martes, 7 de mayo de 2024

Memorias de un zombie adolescente

Una tarde tonta en que tenía exceso de plancha y pocas ganas de ver algo exigente, le di a Movistar+ a ver qué tenían por ahí y encontré esta peliculilla. Motivado que es uno a veces para escoger.

Este título no presagia nada bueno, eso por descontado. Memorias de un zombie adolescente nos sitúa unos años después del apocalipsis zombie de turno. La sociedad vive encerrada en sus refugios más o menos seguros y parece haber llegado a un status quo mínimamente aceptable. Sí, la cosa se fue a la pucha, pero se esquivó la bala y ahora la gente hace lo que puede en un mundo peligroso (pero no mucho) por la presencia de los no muertos. Por estas cosas que pasan, una chica que quiere demostrar a su padre lo muy autosuficiente que es se pierde en las tierras infectadas, su padre esel jefe del refugio, cómo no. Habría pasado a engrosar las filas de los no-muertos si no fuera por la casualidad de que el zombie que la ha atrapado está enamorado de ella porqué, bueno, porqué lo está. Este será el inicio de un amor imposible entre Montescos y Capuletos que cambiará sus vidas para siempre (jé).

Pues, así como suena, tenemos una comedia romántica zombie. Si tenemos vampiros brillantitos, hombres lobo sexys y maltratadores con sombras de Gris, pues los zombies también se apuntan a la orgía. Es una vuelta de tuerca que nadie vio venir y, más allá de unos primeros diez minutos que parecen llevarnos al terror más genérico, toda la película transcurre dentro de las películas de amor adolescente con un escenario más insólito de lo normal.



Apela al “amor que todo lo puede” con una desvergüenza tan grande que el resultado es una tontería fresca, muy fácil de ver y de olvidar. No se mete en fregados extraños, ofreciendo lo de siempre en un envoltorio inusual. Tiene la suerte de que los actores se lo toman inesperadamente en serio, sosteniendo así la película. No puedo sino felicitar los bemoles del director por tener las agallas de presentar una película repleta de humor y optimismo en un ambiente post-apocaliptico que, además, funciona a su modo. Su reducida longitud (apenas hora y media) contribuye a que la película entre fina y no llegue a cansar en ningún momento.

Podría haberse ido a la gamberrada, a la sátira o tirar de humor negro, pero no. La película es un Crepúsculo y no lo esconde en ningún momento. Es anodina, tan fácil de ver como de olvidar y no ofrece apenas sorpresas al espectador. No va a proporcionar emociones fuertes ni va a cambiar tu vida, ni tampoco lo busca. Es predecible como sólo pueden ser este tipo de películas, sin tampoco ofender por su desarrollo.


Memorias de un zombie adolescente es una comedia inofensiva. La edulcorada portada no presagia nada bueno, pero su toquecito original hace más agradable el trago. Previsible sin estridencias, presta a ser confortable para un espectador poco exigente. Tiene un poquito de todo y no te comerá mucho los sesos.

 

Nota: 5

Nota filmaffinity: 5.2 

domingo, 5 de mayo de 2024

Veneciafrenia

No suelo yo ser muy amigo de las películas de terror. Tampoco soy un gran defensor de la filmografía reciente de Álex de la Iglesia (aunque he visto casi todas sus películas). Por estas cosas que pasan, me liaron para ir al cine a ver su película, que si los carteles molaban un huevo (eso sí), que si tal, que si pascual. Así que se pagó religiosamente para entrar a la sala.

Veneciafrenia nos presenta a un grupo de turistas que van a la ciudad italiana a liarla parda, tener un buen desfase pese a quien le pese, y así celebrar una despedida de soltera, quiera la novia o no. En una aventura que les cambiará la vida (jé), se convertirán en objetivos de un asesino en serie que irá convirtiendo sus vidas en una pesadilla.

Mi principal problema con el director es su tendencia a quedarse sin nada que contar a mitad de película, provocando que las mismas se finalicen con un chimpún raruno y otro puñado de finales fallidos. Aquí, ya lo avanzo, vuelve a ocurrir lo mismo.

Veneciafrenia es un homenaje (a su manera) al giallo, realizando un planteamiento similar en su desarrollo, cuyas muertes glamurosamente sangrientas casi siempre recuerdan a una película clásica u otra. Destaca ya en su portada por un trabajado aparato visual, aprovechando los bellos edificios de Venecia y la imaginería de su famoso Carnaval.  El vestuario de todos los que no son aspirantes a cadáver mola mucho y mezcla bien la belleza con un punto inquietante. Se nota que hay cariño por el material de partida, dándole un aspecto reconocible al film desde el primer momento.



