejercicio de
estilo más que brillante, pero cuando el caballero que está a las riendas es un
apasionado de la música, audaz y fogoso, se hace evidente que nos hayamos ante
algo más que una película de género, es un compendio de todo el género de la
Edad de Oro de Hollywood, transitado a galope tendido. La carrera es cautivante
y el viaje digno de una ida avuelta a la
luna.
Es la historia de Mia y Sebastian… Ella es barista en una
cafetería al pie de los estudios de Hollywood, mientras enlaza casting tras
casting con la esperanza de obtener un gran papel. Él es pianista de Jazz, fan
de Theloniys Monk, pero por el momento no tiene un duro y debe malvivir
mientras espera cumplir su sueño: Abrir un restaurante donde el jazz tenga un
papel preponderante y pueda deleitar a sus comensales con la música que adora.
Entre ellos, tras la indiferencia inicial, saltan las chispas y luego ¡el resto
es historia!
Abrazando con dedicación todos los clicés, jugando con
las referencias más prestigiosas – Desde Cantando bajo la lluvia, a La alegría
de vivir, pasando por Un americano en París, West Side Story o los melodramas
descocados a lo Douglas Sirk, sin olvidar algunos guiños admirativos y
afectuosos a los teatros de Broadway – La la land se las arregla para
reinventar un poco todo. Los códigos, de los que se burla con ternura; las
canciones, tradicionales pero desarrolladas con humor; los decorados, sublimes
dentro de su aura de carton piedra que nunva debes tomarte en serio; y sus dos
protagonistas, auténticos tópicos andantes (la joven camarera que quiere
triunfar en Hollywood y el músico idealista y desmañado que aspira a heredar el
arte de los más grandes) pero al mismo tiempo humanos. Incluso el argumento,
muy clásico, sabe sorprender con una construcción singular (todo el desenlace
es un bello hallazgo).
Y ELLA. Emma Stone es pura dinamita y ligereza, es
genialidad travestida de una naturalidad insultante. Hace parecer sencillo y
sincero el artificio del musical. Desborda belleza y seducción mientras sufre y
goza como la más real de las personas. Oscar merecidísimo para una actuación que grita talento por los
cuatro costados. Y ÉL. Ryan Gosling es el mayor lunar de la película. En ningún
momento dudaré de su implicación o su entrega con el papel. Está claro que lo da
todo. Sin embargo, ya sea por no ser capaz de dar más que una notable corrección
entre tanto virtuosismo, el propio hecho de no ser cantante o bailarín, o la
manía que le tiene la gente, sin hacerlo mal, no acaba de llenar tanto la
pantalla como debería. Me sorprendió su nominación a los Oscar en la categoría,
probablemente contagiado por la genialidad del proyecto.
Y LOS ÁNGELES. La ciudad de los sueños, el tercer
personaje de la película. Cada plano, cada secuencia, es una declaración en
público de la devoción por la ciudad de Los Ángeles. El propio título de la
película ya nos da una pista de este poema hecho celuloide en honor a este
lugar. Todo gira en torno a este ente poderoso que se convierte en el gran
protagonista durante cada minuto del metraje. La fotografía cambia de estilo a
cada escena, dependiendo de la ubicación o del momento, pero siempre retratando
la ciudad con una belleza fascinante, con esa materia de la que están hechos
los sueños (seguro que no es tan bonita en verdad).
A pesar de su exultante belleza, La la land es una
película que parece causar cierta controversia en el público. Muchos dicen que
está sobrevalorada. Sin embargo, a mi alrededor diría que está completamente
subvalorada. Me explico. En un primer momento, muchos espectadores se dejaron
llevar por el entusiasmo y la pusieron por las nubes. Su calidad es innegable,
pero eso provocó un aumento de las expectativas, especialmente de aquellos que
no quieren dejarse maravillar. ¿Resultado? Un montón de gente (la más ruidosa a
mi alrededor) poniéndola a caer de un burro. Cuando de mala no tiene nada.
Pocas películas son capaces de llenarte de tanto buen rollito mientras te
destroza por dentro.
Se trata de algo más que un homenaje, se trata de una
afirmación de principios. La la land es un torrente de alegre ligereza lleno de
belleza, color y ritmo que te toma por la cintura y te manda a bailar sin parar
durante dos horas. Qué película más
bien hecha. Eso sin duda. Puede gustar más o menos, puedes entrar en el juego o
tu mochila puede mandar a tomarte viento. Te puede caer mal Ryan Gosling, pero
vaya si está bien hecha. Un musical como hacía tiempo que no veía.
Nota: 8
Nota
filmaffinity: 7.6
No
voy a entrar del choteo de los Oscars y el esperpento que fue la entrega de
premios, que eso ya lo sabe todo el mundo…
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