La solitaria, excéntria y un poco enamorada de sí misma Alithea Binnie (Tilda Swinton), narratóloga británica en búsqueda de “la verdad común de todas las historias de la humanidad” llega a Estambul para unas conferencias. Rápidamente llega a la conclusión de que la ciudad no está a la altura de su reputación. Pronto es asaltada por una suerte de extrañas visiones, pero es justo en la habitación que antaño ocupó Agatha Christie (qué casualidad) que se le ocurre limpiar frotando un frasco comprado a un anticuario la mañana anterior, donde la maravilla comienza. El tapón del frasco salta, revelando a un monumental Djinn (Idriss Elba). Como nos podríamos imaginar, propone a Alithea de concederle tres preciados deseos. Ella se muestra cautelosa, pues conoce bien que todas estas historias de deseos terminan mal y no tienen otra finalidad que la de advertir. Nuestro Djinn no podría haber encontrado un peor amo, pero no se desanima, después de todo, sólo lleva 3000 años esperando. Desde las dependencias de la Reina de Saba a los grandes salones de los palacios de Bizancio, pasando por el fondo del mar Rojo, con la idea de convencerla para pedir sus deseos, emprende el relato de sus “tres encarcelaciones”. Así, dentro de la intimidad de la habitación de un hotel, a medida que las historias del genio se encadenan y entrelezan, empieza una historia completamente diferente…
Todos conocemos a George Miller. La mirada loca de Mel Gibson (o de Charilze Theron), el cuero, la sangre y el asfalto que se mueve a toda velocidad. Estás son las imágenes que se nos evocan cuando pensamos en él. Pero no conviene reducir la obra del director australiano “simplemente” a Mad Max. Se ha mostrado como un virtuoso a la hora de mostrar la realidad más desencarnada y visceral, pero también como uno de los grandes prestidigitadores de nuestra época. Por supuesto, conocemos las Brujas de Eastwick, no nos olvidamos de las entregas de Happy Feet ni de la notabilísima Babe 2, un cerdito en la ciudad. De alguna manera, invocando los cuentos de las 1001 noches, Miller va todavía más allá con Tres mil años esperándote, ya que lo que le interesa es justo la función operativa de los cuentos. Y mientras Scherezade cuenta historias para salvar vidas, el Djinn las cuenta para salvar la suya, o que la revelación contenida en cada ficción tiene el poder de influir en la realidad.
¿Es posible hoy día que te financien una revisión de las 1001 noches de manera casi literal? Bueno, cuando eres George Miller y prácticamente te financias tú la película, pues tienes libertad absoluta para hacer lo que te de la gana, para lo bueno y para lo malo. En sus películas ya hemos visto que tiene una imaginación desmedida y no se corta a la hora de mostrarlas en pantalla. Quizás no tenemos el salvajismo de Mad Max, pero sí nos enchufa buenas muestras de la decadencia de los grandes palacios de los reyes de antaño. Tres mil años esperándote es una locura visual en la que (casi) cualquier cosa es posible, revestida de colores de inusitada belleza, una música acorde y un denodado esfuerzo por conseguir un vestuario deslumbrante que uno no se cansa de ver en un torrente de escenas originales.
Tilda Swinton es justo la persona idónea para encarnar al epítome de la razón, la persona que se las sabe todas, que no necesita nada, a la que el genio nunca podrá engañar (¿seguro?). Por su parte, Idris Elba clava al melifluo genio que parece no desear otra cosa que conceder sus tres deseos y pasar a otro lado (¿seguro?), pero que cuando empieza a contar su historia, consigue que te quedes pasmado con los cuentos que te está vendiendo. Ambos personajes esconden mucho más de lo que inicialmente parece, lo que se aprecia en los matices de las actuaciones, muchas veces a través de miradas y muecas que esconden lo contrario de lo que parecen decir sus palabras.
Al
final, tenemos un precioso cuento sobre el amor, los vínculos humanos y la
necesidad de compañía, que surge desde lugares desde los que uno no esperaría.
Me hace especial gracia que los protagonistas son unos mentirosos, pero a los
que más mienten es justo a sí mismos, siendo el momento en que lo reconocen
cuando pueden empezar a ser felices. Sin embargo, Miller no tiene un especial
interés en que este relato onírico sea fácil de digerir para el espectador.
Cuenta lo que quiere contar (y lo hace bien), pero su estructura episódica
provoca terribles problemas de ritmo que obligan al espectador a esforzarse por
seguir el hilo de los acontecimientos. Además, su apuesta por el realismo
mágico no pone precisamente las cosas fáciles.
Un poco en consecuencia de lo anterior y de su nula publicidad, la película se estampó a lo grande en los cines, provocando un retraso en la producción de Furiosa, que estuvo a un tris de no llegar a realizarse. Los problemas que sufrieron los cines en los primeros años post-pandemia no ayudaron, claro, que la película es de 2022 y eso es importante.
Se
trata de una preciosidad de película la mar de rebonica. A base de cuentos (de
ritmo algo irregular), explica una historia encantadora sobre los deseos y la
soledad. Sorprende (o quizás no tanto) que venga del mismo autor que Mad Max.
Si entras en su magia, tendrás el cuento de hadas más bonito del año.
Nota:
8
Nota filmaffinity: 6.1
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