miércoles, 28 de agosto de 2024

Wild Wild West

Con el tiempo, vamos avanzando en este especial de películas malas que nunca llegamos a realizar. Hoy nos mezclamos con vaqueros, travestis y arañas gigantes, en Wild Wild West.

Así, nos situamos al final de la Guerra de Secesión estadounidense. Cuando parecía que la paz y la reconciliación estaban floreciendo, un misterioso atacante amenaza con dar al traste con la situación. Causando una destrucción más allá de toda medida, los sheriffs locales no pueden lidiar con el asunto, con lo que el presidente Grant deberá echar mano de sus dos mejores hombres. El obvio problema es que sus métodos son completamente antagónicos, por lo que la investigación tomará unos derroteros… inesperados.

Aunque está situada en un punto temporal concreto, desde un primer momento nos daremos cuenta de que la realidad histórica se la trae al pairo. Wild Wild West es una comedia de aventuras disparatadas, que propone una mezcla bastante absurda de ingredientes, con sus acrobacias, sus payasadas y una imaginación cuanto menos sorprendente. Cuando se sugirió, me sorprendió que se incluyera en esta categoría, pues fui al cine en su momento y, en mi tierna juventud, recordaba habérmelo pasado en grande con ella. Había salido entusiasmado con sus tonterías, cansado casi de todo lo que me había reído.

Pero bueno, hemos venido a jugar y debemos verla para poder desbarrar a gusto. Esta revisión me ha cambiado un poco esta concepción. Quizás porque soy un público más maduro y tengo ya bastantes millas corridas, pero ¡vaya película! Hay tal cantidad de defectos que espanta. Me gustaría saber qué se fumaron al crear el guión, aprobar el proyecto o realizar la filmación, porque la cantidad de cosas que no deben hacerse en una película de cine de gran presupuesto es enorme (que esto costó 170M!). Una vez entiendes de dónde sale el proyecto algunas cosas se entienden más, después de todo Barry Sonnenfield y Will Smith venían de hacer Men in Black y estaban en el momento en que se les permitía cualquier cosa.

Es que no sé por dónde empezar. Muchos aspectos de la propuesta necesitaban de una revisión muy completa que, bueno, como detrás están quienes están, pues producción aceptó tirar para adelante sin mirar. La trama argumental tiene unos agujeros y unas incoherencias que parece que estamos ante una propuesta parecida a Abraham Lincoln, Cazavampiros antes que en una superproducción. Sonnenfield tiene unos gags que quiere realizar y no se molesta en hilarlos convenientemente (que sabe hacerlo, que veníamos de haberlo visto en Men in Black), con unos baches de ritmo bastante exagerados. La pretendida enemistad entre los dos protagonistas se traduce en unos diálogos de besugos a los que les falta mucha revisión, utilizando el roast sin ningún tipo de medida. Se suceden chistes racistas, a costa de gays, paralíticos, sordos, enanos…Del trato de las mujeres como ganado (y ellas disfrutando por ello) ni hablamos, claro ^^.

¿Y cómo tenía yo buen recuerdo de ella? Pues porqué también tiene sus cosas buenas. Wild Wild West se arroja en el Steam Punk con entusiasmo e imaginación. A lo largo de su metraje encontramos un montón de cacharros funcionales la mar de locos que hacen disfrutar cosa mala a mi niño interior. El ingenio para concebir la máquina asesina de imanes o la silla de ruedas del malo maloso no están al alcance de cualquiera. Un caso aparte es la araña gigante final. Es un subidón que mola un puñado, pero si conocemos un poco de historia, la cosa tiene más gracia. Un par de años antes, se estuvo moviendo un proyecto para una película con Superman dirigida por Tim Burton y Nicholas Cage como Clark Kent. La idea para el clímax final era que Superman luchara contra una Araña mecánica gigante con cierto toque steampunk. El proyecto al final fracasó, pero parece que un productor se quedó con las ganas de meter una araña gigante, así que se dedicó a buscar proyectos en danza donde pudiera caber un bicho de ese tipo y allá que fue con Wild Wild West, añadiendo 20M sólo para tener la maldita arañita liándola parda.

