En 2008 Disney compró
Pixar y John Lasseter, que nos maravilló en la compañía del flexo, se hizo
cargo de los principales proyectos de animación de Disney. Desde entonces
el incremento de calidad ha sido notable siguiendo una tendencia curiosa sin
olvidar nunca su público objetivo: se alternan cuentos de hadas “no tan
clásicos” (Enredados, Frozen) con propuestas que rompen muchos esquemas y reglas que
la conservadora compañía ha seguido tradicionalmente (Bolt, Rompe Ralph). El turno para Big Hero 6 es de
estas últimas: Disney nos hace una de superhéroes. ¿Quién lo hubiera dicho hace
diez años?
Las películas de animación suelen tener un rasgo que me gusta pues al ser
producidas por estudios que no hacen muchas películas pero que sí publican con
cierta regularidad. Disney, Pixar, Ghibli, Aardman, Dreamworks
Animation… Los equipos a cargo se mantienen con el tiempo y existe la
posibilidad de apreciar y seguir la línea de estilo de los distintos estudios.
Disney tuvo una gloriosa era dorada a principios de los 90 (Aladdin o El Rey León entre otras) pero la aparición de
nuevos actores en el circo y una serie de proyectos de calidad cuestionable
provocaron que Disney se desinflara en lo que mejor se le daba. Sus películas
parecían anticuadas (Hermano
oso, Chicken Little) y palidecían ante el atrevimiento de
los recién llegados (Shrek, Buscando a Nemo), por lo que ya no podían aspirar a reventar
taquillas como antaño. Al final Disney tomó la decisión que sólo pueden tomar
los potentados: compró a su mayor rival y se aseguró que tuviera las mejores
condiciones para trabajar a gusto, recuperando así el trono de las taquillas y
(porqué no) de la calidad en la animación.
Big Hero 6 cae teóricamente en el saco de las “diferentes” y empieza por tener una admirable mezcla de
influencias en su imaginería. La cuidada integración entre la arquitectura occidental y la estética
oriental con que se representa esta ficticia “San Fransokyo” revelan
las dos influencias principales de la película: los cómics y el manga. El
tradicionalismo del pasado y la tecnología del futuro juntos. El híbrido
imposible que se construye está impregnado de realismo, utilizando de la mejor
manera el motor gráfico que se desarrolló para Enredados y que se ha seguido
usando en las películas posteriores. El
resultado es un escenario colorista y brillante, en el que se entrelaza la
progresión tecnológica con la tradición reconocible de nuestra época.
Hace poco comenté sobre
la capacidad de algunos directores para crear personajes inolvidables a partir
de un robot sin expresión facial. Seguro
que Williams y Hall han pensado en Totoro para sacarse de la manga al genial BeyMax,
un robot sanitario que roba el protagonismo desde el momento en que aparece a
pesar de tener apenas unas líneas de diálogo (quiero uno para
Navidad). Es un torpón y achuchable gigante de hierro que se autorepara (con
zelo) y tiene problemas con la batería baja pero que hará lo que sea necesario
para subir el ánimo de su amo, incluso meterse dentro de una banda de
superhéroes frikis que imitan a los Vengadores. Se nota que el equipo creativo quiere dejar claro que algunas cosas
están cambiando dentro de la casa madre. El diseño quiere ver qué se puede
hacer si se mezcla Disney y Marvel…y así quitarnos el miedo en el cuerpo
para cuando veamos al ratón Mickey con las garras de Lobezno (¿apuestas para el próximo Kingdom Hearts?).
Los moldes
tradicionalistas también evolucionan en el guión… los personajes no destacan por su profundidad, pero sí que se
alejan de los tópicos esperables. El protagonista es un niño
“normal” que busca su lugar en un mundo “realista” y tiene inicialmente
problemas esperables en un adolescente (luego ya se sale de madre). No hay princesas ni príncipes en esta
historia, e incluso el supergrupo está formado por personajes de la vida real,
de los que seguro que conocemos más de uno en nuestro día a día (puedo asegurar
que “conozco” a una Holly Lemon, a un Fred o a un Wasabi), un grupo de
empollones que ven la oportunidad de hacer algo grande.
La primera media hora de Big
Hero 6 se muestra los altibajos emocionales que sufre Hiro -un
adolescente superdotado para la robótica- en uno de los inicios más duros y
bien montados que recuerdo en una película Disney, te deja la lagrimita a punto
de salir (sin llegar a los dolorosos niveles de Up).
Por suerte para nuestros niveles de neurotransmisores, BeyMax se hace cargo
rápidamente del peso de la película. La trama se desarrolla y un humor slapstick bien
encontrado alivia la tensión emocional generada.
Y aquí es cuando Disney
se toma las vacaciones, deja de innovar y permite que Marvel tome el mando. Una
vez creado el supergrupo (cameo de Stan Lee incluido) lo que vemos es una
película de superhéroes más convencional. Un ritmo vivo, unas coreografías muy bien trazadas y un manejo impecable
de los giros del guión –como ya mostró Marcos- componen
un producto de acción para todos los públicos muy funcional y decididamente
entretenido cuyo gran sabor de boca sólo se ve lastrado por un
final algo previsible y un flojo antagonista que parece estar sólo porque debe
haber un malo maloso.
Para los que lo vean en
el cine, se hace obligado comentar el
corto que precede a la película, traducido de alguna manera como Buenas
Migas. En cinco minutos nos enseñan un recorrido por la vida amorosa de
un hombre a través de la gastronomía de su perro, constituyendo un tierno y sentido homenaje para los no humanos que
también forman parte de la familia. Es una buena manera de comprobar
cómo se pueden contar historias capaces de emocionar sin complicarse
(aparentemente) la vida.
Se observan cambios en los temas y los esquemas de las películas de
Disney. Sube la calidad y se rompen tópicos mientras se amplía el espectro de
público. Tomando el ejemplo de Pixar, esta película apunta certeramente a
niños de todas las edades. Superhéroes made in marvel, imaginería bien cuidada,
duelos de robots, puños fuera… ¿Quién quiere más? Una propuesta la mar de entretenida que ver estos días en el cine.
Nota: 7
Nota filmaffinity: 7.3
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