Cuando uno está de
vacaciones intenta aprovechar para quedar con los amiguetes, montar timbas y
acabar todas las cosas pendientes que no se pueden hacer mientras se está
trabajando, pero de vez en cuando lo que apetece es aplatanarse en el sofá y
dejar que se vea lo que ponen por la tele sin ni siquiera molestarse a cambiar
de canal (pasa un par de veces al año o así…). Y vaya, ponían La Terminal, ésta era de Spielberg, ¿no?
Debido a una serie de
problemas políticos, el pasaporte de Viktor Navirsky queda invalidado cuando
intenta salir del aeropuerto de Nueva York. Incapaz de entrar en EEUU y de
coger un avión de vuelta a su casa, se ve obligado a encontrar la manera de
vivir dentro del aeropuerto a la espera de que la guerra civil de su país
acabe. Sin hablar inglés, sin dinero y sin posibilidad de moverse, Viktor se
transforma en un moderno Robinson, atrapado en el extraño ecosistema del
aeropuerto.
El argumento da para
presentar una tragedia con todas las penurias que un vagabundo sin papeles y
sin dinero debe soportar para vivir en un ambiente hostil, pero a Spielberg
esas cosas no le suelen ir, así que el dramón se transforma en una comedia
absurda al más puro estilo Big Fish. ¿Y quién mejor para presentarlo que el
tonto más simpático de todo Hollywood? Tom Hanks es uno de estos pocos elegidos
para hacer de bobalicón carismático sin parecer demasiado tonto ni demasiado
listillo. Su Viktor Navorsky es agradablemente Forrestgumpiano y se aleja de
cualquier tipo de deconstrucción del personaje. Se dedica a ser (casi) él mismo
y pasear su sonrisa con una solidez entrañable, sin histrionismos ni
estupideces.
Y es que la película lo
único que quiere es contarte una historia (y eso el tito Spielberg lo hace muy
bien). Una historia ñoña de un hombre simple y adorable, con una visión de la
vida y un tesón que ya nos gustaría tener. La narración flojea a veces y la
trama principal parece necesitar de descansos, que Spielberg aprovecha para
rellenar correctamente con un buen puñado de historias secundarias. Son pequeños
relatos muy cotidianos imbuidos dentro de la trama general, asomando la
cabecita aquí y allá. No destacan por su profundidad pero se siguen
agradablemente, sobrando quizás el papel de Zeta-Jones que parece estar sólo
porque debe haber un partenaire femenino.
Sería muy fácil que esta
propuesta fuera pesada, lenta o chorra, pero Spielberg sabe bien lo que hace.
Las diferentes desventuras de Viktor se suceden con naturalidad, manteniendo un
ritmo y un tono que capta nuestra atención y queramos saber más de la historia.
Después de todo, si en algo destaca Spielberg es en ser un buen artesano de
historias. Es que casi da igual lo que nos cuente, nosotros nos la vamos a
tragar con patatitas y vamos a pedir más. Y aquí no pasa nada emocionante ni
especialmente entretenido, pero le aporta la dosis adecuada de azúcar, lo
estructura con clase y consigue que nos entretengamos con cualquier cosa.
La película surgió a
modo de unas “vacaciones de escritor” en que Spielberg se tomó un pequeño
descanso durante los dos años en que estuvo trabajando a destajo preparando a
la vez la desgarradora Munich y la
compleja La guerra de los mundos. Momentos
en que se necesita un entretenimiento ligero y en verdad es lo que consiguió.
La historia es simple e incluso insulsa y realmente no tiene nada por lo que
debería llamar la atención, pero, a su manera, funciona.
Así pues, no hay rastro
de una crítica política muy fácil de tirar ni se incide en la vida de los
pordioseros de los aeropuertos. Simplemente se provoca una situación de la que
sacar punta, se pone un malo y a partir de allí, de piedrecita en piedrecita
con más o menos gracia. No hay aspavientos ni artificios extraños ni
excentricidades, sólo una excusa de historia, personajes bien construidos y muy
normalitos y un desarrollo agradable. Los toquecitos de esperanza y buen
rollito made in Spielberg junto con el carisma de Hanks hacen suficiente.
¡Incluso puede parecer que Viktor haya disfrutado el año que ha pasado
encerrado en el aeropuerto!
Evidentemente, no es uno
de los mejores trabajos de Spielberg, pero sí un entretenimiento agradable que
ver con una sonrisita tonta en la boca un domingo tarde con ganas de hacer el
vago. En manos de cualquier otro habría sido un engendro infumable, pero el
resultado es adecuadamente digno.
Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.5
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