Después de visitar lo más
moderno en un post altamente sugerente, vámonos un poco con los clásicos, en
una estupendísima película de las que ya no se hacen.
Las hermanas Hudson fueron
grandes estrellas infantiles. De pequeñas, Baby Jane encandilaba a todos con
sus canciones y su gracia infantil. Una vez más crecidas, Blanche se convirtió
en una actriz de éxito mientras que Baby Jane malvivía de fiesta en fiesta.
Tristemente, la carrera de Blanche se trunca en un accidente de tráfico que la
deja paralítica. Jane deberá cuidarla el resto de sus días, alimentada por el
rencor y la envidia, creando una convivencia enfermiza y decadente.
Ya sólo por el hecho de ver
el espectacular duelo interpretativo de estas dos divas, la película merece
sobradamente la pena. Aunque en un principio la película parece una extraña
fábula sobre las veleidades del éxito y de cómo puede afectar a la
personalidad, pronto se convierte en un film de terror psicológico de altísima
calidad, influencia y referencia de muchas películas que vendrían
posteriormente.
ACTORES: Los mejores días de Joan Crawford y Bette
Davis habían pasado ya, avejentadas y semi-retiradas, parecía que no iban a
volver a participar en una gran película. Pero vino Aldrich a rescatarlas del
olvido con esta película. Ambas actrices se profesaban un intenso odio mutuo en
la vida real, que sirvió para dar mas morbo y fama a la película en el momento
de su estreno. Este desprecio es patente en la película dónde, según cuentan,
las actrices no tenían que fingir mucho cuan profundamente se odiaban… algunos
golpes excesivamente realistas, unas caras de placer al torturar…
Baby Jane (Bette Davis)
llega a dar mucho miedo, esos sudores fríos que provoca el no saber que te
pondrá en la bandeja del desayuno o como reaccionará cuando le pidas un favor...
su personaje es vulgar, decrépito, torturador y al mismo tiempo trágico, como
una muñeca rota o un juguete olvidado y apolillado. Y enfrente, una Joan Crawford
cándida y dulce, a la par que una chantajista emocional monstruosamente
perversa.
El duelo interpretativo es
de los que hacen historia (y causan histeria).
DIRECTOR: “Que cerca está
ese teléfono y a la vez que lejos...” Aldrich se la jugó mucho al juntar a este
par de actrices (y no morir en el proceso), y lo aprovechó para realizar una película muy
sólida, que desprende momentos angustiosos y aprovecha a un par de actrices en
estado de gracia que disfrutan de unos papeles que parecen hechos para ellas. A
lo largo de sus dos horas, Aldrich incrementa paulatinamente la angustia y la tensión dramática.
Sin necesidad de golpes de efecto, sino por un continuo y enfermizo engranaje
que nos explica como pueden afectar los celos y las envidias al carácter de las
personas. Situaciones tensas, escaleras que se vuelven prisiones y extrañas
culpas, cuando una maltrata con crueldad y la otra con consentimiento.
La plasticidad del
escenario sirve para crear una atmósfera incómoda, que destila malrollismo y
pasión enfermiza. Además, el ritmo no decae en ningún momento, aprovechándose
para provocar un continuo de escenas inolvidables (la desaparición del pájaro
en la jaula, el baile de Baby Jane recordando viejos tiempos, la escritura de
la nota de auxilio, las angustias por las llamadas de teléfono, la huída del
pianista, el desenlace en la playa…).
GUIÓN: El guión condensa
muy bien la simbiosis entre las personas, los excesos de la fama, la envidia y
la locura, tocando brillantísimamente muchos palos. Diálogos muy ácidos, que
destilan mala leche y odio por todos lados, que sirve para sentar las bases de
lo que serán las películas de terror psicológico. La introducción del pianista
es un método perfecto para introducir más profundidad al personaje de Baby Jane
y humanizarlo aún más (si cabe).
La estructura con dos
prólogos es prodigiosa, sirviendo de germen para el festival de odios y
rencores que les siguen. El final es espantoso, cruel y triste, pero brutalmente coherente con el resto de la película.
Es ésta una película dura,
siniestra, patética en ocasiones pero siempre mantiene el interés del
espectador. Bette David y Joan Crawford acometen dos papeles de durísimo
registro dramático con una soltura que sólo ellas podían tener, como dos perras
en celo que, infladas de ego, entregan todo de lo que disponen. Una joya
imprescindible, tiene momentos tan magistrales como sombríos, es de ese tipo de
películas que por más que intentes disfrutar, no se puede, esta película hace
sufrir, hace entrar en más de un personaje y sentir empatía por los ellos, sin
lugar a dudas una obra maestra. Imprescindible en cualquier videoteca que se
precie.
Nota: 9
Nota filmaffinity: 8.3
Aparte de ser un éxitazo en taquilla, la película se llevó nominaciones a Mejor actriz, mejor actor
secundario, fotografía, vestuario y sonido. Sólo se llevó el de vestuario, lo
cual puede extrañar en este peliculón. En su defensa, debo decir que compitió en uno de los mejores años de la historia de los Oscars, con monstruos como Lawrence de Arabia, Matar a un ruiseños,
Dias de Vino y Rosas, El milagro de Anna Sullivan, El día más largo… Casi
nada.
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