La CVO de este mes nos trajo una de las propuestas más personalísimas y poéticas de Kim Ki-duk. Impregnada de paz y serenidad es, ante todo, una película diferente y emotiva.
En un idílico paraje de las montañas de Jusan
hay un lago onírico y recóndito. Un templo se mece sobre sus aguas. Un monje y
su pupilo habitan en él, imbuidos de atemporalidad y solemnidad. De la ciudad
llegan una madre y su hija enferma, que deberá quedarse en el templo para
recobrar la salud. Esta aparición romperá la tradicional paz y espiritualidad
que habita el templo, forzando a todos sus habitantes a adaptarse y
evolucionar.
La película está dividida en cinco capítulos
muy claros. Cada uno de ellos pertenecientes a una estación del año, una clara
alegoría de los diferentes momentos en la vida de una persona.
ACTORES: Kim Ki-duk ha escogido a actores muy
diferentes para representar al mismo personaje a lo largo de las diferentes
etapas de su vida. ¿un intento de alegoría de que todos nosotros somos parte de
la historia de la vida? Todos los actores hacen bien su papel, aunque no sea
una película que exija excesivamente a sus actores.
DIRECTOR: Si conocemos la filmografía de Kim
Ki-duk, podremos observar que sus películas están repletas de cruenta acción y
montajes frenéticos. ¿Cómo explicar entonces una película realizada a base de
tomas largas y lentas, con especial fijación por la serenidad de un paisaje que
nos invita a sentarnos en el preciosista lago y contemplar el devenir de los
personajes? Los diálogos se reducen a la mínima expresión y la comunicación se
produce a base de gestos y miradas.
La fuerza visual que desprende la película se
llena con imágenes simbolistas que explican las enseñanzas budistas, ya desde
las propias puertas del templo (que no delimitan nada, y lo delimitan todo)
hasta las mismas piedras, cargas en el alma impuestas por la vida y nuestros
actos. Este maravilloso poema conduce a la meditación y a la paz interior, pero
ahonda también en los contenidos morales (la culpa, el arrepentimiento, la
expiación, la violencia, el dolor, la recuperación del sosiego espiritual).
Esta película de bellísima factura quiere
invitar al espectador a un viaje contemplativo sobre la vida…. Que aburrirá
solemnemente a quién no quiera participar en el viaje. Su lentitud y
espiritualidad es caldo de cultivo para bostezos y somnolencias de aquel que no
esté predispuesto para el misticismo.
Lo que más me ha gustado ha sido el terrible
“invierno” (sobrecogedor) y la tierna “otra vez primavera”, que nos recuerda
que la vida no deja de ser un ciclo sin fin. Si no os habéis dormido antes,
seguro que lo apreciaréis.
GUIÓN: La película parece ser una invitación
a la introspección, a la búsqueda de paz con uno mismo, desde el punto de vista
del budismo. La ausencia de diálogos y la abrumadora abundancia de simbolismos
no impiden a esta película trazar las vicisitudes de una vida en cuatro
estaciones que sigue, aun cuando nosotros no estemos en ella. Su total falta de
ritmo y de trama conjunta convierte a la película en un hipnótico ejercicio
narrativo que basa su mensaje en la iconografía. Cada personaje que aparece se
convierte en símbolo de un momento o una enseñanza a comprender y apreciar por
parte del autor. Incluso los policías estarían representando la culpabilidad
del protagonista por haber abandonado su "yo" interior, arriesgándose
a ver el mundo exterior por seguir los instintos carnales.
Aunque el final pueda parecer catastrófico no
es más que la vuelta al principio, el joven aprende, por la fuerza, pero
aprende y ahora es el turno de enseñar.
Una película de factura impecable, con unos
paisajes envidiables y una espiritualidad inusual. Nos introducimos en un
paraíso oculto de meditación y muestra magníficamente la aparición de las
obsesiones y como la falta de paz espiritual conduce al daño y al dolor. Es
capaz de invitarte tanto a la meditación como a las mejores siestas. Vedla sólo
si sabéis qué vais a ver y estáis seguros de que queréis verlo.
Nota: 7
Nota filmaffinity: 7.6
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