Y luego está Will Smith. Estos años son los que él era el amo del cotarro y sólo con su jeta ya sacaba adelante cualquier película. Cosa que hace aquí: a base de carisma, sonrisa y un culo bonito, la película funciona. Se le perdona cualquier patochada porque, joé, mola. Y eso basta. Además, a su lado están Kevin Kline y Kenneth Brannagh pasadísimos de vueltas que redondean toda la fumada. Está claro que los tres se lo han pasado en grande rodando esta película. Son conscientes que tienen una tontería enorme entre manos, pero disfrutan tanto con su juguetito que el resultado es tronchante. Este contexto hace que incluso los chistes más pasados de vueltas hagan diana.  Por ejemplo, hay un momento en que Loveless reparte los EEUU entre Reino Unido, España y Méjico. “- ¿Y Francia? - Qué le den a los franceses.” (Obvio).

Wild Wild West es una película que debería ser un desastre. Falla por casi todos los frentes, no tiene filtro y no sabe cuándo desbarra o se pasa de ingeniosa. La trama es de chiste y no sabe qué es el ritmo. Sin embargo, el trío protagonista desborda tanto carisma que la película funciona. Así, tenemos 100 minutos de chorradas, steam punk y tortazos. Diversión por todos lados.

Sí, merece estar dentro de las películas malas que molan. Porque es mala, y porque mola un montón.

Nota: 6

Nota filmaffinity: 4.0 

domingo, 18 de agosto de 2024

Lightyear

Entre esta plaga de secuelas, precuelas y a ver si cuela, Pixar nos trajo su quinto producto dentro del paraguas de Toy Story, prometiéndonos la película que inspiró al juguete de Buzz Lightyear. ¿Es esto lo que nos ha traído? Bueno, no.

Principalmente, porque no me creo que ésta fuera la película que Andy (con sus 7 años de edad) fuera a ver en 1995 ^^. Encima, tampoco tiene en cuenta la serie de animación (que no estaba nada mal) que pudimos ver durante años en el Canal Disney, con su propio set de muñecos en nuestro mundo, no. A Andy le hubiera gustado Una nueva esperanza o En busca del arca perdida, pero este Lightyear se aleja mucho de una sencilla historia sobre el camino del héroe.

Porque uno esperaría un poco de aventuras espaciales, triscando de planeta de aquí para allá, con un Emperador Zorg que quiere conquistar el universo y un puñado de aguerridos Guardianes de la Galaxia impidéndolo de manera chistosa. Pero no, la película empieza mostrándote a Buzz Lightyear con un auténtico Marine Espacial que disfruta rebanando cabezas como si estuviéramos en un WH40k para niños durante unos buenos veinte minutos. Tras una primera aventura, la desgracia sacude a la expedición por un error del propio Buzz, que no puede soportar no ser el más perfecto soldado. A partir de ahí, empezará un camino de redención que le llevará por caminos inesperados.

Y en casi ningún momento tenemos un escenario de soap opera futurista, no. Aquí tenemos ciencia-ficción dura, de la que se vuelve desasosegante cuando uno se para a pensar en las implicaciones de lo que está ocurriendo. Lightyear tiene que redimirse de su error pilotando una nave a velocidades cercanas a la luz, para probar así un combustible experimental con el que lograr sacar a toda la gente que le acompaña de un planeta peligroso. La gracia es que cada vez que hace una prueba de, digamos, pocos minutos, en el planeta pasan varios y varios años. Así, tan obcecado intentando arreglar lo que ha hecho, ve cómo pierde a sus seres queridos, todo cambia, y al final ve que es alguien prescindible. Y es que esa es la gracia de la cinta. Cómo a veces, cegarnos en algo, en intentar reparar nuestros errores, puede pasarnos factura.

Aunque no tenga nada que un niño no pueda ver, el tono en que está rodada es cercano a 2001, los chascarrillos brillan por su ausencia en la primera hora, en la que el tono desesperado es cada vez más marcado. Es en su desenlace que el film ya toma unos senderos más conocidos y pueden ser disfrutados por todos, mezclando las aventuras con un humor facilón y un desenlace curioso que, por lo menos deja cierto buen sabor de boca al ganar al malo maloso de turno y permitir la redención del protagonista.

Así, tenemos una película dividida en tres episodios que no casan tonalmente bien entre ellos: Acción seca (casi) para adultos, Ciencia-ficción hardcore y aventuras para toda la familia. Durante más de una hora, el tono es seco, oscuro, ciertamente ominoso. De repente, entra la luz y se vuelve luminoso y divertido, contrastando con todo lo que hemos visto hasta entonces.  Demasiado serio para los más pequeños, pero demasiado tonto para los más curtidos, se queda en tierra de nadie pese a que los episodios individualmente funcionen.