Falla más en su propuesta argumental, supuestamente una crítica al turismo desmedido y los problemas que ello genera. Estaremos de acuerdo en que el exceso de turismo destroza los barrios, pero sacar un slasher de ello supone un excesivo salto de fe. Este género no pide complicarse tanto la vida, por lo que estas ínfulas de tener (mal) denuncia social contribuyen a que la película no sea fácil de digerir. Tampoco ayuda que los protagonistas sean unos imbéciles a los que odias desde el minuto dos. Hacía tiempo que no gozaba tanto cuando los asesinos hacían su trabajo. Eso sí, si esa era la intención del autor, por lo menos ha funcionado. Por otro lado, los actores italianos que encarnan a los asesinos (Cosimo Fusco, Enrico lo Verso, etc.) son todos nombres clásicos del género, lo que hará un poco de gracia a los conocedores del mismo.

En otro orden de cosas, tengo que destacar la inusual actitud del novio de la chica. Se agradece la existencia de un personaje que, ante la matanza, lo único que quiere hacer es salir echando leches de allí. Nada de quedarse a investigar, encontrar a los amigos desaparecidos o ir a la policía. Simplemente, poner un mar de distancia entre sus entrañas y los asesinos. Sin pensar en nada más. Quizás es porque es la posición más racional o porque es lo que yo haría (creo, cobardica que es uno), pero me hace mucha gracia esa reacción.



El conjunto de la película no tiene especial enjundia, ni la motivación, ni el desarrollo ni los personajes. No obstante, hay algunas escenas que, ni que sea por su cuidado apartado visual, destacan entre el resto de la película. A destacar todo el follón de la chica colgando o el degüello en el puente, escenas que juegan muy bien con los colores y la atmósfera, recordándonos que hay un director de verdad ahí detrás.

Lástima que el resto de apartados no está muy allá. En el terror no nos vamos a poner muy tiquismiquis con la profundidad del guión o el desarrollo de los personajes y no encontramos sorpresas. Por lo menos, se le debe agradecer que sea una película cortita que dura lo que se supone que debe durar. No se nota alargada, ni hay escenas que están por estar, por lo que al final, tampoco aburre mucho.

Veneciafrenia podría ser mucho peor de lo que es. Se deja ver, tiene escenas bien construidas, especialmente en torno a lo que sí nos muestra y lo que no. No destaca dentro del género en casi ningún apartado más allá de un vestuario especialmente cuidado. Sin tener nada del otro mundo, podrá satisfacer al fan y no mucho más.

 

Nota: 4

Nota filmaffinity: 4.7 

miércoles, 1 de mayo de 2024

Animales fantásticos - Los secretos de Dumbledore

Parece mentira que la saga de animalitos del mundo de Harry Potter llegara a su tercera entrega. A partir de un librito de “biología” sin trama, se inventaron una cosita muy simpática y luego vino una entrega bastante mejorable (en la que se habían dejado buenos cuartos). Pero como la taquilla respetaba, a alguien le cuadraba la contabilidad y vino otra entrega.

Ésta tenía el problema adicional de todos los follones judiciales (siendo amables) en los que andaba metido Johnny Depp, lo cual asustaba un poco a unos productores que querían meterse en los menos líos posibles. Al final, la decisión fue la de cambiar al actor que da vida al personaje (en este caso, el “agraciado” fue Mads Mikkelsen) y tirar pa’lante como si nada. Evidentemente, esta decisión también trajo cola, especialmente cuando decidieron que no iban a dar ningún tipo de explicación “mágica” al cambio de cara. Pero bueno, como hemos visto con James Bond, si el actor lo hace bien, estos cambios no molestan.

¿Y dónde estamos ahora? Pues bueno, ahora resulta que Grindelwald no puede tomar el poder a las bravas, ya que su plan con Nagini y Flash para destruir el mundo no le salió del todo bien. Han pasado unos años y estamos en 1930 y pocos, así que el malo maloso ha decidido convertirse en presidente del mundo mágico por votación popular, ganando unas elecciones en las que va a hacer todas las trampas posibles. Nuestros amigos de los animales, ahora agentes secretos 007, deberán, como buen James Bond, detener al malo megalomaníaco de turno. Ah, sí. Y Dumbledore tiene secretos, aunque esos no le importan a nadie.

