Como muchos sabréis, estos últimos años me he aficionado
a escuchar radio enlatada en forma de Podcast. Hay algunos muy buenos. Por
ejemplo, la Órbita de Endor, que me ha recordado y recomendado un buen puñado
de películas y libros. En este caso, esta película no viene a colación de este
podcast, sino del de Todopoderosos (otros que son muy buenos), que me han
recordado cuánto me gusta Kubrick, al que hacía mucho que no veía.
La carrera de Kubrick no se circunscribe a un único
género. En un prodigioso ejercicio de alarde, va saltando de género en género
forjando una obra maestra en cada uno de ellos. Senderos de Gloria está situada en la IGM, encontramos batallas y
despide un poderoso aroma antibelicista, pero no es el género de la guerra el
que Kubrick toca en esta película – sino el de juicios. La batalla que
presenciamos es brutal e impactante, pero el grueso de la película está
dedicado a la preparación impecable de un juicio perdido de antemano, su
celebración y sus terribles consecuencias. Kubrick demuestra una vez más que es
capaz de meterse en un género desconocido para él, tocar todos sus resortes
como el mejor de los maestros y dar una lección de cómo rodar antes de saltar a
su siguiente proyecto.
Nos situamos ya bien entrada la IGM. El frente ya se ha encerrado en la lucha de trincheras
de la que no sabe salir. Con el objetivo de quedar bien ante los políticos, un
general ordena un ataque hacia las líneas alemanas. Es consciente de que el
asalto está condenado al fracaso, pero la política manda y debe parecer que se esfuerza por ganar. Como era de
esperar, éste acaba en catástrofe, lo que pone en entredicho su capacidad como
líder. Para escurrir el bulto, acusará a sus tropas de cobardía, sometiendo al
regimiento a un terrible castigo para servir de ejemplo al resto del ejército.
En esta película, Kubrick vuelca sus frustraciones sobre
el mundo: la imposibilidad para cumplir la ley cuando el culpable está dentro
del tribunal y la corrupción de la cadena de mando que se produce en el
ejército y en casi cualquier empresa.
La clásica imagen de que la mierda
siempre cae hacia abajo y al final siempre deciden los mismos. Pone en la picota la imagen del jefe incompetente, tanto
en la figura de un general que calcula el esfuerzo en forma de porcentaje de
bajas como en la de un teniente que no duda en eliminar un soldado mucho más
competente que él sólo para evitar quedar en evidencia.
Asimismo, también realiza una poderosa crítica a la forma
de hacer una guerra desde la política y los salones alejados del frente (no
olvidemos que la Guerra de Corea está bien candente). Los generales y los
políticos viven bien en sus casas mientras que los soldados que van a morir
sufren las consecuencias de la disciplina y la explotación en el frente. Cuando
la guerra se dirige en base a decisiones políticas y los expertos son
ignorados, cuando la obcecación y la ineptitud domina la cadena de mando… Los
soldados mueren fútilmente. Para muestra, un botón, en boca de uno de los
generales: “Si
la orden era imposible (de cumplir), la única prueba que podían aportar eran
sus cadáveres amontonados al fondo de la trinchera”
¡Ah! ¡Pero hay un resquicio para la justicia! Kirk
Douglas es un prestigioso abogado que ha ascendido en la cadena de mando hasta
el puesto de Mayor. Suficientemente alto como para tener influencia, pero no
tan alto como para evitar luchar y sufrir al lado de sus hombres. El mejor
actor de la saga Douglas se carga a hombros la película con una actuación
imperial, de las que hacen historia. Dentro de tanta podredumbre, es el héroe
íntegro que va a poner orden y limpiar la casa. Machoalfismo llevado al límite
con todo el estilo imaginable.
¿Cómo
no te vas a emocionar al ver al coronel Dax plantándole cara a ese petulante de
Mireau, paradigma del trepa lameculos que existe y existirá en cualquier
trabajo del mundo? ¿Cómo no te va a llegar al fondo del alma ver a esos pobres
desgraciados que progresivamente se ven compungidos cuando se dan cuenta que
esa muchacha que canta será lo único bonito que verán en mucho tiempo, quien
sabe si lo último? ¿Quién en su sano juicio no sentiría asco hacia la guerra y
por la gente que la utiliza para su beneficio personal? ¿A quién no le parece
que las trincheras sean el infierno en la tierra?
Kubrick
consigue que salgas de la película con un cabreo de tres pares de narices. No
es un trago de buen vino, sino un vinagre magistral que te indigna y te da
ganas de patear al mundo que nos rodea. Ahí está la grandeza de la película. No
sólo tiene un guión impecable ni apenas se le notan los 50 años que tiene (la construcción
de escenas es impresionante, con travellings a lo largo de las trincheras o el
campo de batalla que siguen cortando el aliento), no. Es una ficción tan
trasladable a nuestra vida laboral que nos remueve por dentro de la peor
manera. Justo lo que Kubrick quiere con el film. Que pocos son capaces de construir una base sólida a partir de
sentimientos, realizando además una propuesta artística de este calibre.
Da igual los años que pasen, Senderos de gloria es una maldita pasada atemporal. Kubrick
coge a la realidad y te golpea con ella. Tienes que tener latón dentro del
cuerpo para no quedar impactado por su dureza y honestidad. Simplemente, es una
maldita pasada.
Nota:
10
Nota
filmaffinity: 8.5
PD:
Aunque ya la había visto, uno nunca acaba de creerse que vayan a fusilar a los
soldados. Pero allí están, rogando por su vida, patéticos, desesperados, y
sobre todo humanos. Joder, que uno de los condenados es transportado en
camilla... no hay palabras para describirlo.
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