Avanzo
dentro de los libros de la Cesta’13, llegando al número 44 de la misma, lo que
parece una propuesta de enredos amorosos y otras veleidades románticas.
Título:
La fiesta de Ralph
Autor:
Lise Jewell
Título
original: Ralph’s Party
Traducción:
Mº Antonia Menini
“Ralph y Smith llevan varios
años compartiendo piso en los bajos del número 31 de Almanac Road, una típica
casa londinense de tres plantas. Cuando se ponen a buscar una tercera persona
para romper la monotonía, entre en escena Jem, guapa, romántica y soñadora, que
rápidamente se convence de que uno de los dos nuevos compañeros está destinado
a ser su media naranja. Todo podría quedar en el típico triángulo amoroso si no
fuera porque Smith ha perdido la cabeza por Cheri, la fría y ambiciosa chica
del ático, que a su vez le tira los tejos a Karl, el del segundo, que
supuestamente vive en feliz matrimonio con Siobhan.
Y por si el asunto no estuviera
ya lo bastante enredado, Siobhan se propone recuperar su maltrecha autoestima
teniendo una aventura con el primer sujeto apetecible que se ponga a tiro. Así
las cosas, a Ralph no se le ocurre nada mejor que organizar una fiesta en su
casa e invitar a todos sus vecinos.”
No cogí el libro con especiales ganas, el argumento de la contraportada no auguraba nada especialmente interesante, pues las historias gratuitamente románticas no me agradan demasiado. Sin embargo, a medida que avanzaba la lectura y después de que un par de chistes entraran especialmente bien, me invadió la extraña sensación de estar leyendo un capítulo de Friends. Los dos protagonistas bien podrían formar parte de la extraña troupe del Central Perk, es otra ciudad pero la época es la misma, los chistes (muchos) son parecidos…
La fiesta de Ralph es
una novela ligera de amoríos, pero en vez de situaciones imposibles, tragedias
o escenas tórridas, se lanza sin complejos dentro de la comedia. Cae dentro del
subgénero actualmente llamado Chick Lit,
que todavía no se había acuñado cuando salió el libro (que es de los 90, oju). Tiene
la ventaja de leerse con una facilidad pasmosa, convirtiéndose en una lectura
ligerísima para desconectar entre otros libros más pesados. La trama requiere
cero esfuerzos para seguirla y sabe plantear situaciones en las que, más o
menos, todos nos habremos encontrado en algún momento. Además, sabe durar lo
que tiene que durar, ni se apresura ni le sobra espacio.
Como
el triángulo amoroso típico es poca cosa, nos propone un doble triángulo más o
menos relacionado, utilizando el edificio como modo de articular que personajes
tan variopintos se conozcan. Encontramos relaciones bastante desastradas
consistentes en traiciones, amor no correspondido, lealtad, intimidad,
lecciones aprendidas y maduraciones desesperadas. No hay héroes románticos
aquí, sino personajes del día a día, muy humanos, que bastante tienen que hacer
con sus complicadas vidas.
Todos
los personajes tienen aspectos con los que nos pueden caer simpáticos, pero
también unos defectos bien gordotes, actuando en muchos casos egoísticamente,
pero sin tampoco una gran maldad. Se hacen querer a su modo, especialmente
porque Jewell te permite entrar en sus mentes y entender el porqué de sus
acciones. Por ello, sin llegar a justificarles, te permite comprenderles
(además de soltar un enorme tooooonto un buen puñado de veces).
