lunes, 20 de octubre de 2014

Guardianes de la Galaxia

A ver, que levante una mano (o una pata) el que no enarcara una ceja (siendo amables) cuando se anunció que la nueva película de Marvel iba a ser de una saga de cómics medio olvidada, protagonizada por un puñado de desharrapados espaciales sin súperpoderes. Creo que fuimos muchos los que vaticinamos que ésta sería la primera estampada que se pegara la franquicia. Obviamente no podíamos estar más equivocados.

Pero es que a medida que se iban sabiendo cosas teníamos más motivos para estar intranquilos. Ni un actor medio conocido, el director sólo había hecho películas para Troma (que vendría a ser lo contrario a lo que haría en Guardianes) y el primer tráiler a ritmo de Hooked by a feeling no invitaba a nada bueno.  Tenía toda la pinta de ser un engendro pseudogracioso sin sentido. Reconozco que fui al cine sin esperar ver gran cosa (sí, en estos casos lo mejor es no ir al cine, pero friki que es uno… las cosas de la Marvel las ve) y a los diez minutos estaba con una sonrisa de oreja a oreja viendo a Star-Lord recuperar un ídolo peruano de un templo abandonado en un planeta perdido en la jungla espacial. Uy, ¿he dicho un ídolo peruano? Era una pelota espacial, pequeña confusión con Indy… Y es que, en el fondo es lo que busca y lo que provoca que la película funcione tan bien.

Guardianes de la Galaxia se aleja suficiente del resto del Universo Marvel (aun estando dentro de él) para que el director pueda crear su imaginería con total libertad respetando un par de cosas y contando con la experiencia y los medios de la Marvel detrás. Y eso para crear algo nuevo pero reconocible da para mucho, nos transporta por él de una manera tan natural que no necesita darnos grandes explicaciones para que enseguida nos habituemos. El argumento es quizás lo de menos, pues reúne acertadamente a un grupo de granujas de buen corazón que se dedican a saquear objetos antiguos pero que a la hora de la verdad harán lo que sea necesario para salvar el día. Por medio, un par de malos malotes, peleas divertidas, humor con un punto socarrón, un par de idas de olla, clase, mucha clase y toneladas de nostalgia ochentera.

Pero ojo, nada de guiños ni de imitaciones baratas. Nostalgia que parte desde el amor y el cariño. Star-Lord consigue convertirse en el aventurero espacial que todo niño de ocho años quiere ser, o el que todo humano que tuvo ocho años quiso ser. Es Han Solo, es Indiana Jones, es Marty McFly, es uno de los Goonies, es Jack Burton, es John Chrichton… Y lo es con bajo un apodo rimbombante y escuchando la música de su viejo walkman (que no deja de ser su último vínculo con la Tierra).
Esta música de walkman está llena de los temazos más pegadizos e icónicos de su época, ayudando a tocar las teclas para que los adultos disfrutemos como enanos. Una música sorprendentemente bien aprovechada e introducida dentro de la película, pues en muchos casos sólo la escuchamos cuando Star-Lord la está escuchando y tiene los auriculares puestos, dando lugar a escenas tan particulares como el baile con Gamora.

Y no me olvido de la absurda aleatoriedad de Rocket Racoon, de las capacidades comunicativas de (I am) Groot o de la Pratchettiana literalidad de Drax que no dejan de complementar y de añadir buenos chistes a una película que  me dejó con ganas de volver al cine a empezarla de nuevo y volver a pasar dos horas alocadamente divertidas porque sí. ¡Si hasta un secundario que apenas sale como (el padrastro) mola un puñao! La capacidad de la película de reírse de sí misma es todo un gustazo. No dejo de pensar que es lo que La amenaza Fantasma debería haber sido. Les ha salido tan redonda por sí sola que no se si quiero que añadan secuelas (aunque sabemos que después de Los Vengadores 2, viene la segunda parte). Por lo que a mí respecta, que Marvel siga haciendo películas así de redondas en su Universo.

Sigue punto por punto el esquema de una película de aventuras, con todos los giros aprovechados en su justa medida. No tiene pretensiones metalingüísticas ni ambiciones especialmente revolucionarias. Va en busca de la diversión pura y sin adulterar. Y mola. Lo que admiro de este film es su imposible equilibrio entre un tono cómico nada trascendente, la estética Kitsch, las aventuras de toda la vida, personajes extremos en su intento de originalidad y la capacidad de ser previsible y sorprendente a la vez. Es una versión hipervitaminada de la olvidada Firefly mezclado con el frikismo lúdico de Doctor Who.
Es una película rarísima, que funciona muy bien de principio a fin casi de milagro.


Nota: 7
Nota filmaffinity: 7.2


PD: No creí que una película dentro de la franquicia pudiera desbancar a Los Vengadores en cuando a diversión pura, pero ésta lo hace con creces. 

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