Lo que más me sorprende de esta película (y bueno, de la saga) es la poca continuidad tonal que hay entre una entrega y otra. La primera es una cosa de aventurillas ligera y llena de corazón. La segunda es una historia noir muy convencional (y malilla), y ahora han dado otro volantazo y se pasan a una historia de espías para toda la familia. Cuanto menos es curioso tanto vaivén. Creo que sólo Cars llega a estos cambios tan salvajes.

Esta entrega mejora en mucho a su predecesora, pues cuenta con el guión más cerrado de las tres entregas. Aquí sabían qué querían contar y cómo querían hacerlo. Quizás debido a que sabían que tendrían pollo con el actor antagonista, quisieron asegurarse de que, al menos, no iban a tener follones con la trama, pero bueno, se agradece. No tiene el mimo y el sentido de la maravilla tan bien encontrado que tiene la primera, pero se siente dentro del mundo mágico y es consistente como película (cosa que con Grindelwald no pasaba), lo cual ya me parece un buen resultado de un producto digestivo como éste. Como he comentado antes, ésta es una película de espías con toques mágicos, con sus agentes, contraagentes, giros de guión, paseos por lugares exóticos de medio mundo… sólo que con varitas, maldiciones y los trucos de manos (jé) que se pueden dar cuando tienes a magos por medio. Sabe ser graciosa cuando toca y se pone seria cuando debe, sin por ello ofrecer más que un entretenimiento sin complicaciones.

La trama se ve venir desde el minuto tres, previsible en todos sus giros, pero tanto la acción como las revelaciones se mueven a buen ritmo, por lo que no llega a hacerse aburrida. Complicaciones las justas, eso sí. Los buenos son buenos, los malos malos, y los traidores se ven a la legua.

Lo mejor que tiene la película es justo Mads Mikkelsen. Es el actor que se toma más en serio el proyecto y aporta una frescura que un Depp con el automático puesto no conseguía dar. Sí me creo que este tío sea el malo maloso mágico más peligroso del siglo XX. Mucho mejor que Ralph Fiennes o Johnny Depp, no hay color.

Y, si en Grindelwald lo que mejor funcionaba era la parte técnica, aquí no iba a ser menos. Warner se ha dejado sus buenos 200M€ (bueno, algo menos) en tener unos efectos especiales bien hechos, con una buena integración entre los seres digitales y las personas, escenarios (reales e inventados) trabajados, y un buen diseño de la imaginería que cuadran en cómo se viviría el período de entreguerras en el mundo mágico (y cómo va a empezar de un momento a otro la IIGM). Hay ideas y ganas de hacer las cosas bien en este apartado.

Desde el punto de vista de la música, se aprovecha (quizás demasiado) la espléndida partitura de Williams para las entregas anteriores. Aún con sus variaciones, percibimos las sutilezas que nos indican que estamos en el mundo mágico, en continuo de derivaciones del tema original muy bien encontrados.

Por otro lado, no puedo evitar la sensación de que los protanistas (Newt Scamander, etc.) están ahí porque son los de la primera película y quedaría mal que no aparecieran. Se han transformado en secundarios de “
su propia historia”, quedando implicados en la trama general de pura casualidad, prácticamente porque pasaban por ahí y alguien tiene que ser el bueno. Hasta Tintín aparece por razones menos peregrinas en las tramas ajenas. El guión tampoco les ofrece nada a lo que agarrarse, así que el desempeño de la mayoría de ellos no destaca por su calidad. Todo esto no deja de reforzar la sensación de falta de coherencia en la saga en general, con cada película yendo muy a su bola y las conexiones justas para poder decir que “van juntas” y ya.

Me hace una especial gracia lo poco disimulado que está la analogía con el nazismo y su auge. Sin dejar de ser una película para niños pequeños, no esconde que se estaba gestando un tiempo terrible para la humanidad en su conjunto. Incluso se plantea la cuestión sobre qué nivel de tolerancia se debe manejar con los intolerantes y sobre si los fascistas deben poder presentarse a las elecciones. Que luego se va a otras cosas y no se mete en fregados, pero la chinita la deja caer.

Viendo cómo funcionó en taquilla, es de esperar que en algún momento aparezca una nueva entrega, aunque con los líos en que anda metida la JK, a saber sí se centran lo suficiente como para firmar los permisos. En fin.

Los secretos de Dumbledore tiene muy poco de secretos y sí de aventuras para toda la familia. Este sucedáneo de James Bond para todos los públicos es agradable de ver, entretiene y no ofende a ningún fan exigente. Lo cual no es poco, viendo el resto de las películas derivadas de las obras de Rowling.