Lightyear intenta además un par de bromas meta – el mensaje inicial y la escena tras créditos,  por ejemplo – que no acaban de funcionar. Se agradece el intento, pero fallan a lo grande. Lo contrario ocurre con todo lo que tiene que ver con el gato, que roba todas las escenas desde que aparece y tiene a su bien los mejores chistes de toda la película, con desternillantes resultados. Jus, que me he pasado repitiendo sus frases un mes o más.

La animación tiene la calidad marca de la casa. Tanto a nivel técnico como artístico demuestra una factura excelente, al alcance de ningún otro estudio del momento. La fluidez de los movimientos, la calidad de las texturas y el diseño de su imaginería funcionan perfectamente tanto para los adultos como para los más pequeños. Esto es algo que la casa nunca ha perdido y no pierde oportunidad para mostrarte lo que saben hacer.

En cuanto al final, he visto que ha enfadado a más de uno, pero a mí me parece muy bien hilvanado. Sí, es del estilo de cierto director que gusta de hacer cosas raras con los finales, sí, pero se lo he comprado con creces. Juega con la moraleja de saber cuándo es necesario darlo todo por un ideal y cuando hay que evitar obsesionarse con un imposible, siendo consciente de la necesidad de “dejar ir” cuando toca. Todo ello rodeado de chistacos felinos, que es bien. Quiera que no, es una vuelta de tuerca curiosa al “si te esfuerzas, lo conseguirás” tan típico de estas producciones.

Lightyear es un buen intento de película que falla al centrar el tono en que busca contar la historia. Se aleja de las propuestas típicas de la franquicia, pero no equilibra nada bien lo que quiere contar. Así, se vuelve demasiado infantil para los adultos, pero demasiado densa para los peques. Eso no quita que sea una historia de ciencia-ficción bien parida, que intenta un par de cabriolas bastante originales y sale con cierta gracia del brete. Irregular en su conjunto, pero aprovechable.

 

Nota: 6

Nota filmaffinity: 5.8

 

  

martes, 13 de agosto de 2024

El ocho (Katherine Neville)

Y llegamos al número más bonito de la Cesta’13, el libro 69. El honor le toca al tochamen vendidísimo que leyó toda una generación (y fue olvidado a continuación).

Título: El ocho

Autor: Katherine Neville

Título original: The Eight

Traducción: Susana Constante

“Catherine Velis, experta en ordenadores, se ve involucrada en la peligrosa búsqueda de un legendario ajedrez que perteneció a Carlomagno. En sus piezas se halla una fórmula vinculada a la alquimia, la masonería y las fuerzas cósmicas y, al parecer, quienes intentan recuperarlas sufren amenaza de muerte.

Arrastrado por la fascinante prosa de la autora de El círculo mágico, el lector se sumergirá en la historia europea, de 1790 a 1970, y conocerá a los singulares propietarios de los trebejos, los crímenes que cometieron y la relación que sostuvieron con grandes figuras de su tiempo como Napoleón, Robespierre, Casanova, Voltaire, Newton o Catalina la Grande.”

El ocho es una novela especialmente importante porque es uno de los (casi) inauguradores de su género. Es uno de los primeros ejemplos que mezclan el thriller histórico con conspiraciones, espías y mitología mágica, junto con puzles y correcalles por medio mundo. Publicado en 1988, es una influencia clarísima para la miríada de imitadores que surgieron tras su éxito morrocotudo (Dan Brown, por ejemplo). Comparado con todo lo que ha venido después, El ocho puede parecer algo simple, pues el género se ha expandido por lugares a los que Neville nunca pudo imaginar, pero siempre hay que reconocer a los pioneros.

Tal como dice el resumen, el libro está dividido en dos partes muy claras, que se van intercambiando (algo que no era habitual en aquel momento). Así, tenemos dos tramas principales, una en 1790 y otra en 1970, que se alternan pero al mismo tiempo tocando mismos temas en diversas épocas. Al mismo tiempo, Neville conecta con historias de otras épocasque se entremezclan con personajes históricos, revisiones muy curiosas del devenir de la humanidad y cierta necesidad de saber más que te impide dejar de leer. Es al mismo tiempo una novela de espías y novela histórica, siendo ambas de lo más viciante (la verosimilitud histórica salta por la ventana en la página 3, pero eso no me importa porque la trama mola demasiado). Capítulos cortos que mezclan las revelaciones con las conspiraciones dentro de conspiraciones, es un libro que sabe qué y cómo contarte las cosas para que no quieras dejar de leer. Has de hacerte un poco el tonto con las casualidades (o es justo eso lo que más mola), notándose mucho que no se ha documentado apenas, pero luego monta bien el juego y los personajes tienen el carisma justo para molar sin ser cargantes.

