La ventaja de haber ganado la cesta’13 (113 libros casi
al azar) es que me permite/obliga a leer cosas a las que probablemente nunca me
hubiera acercado. Es el caso de este libro, de una factura casi artesanal,
probablemente autoeditado.
Autor: Carmen García Fresca
“Solo una gota de sangre” es la primera parte de la
autobiografía de Carmen García Fresca (abuela de una amiga, por cierto). En él
se nos cuentan las andanzas infantiles de una pequeña en los difíciles años de
la posguerra, desde que van de aquí para allá (su padre tenía relaciones algo
peregrinas con el bando perdedor) hasta que consiguen establecerse en una
pequeña ciudad de Castilla.
Carmen explica su vida desde su punto de vista, en este
caso el de una niña de 6 a 12 años de edad. Una época en la que no hay
vencedores ni vencidos. Tampoco intenta mostrar un retrato realista de la
época, es más bien una especie de compendio de pequeñas anécdotas y recuerdos
de una infancia feliz en una época dura para muchos. No tiene una historia como
tal, pues va dando saltitos de aquí para allá, picoteando mini-historias de 2-3
páginas con la trascendencia que tienen las pequeñas cosas para una niña de 10
años.
Me sorprendí enormemente al descubrir la ternura que me
inspiraba este libro. No destaca por su imbricada prosa ni por tener un protagonista
carismático, pero conectó a perfección con mis recuerdos de los veranos pasados
en el pueblo sin nada más que hacer que dejar pasar el tiempo, esperando
descubrir un nuevo rinconcito que no conociera o ver las aventuras que me
deparaba el día. Era leerlo y tener la sensación de estar con mi abuelito cerca
del fuego, explicando historias de cuando era pequeño y la vida más simple:
Entrar en huertos ajenos para conseguir algo de fruta, las peleas para entrar en
calor, las primeras amistades, las excuriones por el río, los profesores y sus
abusos…
Evidentemente, Solo
una gota de sangre no es un libro que se pueda leer con exigencias ni del
que se pueda hacer una reseña del modo habitual. Más bien es un pequeño
divertimento con el que enternecerse y recordar tiempos pasados con el toque
melancólico que produce la nostalgia. Si habéis pasado vuestra infancia en
pequeños pueblos (castellanos o no), o tenéis frescas las historias de vuestros
mayores, seguro que consigue sacaros una lagrimita de cariño.
El libro acaba cuando la protagonista tiene 12 años de
edad, momento en la que su familia se traslada a otra ciudad. La mudanza
provoca un cambio radical en su vida, que se cuenta en la segunda parte de la
historia “Años de una vida joven”, que también tengo por casa y se leerá en
algún momento.
Carmen, muchas gracias por el buen rato que me ha hecho
pasar tu libro. Y gracias Ana (la Rana) por pasármelo.
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