 

Nota: 6

Nota filmaffinity: 5.4 

viernes, 12 de abril de 2024

CODA

Como alguien que se queda cada noche de los Oscar, que esta película ganara el premio gordo de la velada me dejó boquiabierto. Una peliculilla menor no parecía ser una ganadora con pedigree suficiente para sobrepasar a los grandes transatlánticos de su generación, que si nadie se va a acordar de ella en unos años, que desprestigia a los premios, etc. ¿Estaría tan bien como tocaba?

CODA nos sitúa en una familia de pescadores de una zona rural cualquiera de EEUU. Tras un primer vistazo, nos daremos cuenta de una particularidad: son sordos. ¿todos? No. La hija pequeña, puede oír perfectamente, por lo que hace de traductora entre sus parientes y la demás gente del pueblo. No es que le guste, pero es lo que hay. A ella lo que le gusta es la música, es lo que la hace vibrar. Lo cual no es algo que su familia pueda entender, por motivos obvios. Y además, se le da muy bien, tanto que podría dedicarse a ello si fuera al conservatorio, pero eso implica dejar atrás a su familia, que la necesita. Así, que la pobre está hecha un lío. Y así comienza la película….

Con este planteamiento podríamos tener un drama bien traumático, pero no, por suerte tenemos una deliciosa comedia que sabe muy bien lo que quiere contar. La abigarrada familia se hace querer desde un primer momento, tanto por sus excentricidades como por los “problemas” que su condición causa en el resto del pueblo, tanto de los que se muestran comprensivos, como de los condescendientes y de los imbéciles. Para ello se basa en unos personajes trazados con mimo, con sus peculiaridades, sueños y frustraciones, que además son interpretados con gracia, permitiéndonos conocer su carácter de un plumazo. No puedo sino destacar la impagable pareja que forman los progenitores de la familia, dos cincuentones llenos de vitalidad, con un carácter único que desborda carisma por los cuatro costados.


Por medio de diálogos bien hilvanados, escenas pensadas con ingenio y una trama impecable se abordan los obvios problemas de comunicación y las dificultades que esto genera en el día a día. También se refleja la incapacidad de la familia para entender los sueños de la protagonista, no tanto pidiendo que lo abandone, sino impidiendo que ellos puedan ayudarla (con la frustración que ello genera a todos). De fondo, la lucha entre abandonar un pueblo que no soporta para cumplir sus sueños, mezclado con la desolación de dejar atrás a una familia que la necesita, dejando claro que no hay buenas situaciones para nadie.

La película – remake de una película francesa, no olvidemos – es un torrente continuo de buenas ideas, destacando por una sorprendente capacidad para meterse en charcos sin mancharse. Sabe reflejar todas las aristas de las situaciones – no precisamente fáciles – de los protagonistas, sus preocupaciones y sus miedos, sin por ello descuidar el avance a buen ritmo de una trama a la que no le sobra ni le falta nada. Y además, lo hace envuelta en un ambiente de buen rollo que hace disfrutar. En todo momento guarda un tono optimista, que se ve con una sonrisa en los labios, amén de ese puñado de chistacos capaces de tirate de la silla, cómo no.


Y una vez más – últimamente van unas cuantas – juega a la perfección con el punto de vista cuando se pone desde la persona sorda, mostrando la situación desde la falta total de ruido y las consecuencias que tiene (comprensión de los hechos, resultado emocional, errores de comunicación, etc. ).

No obstante, en ningún momento abandona su pretensión de ser una película menor. Cuenta –a la perfección, eso sí – una historia pequeñita, de gente normal a la que le pasan cosas normales. Pocos peros se le pueden poner, recibiendo tres nominaciones a los Oscar, para mejor película, mejor actor de reparto (Troy Kotsur, el padre de la familia) y mejor guión adaptado. Parecía un buen reconocimiento, asumiendo una victoria casi seguro para Kotsur por su trabajo. Sin embargo, cuando se asentó el polvo de la gala, resultó que CODA había ganado los tres premios. Esto provocó bastante polvareda, pues su falta de grandilocuencia, de voluntad de trascender, su tono decididamente indie, la hacían parecer indigna de los honores que había recibido. ¿Cómo premiar a esta “peliculilla” y no a monumentos como Dune o West Side Story? (por poner dos ejemplos de un año de  grandísima calidad). Sí es verdad que, desde el último cambio en el modo de votación a mejor película, estas propuestas que están bien sin caer mal a nadie están favorecidas en el recuento, lo que provoca que salgan más veces de las que uno esperaría (Nomadland, Green Book, etc.).