Este libro ya lo había leído hace muchos años, pues apareció por casa cuando yo debía tener 12-13 años. En aquel momento, lo devoré en apenas 2-3 días, disfrutando de cada palabra y de cada vericueto de sus vicisitudes y sus imposibles giros de guión. Dediqué ese verano en hacer un mapa de la trayectoria de cada pieza, buscando completar el puzzle de por dónde habían pasado (y de cómo su presencia había definido la historia tal y como la conocemos). Así que bueno, cuando recogí este libro para esta reseña, uno ya venía bien motivado de partida. Me parece curioso que en este repaso he disfrutado más de la trama de 1970 cuando de peque me flipó la de 1790.

Lo que sí se hace raro es leer una novela “moderna” que ya tiene cincuenta años. El ocho jugaba a ir a la última y mostrar todos los avances tecnológicos del momento, reflejando cómo iban a revolucionar nuestra vida. Detalles en muchos casos que ya se han establecido o directamente están obsoletos, lo que crea un curioso anacronismo que me ha hecho bastante gracia cuando lo leía. También sirve para constatar cómo ha cambiado el mundo y las maneras de la sociedad. Por ejemplo, esta novela se escribió mucho antes de las Torres Gemelas, así que el moverse de país en país es mucho más fácil, de la misma manera que la seguridad en edificios gubernamentales es “un poquito” más liviana. Ah, y disponer de un teléfono móvil aquí y allá habrían provocado diferencias enormes en el caso de una localización más moderna.

Neville presentaba aquí una aproximación rupturista a la novela histórica, con multitud de ideas y hallazgos interesantes. Su prosa, en cambio, es casi dolorosa en muchos momentos. Neville se zambulle en el reino de los clichés baratos al menos una vez por capítulo, a veces cada página. Los cliffhangers son tan ingenuos que se hacen entrañables (ya sabes, la frase de “nunca pensé, cuando me levanté por la mañana, ¡que este día iba a cambiar mi vida para siempre!”). La capacidad que tiene para mezclar párrafos de novela rosa barata con situaciones que podrían salir en novelas de LeCarré es pasmosa. Eso no impide que la novela sea más que audaz en el (ab)uso de personajes históricos, conversaciones completamente imposibles y giros de guión tan pasados de página que son pura gloria. ¿Es “querido lector, poco sabía que en dos horas iba a estar luchando por mi vida, escapando de un asesino del KGB” un intento de chiste, o se lo toma en serio?

El mayor deje que tiene el libro estriba en sus personajes. Más allá de que unos son malos y buenos, ninguno de ellos está especialmente diferenciado. Todos son astutos, inteligentes, guapos, tienen habilidades inusuales que se destacan justo en el momento en que son útiles… Básicamente son perfectos e indistinguibles. Deberían ser bastante cargantes, pero como les pasan cosas que molan, pues se le perdona un poco.

Y ahí está una de sus virtudes: El ocho sabe molar. Se “inventa” lo que luego llamaríamos “el juego de la caja” (que JJ Abrams llevó al extremo) y sienta las bases de lo que será este género en los siguientes treinta años: ¿El genio misterioso y solitario que, de alguna manera, está en el centro del misterio y sabe todo, aquel en el que nadie, incluso sus amigos, pueden confiar, que tiene una agenda oculta que, justamente, tiene que ver con la heroína? ¡De ninguna manera! Después de que se interesa personalmente por ella, descubrimos que es alto, guapo, diabólicamente carismático, seductor y, espera, ¿podemos confiar en él? ¡No lo vi venir! Incluimos también al borracho de la alta sociedad, la burguesa despistada (o no tanto), el peculiar pero entrañable genio de las matemáticas // ordenadores, el malvado y amenazador espía extranjero, el muy occidental, ilustrado y colaborativo compañero, la revelación que el Otro es en realidad más íntegro que Nosotros… Bueno, por nombrar unos pocos. A todos estos giros, hay que añadir a Carlomagno, la OPEP, ajedrez, la Revolución Francesa, la caída de los zares…

Fumadas continuas sin la pretenciosidad de Dan Brown. Simplemente con ganas de divertir y flipar al lector. Si te haces un poco el tonto con las coincidencias y compras su abrazo por la fantasía, tienes un vibrante thriller que sabe sorprender y permite girar páginas como nada. Sufre de haber sido imitado (y superado) demasiadas veces. Un respeto a los pioneros.

