Después de unos cuantos
meses con películas densas el DPM nos ha brindado una propuesta más ligerita,
una pequeña comedia de los británicos Ealing Studios, conocidos por la creación
de clásicos del cine en la época post-IIGM.
Londres se recupera tras
la devastación de la guerra. Entre cráteres y ruinas la ciudad se reconstruye y
sus habitantes soportan con estoicismo las privaciones y el racionamiento. Una
explosión de una bomba alemana abandonada revela un secreto que cambiará la
vida del barrio de Pimlico: unos antiguos documentos prueban que Pimlico no
pertenece al Reino Unido ¡sino a la Borgoña! ¡Jolgorio y alborozo! Los Pimlicos
(ahora borgoñones) ya no se ven sometidos al yugo de las leyes británicas, se
pueden olvidar de las privaciones y vivir en libertad. Aunque bueno, gobernar
un pequeño estado dentro de otro igual no es tan fácil como hubieran previsto…
La premisa inicial puede
parecer absurda (y bueno, lo es) pero una vez pasado este Rubicón y aceptamos
la independencia pímlica nos encontramos con un desarrollo aplastantemente lógico. El nuevo país necesita crear estructuras propias, se producen
conflictos diplomáticos, hay que proveer para la población, se debe prever una
invasión… ¡Incluso se tiene en cuenta a las (recién nacidas) Naciones Unidas!
Cómo no, da lugar a un buen puñado de gags bien logrados que sacan punta al
reflejar aspectos de la sociedad y el carácter británico.
Si es que, cuando las
cosas van mal dadas, ¿Qué mejor para tocar las narices a la nación que sabotear
algo tan puramente londinense como el metro? ¿Qué mejor manera de reflejar que
ya no se es el Reino Unido que sufriendo una tremenda canícula estival? Un
ligero aroma a sátira acompaña el metraje y a un grupo de personajes muy
entrañables a los que es fácil coger cariño.
Podríamos discutir que
el guión no tiene muchas complicaciones ni se rompe la cabeza en exceso, simplemente tiene la
consistencia y el contenido adecuado para componer una comedieta agradable y
resultona. Los gags son abundantes y mantienen siempre un puntito de mala idea
muy simpático. Sin dejar de ser pulcramente blancos, eso sí, que paga la corona
británica y aún no hemos llegado a 1950, ¡no pidamos peras al olmo! Sin ser un
prodigio ni destacar por su virtuosidad, se mantiene en una corrección muy
destacable dónde en en ningún momento parece sobrar (ni faltar) nada.
Siempre se nos ha
mostrado al Reino Unido como uno de los países vencedores de la guerra. Se nos enseñan
imágenes de británicos orgullosos y triunfantes, pero en la mayoría de
películas se obvian los sufrimientos que provocan los bombardeos alemanes y el
sufrimiento de los civiles. Como mucho hemos visto imágenes de evacuación de
niños al campo (casi siempre como si fueran unas vacaciones o el inicio de unas
aventuras mágicas) y alguna que otra escena de entrar al metro para protegerse
de las bombas, pero poco más. En Pasaporte para Pimlico sí que lo tenemos. Los
barrios están destrozados y no hay apenas casa que no tenga un roto, se
proyectan reconstrucciones de barrios enteros, se reflejan las cartillas de
racionamiento (¡incluso se reciben con agrado porque garantiza que tendrás con
qué comer!), la carestía de una época desagradable y la nostalgia de una época
mejor donde podías pasear por la ciudad sin temor a caer en algún agujero o
hacer explotar una bomba olvidada, gente colaborando con lo poco que tiene para
tirar para adelante con el optimismo ingenuo que da el haber sobrevivido a una
guerra cruel. En cierto modo me recuerda a las películas españolas de los 50-60.
La pobreza está por todos lados pero se respira un aroma alegre que te
obliga a sacar una sonrisita en el sufrimiento (Los ladrones somos gente
honrada, Usted puede ser un asesino, El pisito).
En parte es justo esa la
función de los Estudios Ealing. Inaugurados en los años treinta, el gobierno
británico les contrató desde el inicio de la guerra para producir un puñado de
comedias bienintencionadas que subieran la moral de la población. A lo largo de
los años nos dejaron un buen puñado de comedias que se basaban en un humor
blanco y alegre, siempre con un punto socarrón muy bien encontrado. Destacan
entre ellas piezas como El hombre del
traje blanco, The ladykillers (con
remake de los hermanos Coen), Whiskey a
gogo! o la pieza que nos ocupa hoy. Pequeñas comedias llenas de picardía y
buenas intenciones.
Si dentro de tus vidas
cinéfilas quieres descargar con algo diferente y ligero, reírte con una comedia
bien hecha de otra época, sin comerte mucho la cabeza, entonces puedes intentar
pasar un buen rato con los alegres pimlícos en los apenas ochenta minutos que
dura la película. Se ven en nada y, decididamente, te hacen reír un poco.
Nota: 6
Nota filmaffinity: 7.0
Muy buen comentario.
ResponderEliminarMuchas gracias,Meitnerio.
Se hace lo que se puede.
EliminarGracias a ti, por pasarte y comentar
Mt