Hace unos meses nos tocó
ver la inclasificable Holy Motors en la CLO. Quizás para reconciliarnos con un
autor de calidad (aunque zumbadísimo) como Léon Cárax, se decidió insistir con
una propuesta del mismo autor con más cara y ojos. Se remarcó en que ésta era
una película “normal” y mucho más aprovechable desde un inicio, pero vaya sí le
tenía miedo, empezando su visionado con muchos recelos.
Y los primeros minutos
no invitan a nada bueno. Las desventuras de un pordiosero borracho rodadas con
una fotografía heladora y un realismo crudo y desagradable son capaces de
expulsar a un espectador desprevenido. Saber que te quedan dos horas más que
pueden ser del mismo estilo puede volverse aterrador, pero cuando aparece ELLA,
la película parece brillar más. Aún en medio de la áspera vida que comparten, la
historia cobra coherencia y las esperanzas de ver algo con sentido aumentan. Y
al final no está mal.
En el Pont-Neuf sólo
viven los desheredados de la sociedad. El futuro no tiene sentido para aquellos
que no saben si al día siguiente van a estar vivos. Los planes, el mes que
viene, el día siguiente… Conceptos abstractos y sin significado que quedan muy
lejos para los habitantes del Pont-Neuf. Viven en la autocompasión,
sobreviviendo a través de los deshechos de este París imposible, acudiendo a
las drogas para olvidar que una vez fueron parte de una sociedad que les ha abandonado.
Este puñado de seres solitarios odia su vida, pero se niegan a morir,
insistiendo, tozudos, en ver amanecer una mañana más.
Y al final aparece el
amor. ¿Pero cómo poder amar si te odias a ti mismo? ¿Cómo soñar con ser
merecedor de recibir amor si la vergüenza y la culpa rigen todos tus actos? Unos
y otros han perdido todo y están poseídos por el miedo, el temor a volver a
tener, a volver a perder. Egoístas y entregados a la vez, tan deseosos de
recibir amor como incapaces de aceptarlo. La posibilidad de un futuro conjunto constituye
un anatema, pero esta pareja de amantes quiere darse una última oportunidad
para encontrar la felicidad. O no. Quizás sólo quieren sentir una última chispa
de luz desesperada antes de que sus vidas se apaguen para siempre.
En una propuesta que se
sale de los cánones habituales, nos espera una historia de amor imposible
marcada por los traumas que arrastran los que están más allá de la redención.
Sin duda, la película es
mucho más reconocible y normal que Holy
Motors, pero el trabajo de Cárax sigue siendo más raro que un perro verde. Las
desgracias más tristemente cotidianas de los borrachos sin remedio son
sucedidas por escenas imposiblemente oníricas debidas a la magia de los
enamorados (o al cuelgue sin complejos). Del realismo más crudo y desagradable a
destellantes instantes de realismo mágico amoroso. Cualquier cosa es posible en
este París desmadejado dónde nada y todo es lo que parece. ¿Estamos dispuestos
a realizar el esfuerzo necesario para seguir una historia errática sobre unos
personajes al límite, dónde la ética es relativa, las taras mentales están a la
orden del día y el amor es un imposible hecho realidad?
Disponerse para ver Los amantes del Pont-Neuf requiere de
cierta preparación mental, pues nuestros sentidos van a ser asaltados con una
historia desasosegante y una fotografía cruda y desagradable, aderezado con un
ritmo lento que no contribuye a captar nuestra atención. Sin embargo, si lo
soportamos, podremos ser testigos de una historia de amor que mezcla el ricino
con el azúcar de una manera única. Aquí Cárax se salta casi todas las normas, mostrándose
incómodo y talentoso en una propuesta que provocar aburrimiento, repugnancia o fascinación
(o todo a la vez), pero seguro que no te deja indiferente.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 7.4
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