 

Nota: 8

Nota goodreads: 3.93/5 

sábado, 10 de agosto de 2024

Jurassic World: Dominion

Por aquí ya me habréis visto relatar como Jurassic Park es una de las películas que más han influido en mi vida. Sin ella, yo no me habría dedicado a lo que me he dedicado ni habría tomado las decisiones que he tomado en el pasado. Así que bueno, cada vez que hay un producto nuevo relacionado con estos dinosaurios, uno ya se emociona. No os podéis imaginar el subidón que supuso el retorno de Jurassic World, e incluso con su extraña segunda parte.

¿Qué ofrece de nuevo Dominion? La anterior entrega nos vendía a los dinosaurios escapando a la naturaleza, obligando a los ecosistemas a adaptarse. Yo imaginaba que esta película nos mostraría los problemas de soltar a los bichos por ahí, con raptors asolando los pequeños pueblos, el ganado vacuno sustituido por iguanodones más eficientes… Pues no, más allá de que el público conoce que existen los Dinos, no parece haber ningún efecto ni la película va de eso. Simplemente, lo que tenemos es una excusa peregrina para que los personajes antiguos y nuevos acaben en unas instalaciones de una compañía malvada que quiere destruir el mundo (esta vez, con unas langostas mutantes que acaban selectivamente – o no – con los cultivos).

Así, empiezan los correcalles, un poco de terror light, pocas cosas coherentes, alguna que otra carnicería y guiños que se escapan por ahí. Debo reconocer que ver a todos los actores que han encarnado a personajes que han significado tanto para mí (Laura Dern, Sam Neill, Jeff Glodlumb) me ha hecho sentir un poco de calorcito en el corazón. Se les tiene cariño y me hace ilu que salgan. Eso no quita que todos ellos – y los de Jurassic World – vayan con el automático puesto, dedicándose a hacer el pavo en pantalla y poco más, pero bueno, es que el guión tampoco les ofrece gran cosa.

Ahí está el mayor problema que tiene la película. Más allá de ser una excusa para juntar a todas las generaciones, el film no tiene nada que contar. Falla al aportar un tono a la película, moviéndose sin mucho criterio entre la comedia bufa y el thriller científico, lo que provoca reacciones extrañas de personajes, incoherencias con lo visto tres minutos antes… Por momentos parece más que estamos viendo una parodia dinosauril y no una continuación de la saga jurásica. El argumento no tiene ningún sentido lógico, incluso para los estándares de la saga, y no tiene más función que provocar que los personajes vayan de un lado al otro con cierta prisa. En mi opinión, tenían ideas para hacer tres o cuatro set-pieces y luego buscaron (sin esforzarse mucho) una manera de hilarlos para poder decir que se trataba de una película y no de una demostración técnica. Que si langostas, que si hay un cachorro de raptor, que si la niña es humana o no, que si el libre albedrío… Han de pasar tantas cosas convenientemente para que la película avance entre un chocho de cosas sin sentido tan grande que echa bastante para atrás.

Y lo que más fastidia es que, individualmente, cada una de las escenas está bien hecha: La persecución en moto, las aventuras en el bosque, el rescate de Blue…. Colin Trevorrow no tendrá ni idea de escribir un guión o mantener el ritmo, pero maneja bien dónde pone la cámara y en qué gasta sus dineros. El CGI se complementa con los efectos físicos para tener unos dinosaurios de primera, con el músculo que da tener quién tiene detrás. Además, la película está filmada con criterio, hay desarrollo de la imaginería bien cuidado y una fotografía notable. Lástima que parezca olvidarse de todos y cada uno de los demás aspectos de la película.



Me fastidia especialmente porque es una saga a la que le tengo cariño y se han dejado muchos cuartos en crear un producto que abusa de la nostalgia. En estos tiempos de secuelas, precuelas y aversicuelas hemos tenido muchos ejemplos de nostalgia bien entendida, por lo que me parece sangrante una dejadez de este calibre. Así, queda una oportunidad desaprovechada a múltiples niveles que hubiera dado muchos más frutos a la que se hubiera cuidado más el conjunto.

