martes, 3 de octubre de 2017

Peter y el Dragón

Disney continua con su costumbre de actualizar sus clásicos a acción real (y yo sigo viéndolos xD). En este caso le toca con una de sus películas menores, una medio olvidada de los setenta que tampoco es que fuera gran cosa.

El pequeño Pete parte de aventuras con sus padres, pero un accidente de tráfico lo deja huérfano y perdido por un bosque de Portland. Allí encontrará al que será su protector y amigo durante largos años: un dragón verde, casi de peluche, llamado Elliot. Cuando Pete es encontrado, mucho tiempo después, por la guardabosques y su familia, todos creen que Elliot es un amigo imaginario que se inventó para no estar tan solo. Solamente la pequeña Natalie le cree, dispuesta a realizar el salto de fe necesario para traspasar la delgada línea en que convergen fantasía y realidad, donde aparece, al fín, la magia.

La mejor idea que ha tenido Disney al realizar esta adaptación es trasladar la acción a nuestros días. En vez de situar la relación entre Peter (Pedro) y el dragón invisible en una idílica Edad Media (en la película de 1977), que no daba tanto juego, se traslada al siglo XXI, donde se aprovecha para introducir por medio una subtrama sobre la destrucción del hábitat natural de los dragones forestales y los problemas que ello acarrea sin que parezca un pegote ni quede en mal lugar.

Por otro lado, además del hecho de que la película es un remake, tenemos entre manos una historia que Disney nos ha contado mil veces: unos niños que deben salvar a un animal de la crueldad de unos malos malosos que quieren ganar dinero sin importarles el medio ambiente y esas cositas. Sí, hay sus variaciones y esas cosas, pero nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, el film se las arregla para ser distraído y entrañable, con un puñado de escenas que funcionan aceptablemente. No tiene nada que ofrecer dentro del género familiar ni pasará a la historia de ninguna de las maneras, pero no se hará pesada a los más pequeños de la casa ni hará sufrir demasiado a los pacientes padres que deban acometerla.

Como siempre, hay una cara conocida en los actores principales para dar un poco de lustre y solemnidad (en este caso un adusto Robert Redford, en un papel muy facilito y bienintencionado), rodeando a un elenco infantil que bastante hace con no ser repelente. El director –un novel David Lowery-  se las arregla para ser anodino y dirigir con funcionalidad un guion anodino que no pide florituras innecesarias. Como nota positiva destacaríamos una ejemplar fotografía y una magnífica banda sonora salpicada de canciones folk, que vienen a sumar enteros a esta cinta de gran contenido sensorial y unos efectos especiales muy resultones inesperados en una propuesta relativamente “modesta” como ésta.



Debo destacar la voluntad de innovar, de aportar algo nuevo en la ejecución de un remake, siendo al mismo tiempo fiel al original. Sin embargo, la película de 1977 no pasaba de ser un entretenimiento familiar, y ahora sigue sin ser otra cosa que ello.

Nota: 3
Nota filmaffinity: 5.9

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