Una alegre fiesta de
despedida acaba con una ingenua promesa. Tras acabar una guerra que se plantea
corta, todos volverán a encontrarse en el mismo bar en la siguiente Navidad. Los
cinco jóvenes que participan no pueden ser más diferentes: un soldado de
carrera, una chica de buena familia que quiere ser cantante, un chico que
quiere ir a la Universidad para estudiar arte, una joven idealista que no sabe
mucho de la vida pero cree en su líder y un judío de familia adinerada que hace
lo que puede para soportar las vejaciones del régimen. Reflexionando un poco,
se hace difícil que este grupete pueda tener una gran amistad, pero aceptémoslo
así. Después de todo, la historia necesita una excusa para empezar y los
protagonistas no saben que les esperan cinco largos años de sufrimientos y
penalidades.
Los tres capítulos en
que está dividida la serie repasan tres momentos vitales de la guerra:
- - La primera invasión relámpago que parece
llevar a una victoria fácil (o no tanto)
- -
El hundimiento del frente y el proceso para
aceptar que los alemanes quizás no ganen la guerra
- - La retirada desesperada para salvar lo que
queda.
Entremedias, el trato a
los prisioneros, las guerrillas polacas, la solución final, la vida civil lejos
del frente, los hospitales médicos, la retaguardia y cinco vidas que cambian,
para siempre, sus sueños y sus ansias. La impía guerra en la que están metidos les
reserva papeles que no esperan ni desean. Como en Sin Novedad en el frente (de la que hay abundantes y sentidos
homenajes), aquí no hay buenos ni,
hasta cierto punto, villanos. Mucho menos hay héroes. Hay personas con sus
problemas, muchos miedos y abundantes traumas atrapados en una gigantesca
guerra que saca lo mejor y lo peor de todos nosotros.
Mientras tememos la
suerte de los cinco protagonistas, se ven reflejadas ciertas ganas de
redención. Esto es lo que hicieron nuestros padres y nuestros abuelos, los
hijos del III Reich ( El evocador título original es Unsere Mütter, unsere Väter, “nuestra madre, nuestro padre”, en
alemán). Si bien no hay un propósito de denuncia, hay una clara voluntad de
testimonio. Sentimientos al límite son acompañados por reflexiones sobre la
barbarie y la propia condición humana. Los nazis pierden, los malos pierden, y
así el mundo fue mejor. O eso es lo que nos han contado. Pero hasta cierto
punto, no hay tanta diferencia entre un soldado aliado y uno alemán. Ambos
luchan y matan por una causa que muchas veces no entienden o comparten. Siguen
las órdenes de sus superiores en un infernal tablero de ajedrez y sufren la
agonía y la desesperación que trae la guerra y el ver morir, impotentes a sus
compañeros.
Sin tampoco regodearse
en ellos, no se eluden los temas más escabrosos, componiendo una historia
obviamente dura y, en algunos momentos desagradables. Especialmente en el
último capítulo donde cae el Reich y asistimos a la debacle. Estamos
acostumbrados a participar en historias con soldados victoriosos o resistencias
numantinas imposibles, pero no es habitual ver una ruina de esta magnitud desde
el bando que está recibiendo por todos lados dónde la única norma que impera es
la de salvar el culo. El tono casi documental que se utiliza permite que
algunos pasajes sean más fáciles de tragar, aunque también se aprovecha para
pasar demasiado de puntillas sobre otros aspectos del conflicto que deberían
ser reflejados con más profundidad.
Y es que esta productora
no escatima en medios y tiene poco que envidiar a las grandes compañías en las
que se mira. La minuciosidad con que se recrea la época sobrepasa la obsesión,
con una profusión de detalles que deja clara la intención de reflejar (casi)
todos los aspectos de la sociedad alemana del momento y todos los cambios que
se producen durante la guerra.
Por otro lado, tanto
esmero en pulir el ambiente provoca que la historia se vuelva algo densa. Se
busca abarcar mucho en cada uno de los 95 minutos de capítulo sin salir del
ritmo calmado característico de las producciones alemanas, con lo que llegar al
final de cada uno de ellos se puede volver un esfuerzo excesivo. Probablemente
dividir cada capítulo en dos partes (en total. 6 de 45 minutos) habría dado
como resultado una serie menos farragosa y digerible.
Pero atentos, que esto
no os impide disfrutar de una de las mejores series bélicas que os podéis
encontrar. Son cinco horas llenas de emoción en las que, a pesar de conocer el
final, no vamos evitar tener el corazón en un puño y “disfrutar” de buen cine
contando una buena historia.
Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.9
Publicado previamente en Cinéfagos AQUÍ
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