Jurassic World: Dominion no sabe si ser un homenaje o una parodia, con errores por todos lados y un equilibrio bastante inexistente. Se aprecia mucho mimo por el apartado técnico, con un puñado de escenas individualmente brillantes, lastrada por un guión más que cuestionable que estropea cualquier posibilidad de salvar la propuesta. Reconozco habérmelo pasado muy bien con ella, incluso con sus enormes defectos, pero también soy consciente de que le tengo tanto cariño a la saga que devoraría casi cualquier cosa que me pasaran por delante.

 

Nota: 2

Nota filmaffinity: 4.8 

sábado, 3 de agosto de 2024

Todo a la vez en todas partes

Hoy le toca el turno a una de las películas más interesantes de los últimos años.

Empecemos ante lo que plantea el inicio del film. Conocemos a Evelyn, una inmigrante china en EEUU que regenta una lavandería desastrosa, hace lo que puede para mantener a flote una familia algo disfuncional (con un marido pusilánime, un padre medio gagá que la desprecia y una hija a la que no comprende). Encima tiene problemas con Hacienda. En el peor día de su vida, cuando parece que ya nada puede salir peor, descubre ser la ELEGIDA para realizar una epopeya multiversal con la que salvar a la existencia de la destrucción. Evelyn no parece estar muy dispuesta a cumplir con su labor, pero el Universo no opina lo mismo….

Los primeros 10-15 minutos presentan a los personajes, que muestran una mezcla de patetismo y excentricidad más allá de cualquier medida. Todo ello deja una mala sensación de “qué mierda estoy viendo” enorme. Es fácil salir volando de la película ante este inicio. Sin embargo, tanta estulticia es deliberada, puesta ahí para servir de contrapunto para que, cuando empeicen a pasar cosas raras, nuestra mandíbula caiga al suelo y nos quedemos con una alucinante sensación de “¡Qué mierda estoy viendo!” que nos acompañará durante todo el metraje.

Es decir, una vez empiezan los fuegos artificiales, bajamos por un tobogán a la locura que ya no abandonamos hasta que acaba la película. Los directores nos arrojan un torrente de situaciones sorprendentes, rompiendo mil veces las reglas de lo que se debe mostrar en pantalla y lo que no, dispuestos a deslumbrar en todos los aspectos del film.

Desde un primer momento, sorprende encontrar en papeles heroicos de acción a un elenco relativamente entrado en años. Veteranos que ya habíamos olvidado del cine de artes marciales, demuestran estar plenamente en forma en coreografías imaginativas, repletas de hallazgos ingeniosos, soluciones absurdas y toñas de primera al alcance de muy pocos. No es que las coreografías estén bien (que lo están, ya ahondaré en ello), sino que además de las acrobacias, el guion les aporta profundidad a todos, dando lugar a personajes carismáticos que se hacen querer desde el segundo uno. Desde la magnífica Michelle Yeoh, que encarna a la improbable protagonista, pasando por los queridísimos Ke Huy Quan (del que nadie se acordaba) o la reina del terror Jaime Lee Curtis (la mejor actuación de su vida). También hay que destacar a Stephanie Hsu, que saca adelante el papel más difícil del film con una dignidad sorprendente.  No es precisamente habitual encontrar un elenco que destaque tan a lo grande tanto a la hora de arrear como a la de interpretar, desbordando carisma y desvergüenza por los cuatro costados.

A ello hay que sumar la imparable inventiva de los directores a la hora de crear este locurón multiversal, destacando por un montaje frenético en el que cualquier cosa es posible, un apartado visual único y reconocible, una trama perfectamente urdida que no deja respirar una vez se lanza, además de un ritmo perfectamente medido para provocar el efecto deseado en cada momento. Es original, es diferente, es alucinante (de manera bastante literal), es hilarante, es grosera y, sobretodo, es capaz de emocionar con chorradas gigantescas como nadie hubiera podido concebir.

