No conocía este “monstruoso” monumento de Bertolucci. Más
de 6 horas de duración para esta película, una gran crónica sobre el origen del
comunismo y del fascismo en Italia y una suerte de complejo recorrido político
y social por la Italia de los primeros cincuenta años del siglo XX.
La película empieza a principios de 1901, en los albores
del siglo XX, coincidiendo con la muerte de Verdi (¿alegoría de muerte del arte
y lo bello en el mundo?). El mismo día nacen dos niños: Alfredo, el hijo del
patrón y Olmo, el hijo de un campesino sin tierra. A lo largo de los años, los
dos niños se hacen amigos y, una vez adultos, consiguen que la amistad
permanezca. Sin embargo, los diferentes estratos sociales de los que provienen
les llevan a acercarse a ideologías distintas. Olmo es un ferviente comunista,
mientras que Alfredo tolera las ideas fascistas aunque no acabe de estar de acuerdo
con ellas. Los años pasan y tras la I Guerra Mundial, los fascismos triunfan. Son
malos tiempos para los comunistas, pero la amistad de Alfredo y Olmo permanece
a pesar de las adversidades.
Este monstruo de más de 300 minutos (versión íntegra) está
dividido en dos partes bastante diferenciadas.
- En
la primera, Bertolucci nos hace una espectacular crónica del inicio de los dos
movimientos políticos en Italia. Mientras los niños van creciendo, podemos
contemplar la miseria de los campesinos, que poco a poco se van “despertando” y
el miedo de los patronos a perder sus privilegios, lo que lleva a la
financiación del fascismo, que nace como “anticomunismo”. Durante alrededor de
dos horas y media, impresiona y sobrecoge. Aunque no conozco la crónica
histórica a fondo, desprende verosimilitud por los cuatro costados. Vemos la
miserable vida de los campesinos, que temen ser substituidos por las máquinas
en contraste con la disoluta vida de los patronos, que permite entender porqué
consideran a los campesinos seres inferiores merecedores de castigos y
vejaciones.
- En
la segunda, vemos a los dos protagonistas convertidos en referentes dentro de
su órbita social. Se nos muestra como todos los fascistas son unos “perros
sedientos de sangre” que no piensan en otra cosa que en matar, destruir y
oprimir. Personalizado en el depravado personaje de Attila, se nos demoniza a
todo aquel que siquiera tolere que alguien así exista. Asimismo, los comunistas
son todos grandes personas, solidarios, amables y divertidos. Hacen esfuerzos
por volverse cultos, demostrando su superioridad hacia los “perros camisas
negras” que sólo piensan en destruir. El fin de la II Guerra Mundial lleva a la
derrota de los fascistas y, en un happy ending exageradamente edulcorado, a la
victoria de los comunistas que provoca la llegada del paraíso, la bondad y la
felicidad eterna de la humanidad.
ACTORES: En ésta película me he encontrado un par de
sorpresas. Nunca había visto a un deNiro ni a un Depardieu tan jóvenes, apenas
imberbes. Me sirve para entender también porqué al francés se le consideraba un
sex-simbol en su momento (cuando yo siempre lo había visto como un gordo de
nariz grande). Los dos demuestran su calidad y construyen a unos personajes muy
sólidos pero con cierta tendencia a sobreactuar a lo largo de la película.
Mucho más creíbles son los personajes de Burt Lancaster (padre de Alfredo) y de
Donald Sutherland (Attila), que consiguen hacerse odiar en unos papeles
especialmente repulsivos.
DIRECTOR: Este mamotetro era una invitación a hacer una
película horriblemente aburrida e insoportable. Pero Bertolucci no es un
cualquiera. En esta película consigue, con escenas
perfectamente rodadas, tenernos seis horas delante de la pantalla sin que
sintamos necesidad de irnos a hacer otra cosa. La primera parte es una muestra
magistral de cómo hacer una crónica de una época, escena tan escena encontramos
un realismo y una eficiencia inigualables y sirven como una perfecta crónica de
los primeros 50 años del siglo XX en Italia. Son dos horas y media que
sobrecogen y ayudan a entender de dónde salen unos y otros. Sin embargo, la
segunda parte no funciona tan bien. No se puede olvidar que Bertolucci era
ferviente comunista y, especialmente en esta parte, se desprende cierto
mensaje: “Hay tres tipos de personas: La
gente buena, que es comunista. La gente mala, que es fascista. Y los idiotas,
que no son ni una cosa ni otra y merecen todo lo malo que les pase”. Esa
demonización “gratuita” de los fascistas y de Attila, al que vemos cometer todo
tipo de perversiones por pura maldad de una manera totalmente gratuita, sirve para
provocar repulsión y que odiemos aún más a los fascistas. Mientras tanto, todos los
comunistas son grandísimas personas que colaboran y no tienen malos
pensamientos (menos con que no son comunistas, que se lo merecen). Durante su
segunda parte y especialmente en su desenlace, toda la película se transforma
en un panfleto pro-comunista bastante alejado de la realidad. Eso sí,
magníficamente contado. El happy ending que Bertolucci nos propone se encuentra
muy fuera de lugar respecto al inicio y el conjunto me chirría bastante, a
pesar de la gran calidad que destila la película.
GUIÓN: En seis horas tienes tiempo para tomarte las cosas
con calma y explicar lo que quieres decir sin precipitación. Bertolucci toma
parte también en la elaboración del guión y hace bien su trabajo. Además de la
historia principial, se desarrollan otras subtramas bien tejidas que ayudan a
contruir el armazón en que se basa esta arriesgada propuesta. Si bien no todas
las seis horas de la cinta son de atención máxima, en ningún momento llega a
hacerse aburrida o repetitiva. En todo momento mantiene su interés mientras
deja caer su mensaje. El primero es servir de crónica (magnífica) y el segundo,
de recalcar la bondad del comunismo como forma política (que uno puede estar de
acuerdo con ello o no, pero ¡qué bien está contado!).
Este monstruo tan inusual no es en absoluto para todo el
público. No todos están dispuestos a soportar una película de seis horas con la
atención adecuada y su panfletaria segunda parte puede ofender a más de uno,
pero es una magnífica epopeya en la que se nos muestra maravillosamente la
evolución que sufrió el campo con su progresiva mecanización, el hambre, las
desigualdades sociales, la lucha de clases y las injusticias; con un trabajo
actoral muy bueno, una dirección magistral y una buena banda sonora. Esto me
hace bastante difícil de calificar y de ponerle una nota.
Si nos paramos a ver sólo la primera parte, la película es
de 9. Es un fresco italiano de una
época, precioso y realista. Si nos
atenemos a la segunda parte, el carácter panfletario de la propuesta contrasta
mucho con su reflexivo inicio y me costaría ponerle más de un 3 o un 4 (esa última hora de desenlace utópico me puede).
Nota filmaffinity: 8.3
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