Título: El testamento final
Autor: Sam Bourne
Título original: The Last Testament
“Jerusalén, año 2003.
Un asombroso hallazgo arqueológico puede cambiar el rumbo de las negociaciones
de paz entre Israel y Palestina.
Se trata de una
tablilla de arcilla en la que está inscrito el testamento de Abraham y que
dispone cómo ha de repartirse la Tierra Prometida. Una tablilla escondida por
el arqueólogo israelí que descifró su contenido antes de ser asesinado. Ahora,
su hijo y una intrépida mediadora de paz estadounidense deberán encontrarla
para dar una solución definitiva a uno de los conflictos más persistentes de
nuestro tiempo. Pero no son los únicos que la buscan…”
La protagonista absoluta del libro es Maggie Costello, en
su momento la mejor mediadora de paz de EEUU. Se retiró debido a un enorme
error cometido en una guerra en el Congo que causó el fin de la tregua y una
escalada de violencia sin precedentes. Amargada por los remordimientos, intenta
vivir una vida “normal”, pero es reclutada a la fuerza para colaborar en la
que parece la mejor oportunidad de conseguir la paz entre palestinos e
israelíes. Rápidamente, empieza a investigar la muerte del arqueólogo,
encontrando unos datos que no debería haber encontrado, con lo que deberá
empezar una carrera por su vida.
Después de tanto boom con libros de códigos secretos,
conspiraciones religiosas y demás, viene bien encontrar un buen libro de
misterio sin cosas raras. Juegos de espías, algún que otro secreto militar,
intrigas políticas por aquí y por allá y unos toques de acción aderezan un
libro agradable de leer. Alejado de influecias danbrownianas, Bourne nos deja una obra de espías de corte clásico
ambientada en un lugar no demasiado trillado por los thrillers: el conflicto
Israel-Palestina.
El libro es lo que se suele llamar un thriller de oficio.
Sigue todas las reglas de la intriga correctamente, contiene una cantidad de
giros argumentales suficientes cómo para mantener el interés y mantiene un buen
ritmo para hacer que su lectura sea entretenida. No se molesta en caracterizar a los personajes
-son más “trabajos” o “cargos” que personas-, pero tampoco es algo
estrictamente necesario en una obra de estas características. Su lectura es muy
rápida y amena (a pesar de sus 500 páginas), la trama está correctamente
trazada y el ritmo no decae en ningún momento.
Me ha hecho especial gracia el hecho de que, al hablar de
los presidentes (EEUU, Israel, etc.), en ningún momento dice su nombre, pero
siguiendo las descripciones, puedes entender claramente de quién se está
hablando en cada momento.
Sin ser nada del otro mundo, es una novela de espías muy
correcta y entretenida para leer como pasatiempo.
Nota: 6
Como cosa curiosa: Cuando lo estaba leyendo, era obvio que
la historia se estaba acabando -apenas quedaba ya tela que cortar- pero yo
estaba extrañado ya que aún parecían quedar unas cincuenta páginas.
Efectivamente, la novela se acabó y entre agradecimientos, notas del autor,
mapas y publicidad, los editores le añaden unas cuarenta páginas que me tuvieron
muy despistado -y, al no prever que no me leería esas páginas, me dejaron sin
libro de repuesto!-.
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