En lo que es a mí, ¿me parece un ganador indigno del premio? Ni por asomo. Esa una película impecable, en la que todo funciona de primera, a la que le puedo poner muy pocas quejas. Si acaso, defiendo que no es la que más me gusta de su tongada (ahí, Drive my car me llega a la patata), pero es una ganadora perfectamente digna, mejorando 4-5 premiadas de los últimos veinte años.

CODA es una película simpática y calentita. Da gusto ver una comedia buenrollera que funciona a la perfección y, además, deja un poso agradable en el alma. Un guión de bandera, actuaciones llenas de carisma y un director que sabe qué quiere contar y cómo contarlo. Propuestas así son puro placer. Siempre tendrá el sambenito de haberse llevado el Oscar siendo indie, pero eso no debería impedirte de disfrutar de una película bien hecha.

 

Nota: 9

Nota filmaffinity: 6.7 

lunes, 8 de abril de 2024

Éramos jóvenes e inconscientes (Laurent FIgnon)

Este libro era, inicialmente, un regalo para mi hermano, vicioso del ciclismo y su épica y su boato. Torció el gesto al abrir el envoltorio, disculpándose porque le había entregado un libro que ya tenía en su hogar. Al final, lo que acordamos es que me quedaría ese ejemplar y le acompañaría a una librería a comprar otra propuesta que le interesara (que acabó siendo otro libro de ciclismo, cómo no). Una vez en mi estantería, pues había que leerlo, ¿no?

Título: Éramos jóvenes e inconscientes

Autor: Laurent Fignon

Título original: Nous étions jeunes et insouciants

Traducción: Jean-Emmanuel Ducoin

“Con 23 años había ganado dos veces el Tour de Francia. Con 24, una grave lesión estuvo a punto de acabar con su carrera. Con 25 se había convertido en patrón de su propio equipo. Con 28 padeció la que quizá sea la derrota más dolorosa de la historia del deporte. Laurent Fignon nació deprisa (él mismo nos explica que fue un bebé prematuro), creció a todo correr y quemó etapas en su trayectoria deportiva a marchas forzadas. Por desgracia, en su desaparición intempestiva parece haber seguido el mismo guión.

Este espíritu de “caballo loco”, como él mismo lo define, impregna de principio a fin sus memorias, escritas con la vehemencia, el arrojo y el desparpajo de quien no tiene pelos en la lengua y no teme herir algunas sensibilidades a cambio de llamar las cosas por su nombre. Fignon repasa sus vivencias a galope tendido, disparando con bala y dejando tras de sí una estela de aires de los 80, cuando una generación de ciclistas impertinentes encabezada por un rubio parisino y gafotas barrió a la vieja guardia de los Hinault, Van Impe, Zoetemelk y Moser. Una generación que a su vez sucumbió, sin apenas haber gozado de los laureles, ante el empuje de una nueva época, de la que Fignon nos deja un retrato más bien amargo.”

Como supongo que no todo el mundo está tan puesto en ciclismo como yo, hago un pequeño suelto para situar al protagonista. Laurent Fignon fue un ciclista francés que tuvo su carrera deportiva a lo largo de la década de los 80. Lo podríamos situar en una especie de división de plata en su época. Era decididamente bueno, arreglándoselas para forjar un palmarés la mar de majo (3GV, 2 monumentos, 14 etapas de GV, 55 victorias) pero siempre a la sombra de los grandes de su época. Era de los que no se callaba una en ninguna entrevista, liándola cada dos por tres, siempre con un amor desmedido por su ego. Una vez retirado, se pasó al otro lado de los micrófonos convirtiéndose en LA VOZ referencia del ciclismo en francés para toda una generación. No sólo sabía retransmitir el deporte, sino que gozaba de un púlpito ideal para seguir soltando sus frases lapidarias y puyas variadas.

El libro – su autobiografía – está estructurado como si fuera un diálogo con el lector en el que el propio Fignon nos cuenta su vida como si lo tuviéramos en el sofá de al lado y estuviéramos charlando con él. A diferencia de otras biografías, más asépticas o más hagiográficas, aquí nos cuenta su versión de las cosas, metiendo baza donde le da la gana y soltando puyitas de vez en cuando, prueba de que acumuló  muchos agravios a lo largo de su carrera.

