No acabo de estar seguro de porqué puse esta película para ver. Que conste que fue cosa mía y yo escogí iniciarla, pero bueno, no sé de donde la saqué ni tenía previsto echarle un ojo, pero bueno, apareció.
Salario para matar nos centra en la vida de un mercenario de origen polaco que vive de matar por un buen precio. Las circunstancias lo ponen en contacto con unos revolucionarios mexicanos algo desastrados, mientras tocan las narices al cacique local.
Y a partir de ahí, se saca una película que bebe mucho de los Spaghetti Westerns “inventados” por Sergio Leone. El éxito de su trilogía del dólar hizo brotar un chillón de imitadores, especialmente en Italia, siempre presta al explotation en la época. La mayoría de los creadores se limitaban a imitar lo que Leone había mostrado en pantalla sin realmente entender qué era lo que funcionaba y lo que no. Corbucci fue uno de esos pocos que entendía cuáles eran los engranajes que hacía funcionar esas películas y los emuló conscientemente. Falto de la sutileza y el savoir faire del mítico director italiano, sí se las arreglaba para cocinar con brío los buenos ingredientes, como un alumno aventajado que sabe aprovechar unas buenas enseñanzas.
Así pues, tenemos un western que funciona como un
tiro a pesar de su exiguo argumento. No es que lo que ocurre en la pantalla
tenga mucho sentido, pero mola. Tiene un director que sabe lo que hace tras las
cámaras, unos actores competentes delante y ganas de hacer disfrutar al
espectador.
Ante todo, hay que destacar el carisma de Franco Nero, su “polaco” es bastante improbable, pero desborda carisma y mala leche, como un buen antihéroe de este tipo de películas. Es uno de los grandes nombres, sabe lo que hace y tiene ganas de hacer un buen trabajo.
Encontramos entonces a personajes sucios, duelos de tensión imposible, miradas asesinas y un fascinante aroma de amoralidad bien (mal) entendida. Contribuye a ello una banda sonora marca Morricone muy bien parida, ideal para realzar la épica y la tensión de cada escena. A destacar especialmente el poder de la música en su clímax dentro de la plaza de toros. La pieza “L’arena” es ideal para dotar del carisma necesario al espléndido duelo final, dejando un sabor de boca final mucho mejor que el espectáculo que hemos visto durante las dos horas anteriores (oye, que tampoco está nada mal).
Evidentemente, no debemos esperar ningún tipo de plausibilidad histórica. Tal como Tarantino demostró muy bien matando a Hitler porque sí, o metiendo rap en su Django, este género se aparta de la verosimilitud y se arroja con ganas al género por el género. Los buenos son buenos, los malos, malos y, aunque parezca que aparecen nombres reales, no busca, en absoluto sentar cátedra. Toca inventarse una historia rimbombante para atraparte y es lo que hace.
Suele decirse que dentro de este género hay
películas malas, hay películas buenas, y luego están las de Leone. Salario para matar es de las buenas. Un
director que sabe lo que hace con su película, un actor principal que tiene el
carisma y el morro correspondiente para dar vida al anti-héroe correspondiente.
El exiguo argumento y el ridículo presupuesto no ayudan, pero el conjunto es la
mar de aprovechable para cualquiera que sepa disfrutar de un western.
Nota: 6
Nota Filmaffinity: 6.5
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