Los protagonistas son Ralph y Smith, una suerte de Joey y Chedler cambiados de nombre. Uno es algo atolondrado, inocentón, con facilidad para ligar pero incapaz de enamorarse, mientras que el otro es un pijín algo cretino, siempre dispuesto a dejar claro que tiene razón, etc etc. Cuando llega Jem, ésta es una suerte de Rachel, está buscando chico (para pasarlo bien), tiene la cabeza llena de pájaros, pero a la hora de la verdad quiere algo de tranquilidad. En el piso de arriba está la pareja estable de Karl y Siobhan, que respectivamente recuerdan mucho a Ross y Monica, primero tenemos a un cretino egocéntrico lleno de inseguridades que se muestra incapaz de aclararse sobre qué quiere con su vida, que tan pronto reniega de lo que tiene como se arrepiente de perderlo (una y otra vez), mientras que luego tenemos a una chica algo regordeta, llena de manías que no se siente merecedora de ningún tipo de cariño, especialmente por parte de un marido que no hace el más mínimo esfuerzo por tenerla contenta. Finalmente, en el ático está Cheri, que debería ser Phoebe, pero no es éste el caso, si acaso su hermana gemela. Aquí si tenemos al único personaje que no tiene nada d epositivo. Tenemos a una mujer algo más entrada en años, repleta de belleza y de clase, que considera al resto de habitantes del edificio unos paletos de los que mofarse y se entretiene manteniendo caliente a todo el ganado masculino posible.
Los
dos triángulos son obvios: Jem está
entre Ralph y Smith, incapaz de decidirse entre un intelectual algo pelmazo que
le da seguridad económica y un despistado artista que la divierte pero que no
tiene un chavo. Dentro de todos los lugares comunes por donde transita la
trama, la autora consigue hacer a la protagonista simpática, con lo que no
resulta cargante en ningún momento. Algo más indigesto es el triángulo entre Siobhan, Karl y Cheri, en un
ejemplo muy claro de cómo la incapacidad de comunicarse provoca los conflictos
y que los personajes se comporten como estúpidos por necesidades de la trama.
Uno no sabe transmitir que sigue queriendo a su mujer, y se intenta ligar a la
vecina que le hace ojitos por pura tontería (te dan ganas de decir “imbécil”
nosecuantas veces); ella no sabe valorarse a si misma y es incapaz de
transmitir su necesidad de mimos porque, bueno, porque no. Y bueno, Cheri vive su vida y la enredan en todos
los follones.
El happy ending obligado es un poco más retorcido de lo esperado, pero remata todas las tramas satisfactoriamente, sin forzar la situación en exceso. Entre tanta tontería, al final los más decentes reciben su premio y los tontos su castigo, dejando una pequeña sensación reconfortante, al recordarte de que, aunque seas un desastre, a veces pasan cosas buenas.
Pero bueno, el libro se lee con facilidad, entre su trama ligerita, las tonterías de sus personajes y los chascarrillos que van cayendo aquí. No necesita mucha concentración, entrando sin problemas en viajes de metro o similares. Lo que más choca es que se trata de un libro muy noventero. Hijo de su época (el libro ya tiene casi treinta años), tiene por objetivo a los jóvenes de aquel momento. Se nota mucho en la idiosincrasia de los personajes, muy alejados de la gente de veintimuchos de hoy en día, tanto en aficiones como en reacciones. Es fácil reconocer muchas actitudes que hoy en día serían bastante cuestionables y estoy seguro que de si se escribiera ahora, sería muy diferente. Reconozco haberme puesto nostálgico al reconocer modas, canciones y actitudes de cuando era pequeño y la vida era más fácil. También me encanta que Jewell plaga la obra de marcas y referencias de moda en la época, muchas de ellas inexistentes hoy día (¡cómo pasa el tiempo!).
Investigando un poco sobre la obra, parece haber una continuación, ubicada cuando los personajes tienen cerca de los cuarenta y les vuelven a pasar cosas. Salió como parte del 15º aniversario de este libro, un poco a modo de homenaje. Quizás puede interesar a alguno, pero al menos yo no tengo especiales ganas de leer.
Al
final, lo que tenemos es una comedia ligerita de amoríos de los noventa. Entra
con una facilidad pasmosa y se olvida con la misma dificultad. Funciona para
desconectar de propuestas o de algún viaje en que no tengas ganas de pensar
mucho. Un librito que, sin ser gran cosa, te deja un regustillo agradable al
finalizar.
Nota:
5
Nota goodreads: 3.6/5
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