Resulta casi sorprendente que se trate de una autobiografía que escribió realmente él, sin recurrir a negros literarios (está bastante acreditado que así es), pues se trata de un libro bastante divertido de leer, pues está trufado de anécdotas simpáticas, haciéndose entender fácilmente incluso para los profanos. Tiene también la gracia de que no sigue un orden cronológico, temporada a temporada, sino que se centra en temas concretos. Empieza por aquello que es más conocido, pues siempre será “el que perdió un Tour por 8 segundos” (se nota que la herida todavía supuraba) y no como a él le gustaría “el que ganó 2 Tours a los 24 años”. Luego, como si se tratara de una conversación informal – como he dicho antes – va hilvanando temas de unas épocas u otras, como si le apeteciera hablar de una cosa u otra.

El libro me ha servido para conocer a Fignon mucho mejor que antes. Plasma muy bien su manera de ser, porqué tomaba unas decisiones u otras y qué motivación tenía  lo largo de su carrera deportiva. Ahora bien, el libro no ha servido para que me caiga mejor. Siempre me habría parecido un francés engreído y claramente lo es (y se enorgullece de ello).  Sin embargo, se aprecia la sinceridad con la que le duele no haber ganado más de lo que ganó, lo adecuado que habría sido callarse en algunos momentos (pero los gustazos que se pegaba soltando sus barbaridades) y, sobretodo, lo duro que fue ser el francés que no podía ser tan bueno como Bernard Hinault (una de las leyendas del ciclismo, bretón y tan bocazas como él). Ostia, cómo le duele.


Lo mejor de todo es que cuenta su vida con una retranca que se hace muy divertido. Sí, hemos de aceptar que cuenta sus fantasmadas como a él le da la gana y se quiere mucho a sí mismo, pero las carcajadas te las arranca más de una vez (y más de dos). Así, el libro se pasa en nada.

MI edición (me consta que no está en el original) tiene un apéndice escrito por su editor en que nos cuenta lo que supuso para él la temprana muerte de Fignon (a los 50 años debido al cáncer). Nos cuenta la tristeza que conlleva despedirse de los amigos y la rabia de no poder haberse despedido como le hubiera gustado. Después de todo, Fignon había escrito el libro estando ya enfermo, sin hacer pública su enfermedad hasta el último momento, apenas unos meses después de la publicación, por lo que cogió con el pie cambiado a todo el mundo ciclista (sus palabras despidiéndose de la audiencia al acabar el Tour son de las que dejan boquiabierto).

Este libro hará las delicias de cualquiera que guste del ciclismo y se acuerde de la figura del francés. Si eres ajeno a este mundillo, tiene la especial gracia de centrarse más en la persona que en el ciclista, por lo que te dará una lectura agradable en la que conocerás a un personaje que era era genio y figura hasta la sepultura (con bastante literalidad).

 

Nota: 8

Nota goodreads: 4.02 

viernes, 5 de abril de 2024

La sangre del dragón (C. L. Werner)

Y acabamos con las aventuras de Brunner. Me sorprende haber acabado tan rápido con una trilogía cuando tiendo a arrastrarlas años y años. Me estoy disciplinando un poco y todo.

Título: La sangre del Dragón

Autor: C. L. Werner

Título original: The blood of the dragon

Traducción: Diana Falcón

“En las inmisericordes tierras yermas del Viejo Mundo, el implacable cazador de recomensas Brunner caza a sus presas a cambio de un buen saco de oro. Cuando la caza del famoso usurpador Gobineau le lleva a la ciudad maldita de Mousillon, Brunner se ve atrapado entre dos facciones enfrentadas y un anciano y poderoso dragón.”

Para esta tercera entrega, continuamos con la evolución lógica de la saga, olvidándose de relatos cortos y dedicando una novela completa (no muy larga) a un único evento a lo largo de todas sus páginas. Sus andanzas han llevado a Brunner lejos de Tilea, concretamente está en Bretonia, una tierra extraña para él. Esto no le impide ganar un buen dinero cumpliendo los encargos que le hacen los emperifollados nobles del lugar. Las circunstancias le abocarán a hacer de Serpiente Plisken, internándose en una ciudad maldita para rescatar a una persona. Esto le obligará a reclutar aliados, pues en Mousillon los peligros acechan por todos lados, no te puedes fiar de nadie y las conspiraciones esconden conspiraciones en su interior.

