Hoy he vuelto con un clásico
de los que hacen época, de 1946 que viene esta película. Una de las primeras
colaboraciones de John Ford con Henry Fonda, en una película icónica en su
género, con escenas impagables que han quedado dentro de la imaginería popular.
Me gustaría saber como de My Darling
Clementine se llega a Pasión de los
fuertes, pero bueno, siempre hemos tenido traductores cachondos con los
títulos.
Wyatt Earp, antiguo sheriff
de Dodge City, llega a Tombstone transportando ganado con sus hermanos. Cuando
su hermano James es asesinado, Wyatt aceptará convertirse en el sheriff de la
ciudad para encontrar al culpable. Contará con la ayuda del médico, jugador y
pistolero Doc Holliday en uno de los duelos más míticos de la historia del
cine.
Ford nos ofrece un western
distinto. No sé si puede calificarse de poético pero al menos las dosis de
violencia no son las habituales del género. Las balas y los duelos se
sustituyen aquí por una pretendida sensatez, los pistoleros son cultos y
conocen a Shakespeare y el propio Wyatt Earp es mucho menos “fiero” y más
enamoradizo de lo que en otras películas nos lo han pintado. El propio título
en inglés ya puede dar una idea de que se buscará más el lirismo que la acción,
guiño perdido en la traducción.
ACTORES: Henry Fonda, Henry
Fonda y Henry Fonda. Su presencia en pantalla llena cada momento de la película
de una rotundidad y una solidez extraordinaria. Simplemente, está en estado de
gracia (y creo que nunca le había visto tan joven). Ford siempre sabe cuidar a
los secundarios, como se puede ver en Walter Brennan, con un trabajo magnífico
en una caracterización de villano a la que no nos tiene acostumbrados. Ward
Bond, cuya presencia siempre es un lujo, tiene en este caso un papel un tanto
más apagado. Victor Mature muy bien y creible. Las chicas están algo más
desdibujadas, pero cumplen con corrección.
DIRECTOR: En esta película,
Ford crea unas cuantas escenas icónicas, que se insertaron firmemente en la imaginería
popular: El Sheriff Earp balanceándose en la silla, “no señor, siempre fui camarero”,
la lucha en OK Corral, el vaquero marchando hacia el crepúsculo, “si sacas la
pistola, es para matar”…
Ford se deleita con grandes
paisajes, una narración mesurada y tranquila, muy humana, centrada en las
relaciones entre los personajes antes que en saber quién mató a James o en la
acción típica del género. Sus personajes se alejan del tópico hombre de acción,
mostrándose mucho más preocupados de lo habitual por las tribulaciones mundanas
(Wyatt y Clementine, Doc y su tuberculosis). El equilibrio de caracteres entre
Doc Holliday y Wyatt Earp está más que bien conseguido, especialmente después
de la magnífica escena del salón en que se conocen, desbordando tensión sin
hacer nada más que pedir unas copas de champaña. Ford nos enseña el camino del
detalle porque crea diferencias entre un hombre entrando en un Salón y Henry
Fonda entrando en un salón.
Para el espectador puede
resultar extraño ver una película con planos tan extraños, largas escenas, ausencia de movimiento de la
cámara, falta de zooms… Entra dentro de las limitaciones técnicas de la época,
dónde gran cantidad de estas cosas aún no se habían inventado. Esta simplicidad y falta de técnica puede
provocar el rechazo de muchos, pero no debemos olvidar que estamos en 1946. ¡La
película casi tiene 70 años! Este efecto es especialmente dramático en las
escenas de acción, mucho más estáticas y alejadísimas de los gustos actuales, a
pesar de tal atavismo, Ford se permitió incluso innovar en la película creando persecuciones en
paralelo de una caravana, escena que sería imitada durante los veinte años
siguientes.
GUIÓN: El planteamiento,
cuya presentación de personajes es magnífica, ya marca por donde van a ir los
tiros, con un desarrollo impecablemente relajado y unos personajes muy bien construidos.
Diálogos impagables y agudos que seguro serán del agrado de todos. La historia
es perfectamente predecible en todo momento, pero los aires de venganza con que
funciona el argumento sirven para mantener la atención.
Es muy probable que no se
pueda extraer un mayor y más marcado catálogo de iconos y mitos. Ford narra
ejemplarmente la historia, centrándose más en la descripción del ambiente y de
los personajes, en la emoción, que en la acción. Un clásico de su tiempo, del
posterior, del siguiente y del que nos ocupa ahora. Una historia con dosis de
justicia, fraternidad, amistad, amor y venganza, sin necesidad de cruentos
tiroteos a color con más sangre en la arena que en el Coliseo romano.
Nota: Como ocurre con otros
clásicos, el progreso técnico a ha hecho envejecer mal. Es una obra maestra y
sentó las bases del género, pero en muchos aspectos se encuentra tan alejada de
los gustos actuales que ponerle una nota resulta muy difícil. Le pongo un 9, pero con las reservas que el paso
del tiempo implica.
Nota filmaffinity: 8.0
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