Cada escena está muy bien pensada, con una puesta en escena que deja claro el esfuerzo que hay para que cada detalle mostrado sea el que estaba planteado. Nada se deja al azar ni en lo visual, ni en los diálogos ni en las tortas. Y es que por si fuera poco, la película despliega las mejores coreografías de artes marciales desde The Raid. Los combates son variados, movidos y visualmente estimulantes. Sabe sorprender, ofreciendo armas, golpes y combos que nunca habrías esperado ver en pantalla, rompiendo las normas sin parar, pero molando por los cuatro costados. Además, una vez aparecen los “súperpoderes”, el ordenador se complementa a la perfección con los efectos especiales para dar luz a un espectáculo deslumbrante sin por ello perder el hilo de la película. (La pelea de la riñonera, la del premio del mes, la primera aparición del antagonista, el escudo antidisturbios, el meñique del destino… y no paro)

Y para rematar el conjunto, Todo a la vez en todas partes es una estupenda película de ciencia-ficción que habla sobre los límites de la divinidad y el continuo flujo espacio-tiempo, sin por ello dejar de fabular sobre las relaciones paternofiliales, la tolerancia y la necesidad de ser aceptado. Defiende con tanto ahínco la sinceridad amable como el motor que hace avanzar el mundo que se vuelve incluso entrañable y al mismo tiempo, es la mejor película de cochinadas multiversales que se ha hecho en los últimos diez años. Menea tantos ingredientes en un cóctel tan imposible que debería explotarte en la cara, pero en vez de eso, te pega al asiento y deslumbra continuamente.

Por otro lado, se debe recalcar con mucho énfasis que no es una película para todo el mundo. Todo a la vez en todas partes es una propuesta muy extrema. Parte de un argumento delirante que se revuelca en el patetismo durante 20 minutos para luego lanzarse al absurdo festivalero los siguientes 100. A nivel visual despliega un colorido salvajemente intenso, con un diseño extravagante un tanto desquiciado en el que es MUY fácil sentirse atacado. Se pierde en sus memeces y excentricidades, obligando a mantener la atención y a aceptar las tonterías que te presenta sin cuestionarlas mucho de primeras. En conjunto, hace tantas cosas locas y rompe tantas normas de “cómo deben ser las cosas” que es muy fácil salir volando de la película. es algo a tener en cuenta a la hora de afrontar la película o a la hora de recomendarla. Si no entras en el juego que te propone, pues tampoco te sulfures, que ya es normal.

No en vano, con los Daniels detrás, es fácil comprender que nos enfrentamos a un proyecto excéntrico cuanto menos. Tal como demostraron en la minimalista y genial (y muy raruna) Swiss Army Man, mu normalicos estos no son. Aquí no puedo sino felicitarlos por el mérito inmenso que tiene, por un lado, inventarse un mejunje tan complejo, extraño y delirante (estupendo guión), rodarlo consiguiendo la implicación total del elenco, tanto en las interpretaciones como en las actuaciones física y, finalmente, ordenarlo de alguna manera que se consiga un engendro coherente (las peleas en la sala de montaje deben haber sido…). Encima, visualmente es apabullante, y hay payasos y dildos y confetti y… muchas cosas raras. La inventiva de estos dos zumbados es imparable.

Cuando se acercaron las nominaciones a los Oscar, yo era bien consciente de la posibilidad de una lluvia de menciones, porque se trata de una película muy bien realizada en casi todos los aspectos. Pero claro, con una propuesta tan extrema, ya me imaginaba que la muy conservadora academia no se iba a atrever. No os podéis imaginar mi sorpresa cuando anuncian 11 nominaciones para la película, con todo lo gordo incluido: Película, director (Daniels), actriz (Yeoh), actor secundario (Ke Huy Huan), actrices secundarias (Hsu y Lee Curtis), Guión original (Daniels), Montaje (Rogers), Banda sonora (Lux), Canción (Mitski) y vestuario (Kurata). Casi nada al aparato. Indudablemente, empecé a dar saltos en el sofá cuando los premios empezaron a caer. Debí despertar a medio edificio con los anuncios de Mejor Película, Director, actriz, actor secundario, actriz secundaria (Lee Curtis), Guión y Montaje.

Vamos, que me ha gustado mucho. ¿no? A saber: necesita (y utiliza) a un puñado de actores en estado de gracia, tiene tres de las cinco mejores coreografías de tortas de los últimos diez años, te arroja a un locurón de absurdeces de primera durante y, encima, maneja múltiples capas de subtextos de la que sacar enseñanzas para la sociedad. Si llegáis a la escena de la riñonera y veis que es vuestra mierda, no la dejéis pasar.

 

Nota: 10

Nota filmaffinity: 6.4