Una de las cosas que más me gustan de Brunner es su gusto por apartarse de los lugares más trillados del Viejo Mundo. Aquí nos centramos en Bretonia, la región situada justo al sur del Imperio, poblada con caballeros andantes, nobles francesoides pijoteros y mucha lluvia. Hace de trasunto de la Bretaña Francesa y las historias artúricas, que son parodiadas con un poquito de mala leche: tiene su Dama del Lago, su hechicero Merlín, su grial, su Caballero Verde… Vamos, todo lo que esperaríamos del Rey Arturo, la tabla cuadrada y sus locos seguidores, pero evidentemente, tamizado con el ambiente sombrío propio del WhFantasy, cómo no. Reconocí mucho de Bretonia en la Touissant del Witcher III, por si a alguno le suena más.

El hecho de tener un único hilo argumental no impide a la novela tener su marcado carácter episódico típico de esta saga. Así, tenemos un par de encargos (aparentemente) sueltos por la región, para que nos situemos. Luego aparece la misión principal del libro, lo que obliga a Brunner a tirar de antiguos aliados para formar un equipo y, finalmente, la misión en sí en el interior de la ciudad, con las revelaciones que te hacen caer de culo para que te levantes y te vuelvas a caer de culo, porque (cómo no) se hilvana con los encargos que leímos al inicio del libro.


El protagonismo absoluto es, obviamente, para Brunner, que está más pasado de vueltas que nunca. No pierde oportunidad para soltar sus frases lapidarias, arrancar alguna cabeza y beber su trago favorito. Encima, como está en Bretonia, una tierra habitada por gente a la que desprecia  (al menos en cuanto a lo que a sus patrones se refiere), se siente especialmente ante cara interacción que se ve obligado a realizar, lo que, obviamente, le suelta todavía más la lengua.

En esta ocasión está acompañado por un enano compañero de armas, Ulgrin Hachafunesta, un cazador de recompensas que ha visto y hecho tantas barbaridades como él. Dotado de algo más de empatía (tampoco mucha) que Brunner, no es capaz de armarse con su cinismo de hormigón armado, por lo que los huesos le empiezan a pesar, ansiando una retirada que cada vez contempla más imposible. Acepta participar en esta misión que sabe suicida debido a la necesidad de arramblar con un buen botín que le permita partir a tierras más luminosas, sabedor de que ya le queda poco tiempo en el negocio y saldrá de un modo u otro.

Finalmente, tenemos al Caballero Negro Corbus como un cazador de recompensas rival que va a por el mismo trofeo. Representa una versión (todavía) más oscura que la del propio Brunner, reflejo de lo que podría pasar si pierde la poca humanidad que conserva. Su rivalidad con nuestro caza-recompensas favorito es de lo más divertida, especialmente cuando nos enteramos de los secretillos que guarda bajo la almohada. Se hace odiar cosa mala.

 

Todo el libro destila acción bien coreografiada, con abundancia de estocadas, decapitaciones, sangre brotando y todas las lindezas que esperamos de una novela de este estilo. Todos los sucesos avanzan a buen ritmo, sin dejar que el lector tenga espacio para aburrirse. En este caso, Werner lo adereza con el ambiente malsano de una ciudad maldita, describiendo una atmósfera desolada que me recuerda mucho a la que se enseña en Dark Souls. Así, sentimos la decadencia palpable de una ciudad que antaño fue gloriosa pero que ya nunca más lo será, pudiendo apreciar la melancolía que desprende una grandeza que fue, que nos hubiera gustado contemplar, pero que ahora se ahoga en ruinas y sangre.

La trama cubre un buen trenzado de tramas de traiciones, contra-traiciones y juegos a varias bandas de lo más divertido. Nuestro asesino favorito, al que hemos visto realizar proezas inimaginables, se enfrenta esta vez ante un reto que, quizás, sí le supera (y cómo llega a impresionar, jué). Y luego el final, claro SPOILER me encanta como al final cualquier ambición o plan personal de cada facción se va a tomar viento cuando aparece un rival que supera a todos, provocando que, si quieren sobrevivir, no les queda otra que aparcar el intenso odio que se profesan y colaborar. Werner plasma a la perfección la rabia que les supone 1) la impotencia de saberse indefensos ante un adversario cuyo poder se sale de la escala y 2) la necesidad de tener que ayudar a un asesino sanguinario al que no quieres sino arrancar las tripas. FIN DEL SPOILER Qué bien le ha quedado al autor, coñe.

Si eres fan de las sombrías historias de Geralt de Rivia y quieres más novelas suyas, esta trilogía es uno de sus mejores sustitutos (aunque Brunner sea una trilogía anterior ^^). Acción a tope, frases lapidarias, la amargura de los tiempos duros en los que la vida se pierde (injustamente) con demasiada facilidad… Y la ambientación del WHFantasy, que siempre mola con todo el grimdark que se va inventando a medida que avanzamos las páginas. Un colofón estupendo que hará las delicias de todo fan del Mercenario más famoso del Viejo Mundo.

