jueves, 27 de septiembre de 2018

Fe de etarras


Soy de los que defienden que se puede hacer humor de todo, aunque reconozco que a veces, según que planteamientos pueden ser un poco cafres. Netflix se está esforzando por ser provocativa (ya desde el propio cartel publicitario, más abajo) y a veces se mete en lodazales sin mirar mucho la profundidad, pero bueno, entiendo que la primera escena de la película haya levantado MUCHAS ampollas. La parodia bastarda que sigue a continuación es más inofensiva, pero claro, siempre hay gente de piel delicadita.


A ver, situémonos. Estamos en una indeterminada ciudad pequeña de España, en algún punto –probablemente- de Castilla. Allí conocemos a un comando de ETA que se esconde en un piso franco a la espera de recibir una llamada con la que desean actuar y cumplir sus papeles dentro de la organización. A medida que pasan las horas, los cuatro etarras se impacientan, se escala la tensión y vamos conociendo las motivaciones que ha llevado a cada uno de ellos hasta este lugar: El veterano Martín se halla deseoso de demostrar su implicación y romper con su fama de cobardica reincidente; Álex y Ainara son una pareja algo perdida con una relación acorde a su compromiso con la organización; y el manchego que completa el grupo es un fanboy obsesionado con incorporarse a la banda y convertirse en alguien invencible. Esta panda de incompetentes no tardará en perder los nervios a medida que pasen los días y tengan que interaccionar con el resto de vecinos, que arden en fervor patriótico, pues el Mundial de Sudáfrica está en marcha y todos sabemos cómo acabó….

Hay que ser un loco o un inconsciente para realizar una spoof movie protagonizada por un puñado de etarras. Si es que solo el concepto ya es algo que provoca urticaria, casi. El revuelo y la polvareda se levantaron ya desde el mismo momento en que se anunció el film. Era demasiado fácil auto convencerse de que se iba a frivolizar con atentados terroristas, defender la posición de los criminales o, simplemente, faltar al respeto a todas las víctimas. A fin de cuentas, no deja de ser algo que la “malota” y “malhablada” Netflix gusta de hacer, cachondeándose del respetable de la manera más burda.  Sin embargo, una vez se ve el film, si alguien tuviera motivos para sentirse enfadados por la película (ejem ejem), serían los propios etarras, de los que deja bien clarito que son o malvados o idiotas (o ambas cosas). 


El humor que se despliega es algo irregular, con gags que funcionan mezclados con auténticas memeces. Los chistes son especialmente hilarantes cuando se dedican a reírse de nacionalismos y “cosas de vascos”, no en vano a cargo del guión se encuentra Borja Cobeaga y su equipo, veteranos de Vaya Semanita y Ocho apellidos vascos. A lo largo de su carrera se ha dedicado a criticar el terrorismo a través de un humor políticamente incorrecto que a veces se la jugaba incluso demasiado. Si casas con su humor, las risas están aseguradas.  Además, consigue hacer chistas sobre bombas sin frivolizar con las víctimas, centrándose en las incongruencias que traen consigo las premisas del nacionalismo radical y el fervor del nacionaldeportivismo, además de los problemas de convivencia que genera la incapacidad de aceptar que alguien pueda tener una opinión diferente a la nuestra (memorable todo el gag del Trivial). 

Por otro lado, también se debe destacar que no todos los chistes funcionan, especialmente durante el profundo valle que se produce al intentar desarrollar la trama más allá de su genial planteamiento inicial. Se añade drama, se busca que los personajes tengan algo de trascendencia en una película que no lo demanda y, además, no se hace del todo correctamente. Sin esos treinta minutos intermedios que se arrastran más que transcurrir (o con un desarrollo más ingenioso), la película ganaría varios enteros. 



Este punto se ve agravado por la limitada capacidad actoral de gran parte del elenco. Si bien todos funcionan a la hora de comportarse como unos simpáticos atontados, fuera de Javier Cámara, el resto (Julián López, Miren Ibarguren, Gorka Otxoa) se ven algo lastrados cuando tienen que interpretar y llevar a sus personajes más allá del chascarrillo fácil.

En fin, se trata de una película con un plantemiento peligroso pero bien solventado, con gags capaces de sacarte de la silla, que padece de unos actores limitados y ciertos baches algo mejorables en su desarrollo. Admiro la valentía de plantear siquiera el proyecto, especialmente cuando veo que acierta a dar en según qué cabecitas, pero bueno, al final no deja de ser una comedieta entretenida y ya.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 5.3

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