
A finales del siglo XIX,
las potencias occidentales han tomado posesión de gran cantidad de territorios
del Imperio Chino. Éste mantiene la soberanía sobre su pueblo, pero los colonos
hacen y deshacen a su antojo, abusando de su superioridad tecnológica. La
emperatriz encabeza un gobierno títere por lo que el pueblo Chino, harto de
abusos, desata una revuelta dispuesta a expulsar a todos los extranjeros del país.
Todos los países con representación en las embajadas se verán obligados a
olvidar sus diferencias y colaborar
entre ellos para sobrevivir en el asedio que sufre el barrio occidental de
Pekín, en espera de unos refuerzos que, quizás, nunca llegarán.
Inusualmente, el rigor
histórico con el que está realizada la película es de destacar, tanto en el
apartado bélico como en los hechos principales y la recreación de la
época. Luego está el hecho de que el
mayor estadounidense que acaba de llegar a la zona acaba siendo el comandante
del ejército combinado, aunque es probablemente debido al dinero de Hollywood,
que no deja de ser quién paga la película. Eso sí, me ha hecho mucha gracia
comprobar que no hay apenas un personaje oriental de ojos rasgados e incluso
los extras son totalmente castizos más allá de la primera fila de personas (que
se repiten en cada escena). Rodar en Las Rozas tiene sus problemas, no creo que
hubiera muchos chinos en la época ^^.
Hay que reconocer que al
principio la película descoloca. No sabe bien con qué tipo de género quedarse y
baila de lado a lado, pasando de ser una película bélica, tener detalles de
romance, un poco de intrigas políticas, recordando a un western exótico… para
acabar quedándose como una sólida película de aventuras de gran presupuesto.
Esta mezcla de géneros
no se produce casualmente, ya que el rodaje fue tremendamente caótico, con
cambios de guión casi diarios, trifulcas con las estrellas (Ava Gardner ya tenía verdaderos problemas de alcoholismo)
y un equipo de rodaje gargantuesco que exigía estar en miles de lugares a la
vez. Tanta tensión unida a la disoluta vida del director derivó en un grave
colapso que hizo incluso necesaria su hospitalización, obligando a sus
ayudantes a acabar las últimas escenas que faltaban.
Nicholas Ray hace
descansar el peso de la película acertadamente en las dos estrellas masculinas.
Charlton Heston ha sido uno de los mejores machos alfa de honor intachable que
podemos encontrar en el cine y el flemático David Niven encarna con mucho
cinismo al embajador británico y líder del bando occidental. Se nota que hay
complicidad entre ambos, con escenas y diálogos muy aprovechables que no se
sostienen cuando aparecen el resto de personajes, mucho más funcionales y
desdibujados, especialmente una Ava Gardner que no sabe muy bien qué hace ahí
(vaya personaje más soso le toca interpretar).
El abultado presupuesto
se refleja en una suntuosa puesta en escena, con unos artesanales interiores
muy trabajados y una cantidad de extras nada desdeñable, además de unas escenas
de acción muy bien resueltas. Aunque a veces parezca que sea un “¿Qué hacemos
ahora? ¡Bah, metemos esto”, están introducidas con acierto en la historia,
manteniendo un brioso ritmo que no decae una vez empieza el asedio. El conjunto
presenta, obviamente, algunos fallos: es demasiado larga, con escenas
abiertamente innecesarias como el baile en la embajada y tramas que no llevan a
ningún lado, resueltas abruptamente (la hija mestiza y todo lo relacionado con
la baronesa).
No es una pel·lícula con
tela que cortar, es muy de “encargo”. Contiene una historia simple pero bien
contada y parece no buscar otra cosa que entretener, lo que consigue una vez
pasada una primera parte algo errática. El tortazo que se pegó en las taquillas
unido a la hospitalización del director provocó que fuera la última película
“grande” que rodara.
Nota: 6
Nota filmaffinity: 7.1