 

Nota: 9

Nota: 3.81/5 

miércoles, 3 de abril de 2024

El callejón de las almas perdidas

Y Guillermo del Toro volvió a hacer una película nominada a todo. Después del éxito de la joven del agua, el público tenía ganas de otro cuento de hadas barroco y decadente. Y el director trajo algo parecido, que bueno, quizás no era lo que esperábamos.

El callejón de las almas perdidas – sugestivo título – es un remake muy libre de una película clásica. Situémonos en unos años 20 alternativos. Es la época de los circos de “freaks” donde los ricos se solazan con las artimañas de los fulleros, el asombro de los acróbatas y, sobretodo, con el morbo de los más desgraciados. En uno de estos circos, aparece un don nadie con ínfulas de grandeza, uno más de la miríada de personajillos que sueñan con utilizar el lugar como trampolín a la gloria. Pero este buscavidas no es un cualquiera. Este buscavidas es más listo que el hambre y tiene un plan para no acabar fracasando. O eso dice. Por ahora, se lanza con todas sus ganas a comerse el mundo y todo lo que se le aparezca, teniendo un puñado de aventuras y desventuras que le harán tocar tanto las mieles del éxito como el peor de los fracasos.


Dentro de sus – muy excesivos – 150 minutos, lo más destacable de la película es el estupendo despliegue de su aparataje visual. No es de extrañar, sabiendo quién está tras la cámara. Si Del Toro está al mando, sabemos que la película viajará a través de unos escenarios repletos de detalles inusuales, diseñados con el savoir-faire marca de la casa, creando una imaginería cuidada, que desborda imaginación y una suerte de realismo mágico en la puesta en escena, que permite pensar que cualquier cosa es posible. En este caso, se centra en un art-decó loquísimo que es mi favorito para utilizar como base para un desarrollo steam-punk. La película luce estupendamente y me hace gozar casi a cada fotograma, con interiores imposibles, líneas que abusan de los puntos de fuga, llevando su propuesta estética hasta las últimas consecuencias.

Aparte, se las arregla para poblar este mundo de un puñado de personajes interesantes. el truhán con ganas de triunfar pasando ante todo y ante todos (Bradley Cooper, que cómo nos puede caer mal, anda), el dueño del circo, que sabe que es tocar las mieles de la gloria y perderlo todo, habiendo aceptado muy a gusto su papel de amo y señor de su pequeño mundo (ay, ese diálogo sobre la bajeza y la dignidad) y luego, cómo no, la abnegada enamorada del protagonista, dispuesta a cualquier sacrificio por cumplir los sueños de su partenaire, del que ignora que no corresponde – ni por asomo – en sus ínfulas amatorias. Pues tenemos nuestra obligatoria Femme Fatale que utiliza a nuestro protagonista tal como él utiliza a los demás, haciéndole sentirse importante e incluso teniéndole cierto cariño (como cualquiera tendría por el canario que da un poco de alegría a su hogar, destacable pero reemplazable).

Sin embargo, no todo es bueno en esta propuesta. El argumento, aunque hilvanado con corrección, no ofrece nada nuevo, pudiendo adivinarse desde muy pronto como va a acabar y necesitando que sus protagonistas hagan estupideces para que la trama avance. Tiene destellos de brillantez, pero los diálogos no destacan por su trascendencia y, sobretodo, tiene el problema de un ritmo lento, con multitud de quiebros que no llevan a ningún lado, lo que contribuye a que una propuesta que pudiera ser fascinante se torne aburrida.

Ante todo, la película luce bonita, aspecto que fue reconocido con nominaciones a los Oscars a Fotografía, diseño de producción y vestuario, además de un premio extra (exagerado) como mejor película. Cualquiera de los tres primeros podría haber caído, pero le tocó competir contra el gargantuesco músculo de Dune y el estilazo de Cruella, por lo que acabó yéndose de vacío.

A El callejón de las almas perdidas le ocurre lo que a otras propuestas del mismo director: una puesta en escena abrumadora y brillante esconde una propuesta algo aburridilla que no acaba de rematar del todo. Esta vez, no obstante, tiene unos personajes bien trazados que hacen las delicias del denodado esfuerzo de todo su elenco actoral.

 

 

Nota: 7

Nota filmaffinity: 6.4