Hoy traigo una
serie, y como suele ser de menester, yo siempre comento moderneces, que eso
nunca falla. De hecho, aquí viene una serie de Netflix de 2018 que tuvo una
temporada (y no más). Poco ha llovido y gran éxito que ha tenido.
Nos situamos en un
pueblo aburrido cualquiera de EEUU a mediados de los noventa. Concretamente en
Boring, Oregón (jé). Como siempre ha sido para cualquier adolescente, el
instituto es una mierda que hay que soportar. La acción nos plantea la vida de
dos adolescentes que, aparentemente, no deberían tener (muchos) problemas, pero
para los que la vida es un poco mierder. Luke empieza el instituto con ganas de
comerse el mundo, pero aunque se supone que ser negro ya no es un problema en
el “moderno” EEUU, las cosas no son tan fáciles. Encima, su obsesiva
fascinación por el cine no le facilita las cosas. Por si fuera poco, nada más
llegar al club de audiovisuales del instituto, se enamora de Kate, que resulta
ser la hija del director. Kate también tiene sus problemas. Por un lado, su
padre la avergüenza cada día con sus intentos (fallidos) de ser molón y
modernuki (jé), por otro, los demás chavales la han considerado una niña mimada
por ser hija de quién es. Encima, está enamorada de la chica molona de un curso
superior, actriz en el club de teatro. Como a finales de los noventa, ser
lesbiana en el instituto era todavía una profesión de riesgo, decide aprovechar
el amor de Luke para disimular y hacer ver que es una chica “normal”.
Obviamente, esto no hace si no complicar su adolescencia y la de sus amigos.
Dentro de la miriada de series coming of age que tiene Netflix, ésta es una de las primeras que vieron luz, ahora ya hace unos cuantos años. A lo largo de 10 capítulos de 25 minutitos, seremos testigo de las vicisitudes de un puñado de nerds que están en el momento más importante de sus vidas: sus primeros amores, los amigos que duran para siempre, etc. Se apuesta aquí por la nostalgia noventera (no es tan habitual alejarse de los 80), con el Wonderwall por bandera y una época en la que todos los problemas parecían resultos pero todavía quedaba mucho por lidiar.
Una de las cosas
buenas de esta serie es que tiene MUY claro qué quiere contar. Cada uno de los
dos protagonistas tiene su desarrollo de personaje bien ajustado, con unos
secundarios con trama propia que se cierra correctamente. La longitud está bien
medida para que no se generen altibajos, ni se acelere en demasía. Los 25
minutos de cada entrega entran finísimos tanto para ventilársela del tirón como
para verla algo más salteada.
Todo es una mierda plasma
esa época en la que vas creciendo y te das cuenta que, efectivamente, todo es
una mierda con una naturalidad sorprendente. A ello contribuye la inesperada
viveza con que los protagonistas (Peyton Kennedy y Jahi Di’Allo Winston)
desprenden. Repleta de una extraña mezcla de ilusión, hastío y emoción por
vivir todo por primera vez. Ahí reside uno de sus mayores valores, pues son
historias con las que es fácil empatizar y rápidamente se hacen querer. Entre los
secundarios, sorprende encontrar a una jovencísima Sydney Sweeney, en uno de
sus primeros papeles con algo de importancia.
La serie no busca
complicarse la vida, no contiene tramas sobrenaturales, no tenemos amores de
montescos y capuletos. Quizás incluso podríamos considerarla más un slice of
life, ya que se aleja de las dramedias típicas de estos días (Sex Education, Élite). Son dramitas
más cotidianos, mezclados con tensiones madre-hijo y padre-hija en familias
monoparentales, junto con la aparición de nuevos amores de los progenitores y
ciertas heridas del pasado que deben cerrarse (o no). Problemas que todos hemos
tenido (o hemos conocido a alguien que ha pasado por ello) y que comprendemos
fácilmente, tanto en reacciones, como en expectativas y consecuencias.
El desenlace, no obstante, tiene cierta polémica SPOILER ya que al final ella consigue ligarse a la “chica molona” y se acaban comiendo los morros. El problema es que Peyton Kennedy tenía los trece años que representaba y Sydney Sweeney ya tenía casi dieciocho (representando ser de un curso mayor). Así que, bueno, puede incomodar a algunos. FIN DEL SPOILER
Lo importante es que la serie tiene un final. Podrá ser más o menos satisfactorio, pero todos los personajes tienen su arco argumental, van de un sitio para llegar a otro de manera lógica. Se nos cuenta una historia y se nos cierra. Aunque podría haberse continuado fácilmente (la vida sigue), se trata de una serie que está pensada para durar una temporada y es lo que dura, por lo que deja un buen sabor de boca en todos sus momentos.
1 temporada de 10 capítulos de 25 minutos. Si es que te la ventilas en nada.
Dentro de un coming of age, se hace raro encontrar una serie de gente normal. Todo es una mierda es una serie pequeñita, agradable y desengrasante. Es cotidiana, es entrañable, con todo bien puesto en su sitio, sin artificios. Puede que la vida de unos chavales de instituto normales a los que les pasan cosas normales no te interese, incluso puede que digas que Todo es una mierda, pero es una mierda por la que todos hemos pasado (en mayor o menor medida) y que se ve sin ningún esfuerzo.
Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.5
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