jueves, 1 de junio de 2023

Los archivos del Pentágono

Tras la notable El puente de los espías, Spielberg cambió otra vez de género, consagrándose en uno de los géneros más característicos del cine clásico estadounidense: una película sobre la prensa, sobre su importancia y la necesidad del trabajo de los periodistas que, a poco que sean independientes y conscientes de esa independencia, tienen el deber de jugar un papel esencial en la buena marcha de la democracia. El título original de Los papeles del Pentágono tiene el nombre de un periódico: The Post, diminutivo del Washington Post, el cual reveló también, poco después de los hechos relatados en esta película, el escándalo Watergate. Este caso que nos ocupa nos trae a la mente también uno de los film emblemáticos del género: Todos los hombres del presidente, de Alan Pakula, con del dúo mítico de Woodward-Redford y Bernstein-Hoffman. Pero uno también se acuerda de la reciente y formidable Spotlight, en la que el título representaba el apodo del equipo de investicación del Boston Globe, en el centro de la intriga. Y como estas cosas no son nunca casualidad, uno de los guionistas de Los papeles del Pentágono, Josh Singer, también coescribió Spotlight con el director Tom McCarthy.

Los archivos del Pentágono es el equivalente setentero de Wikileaks, y de los papels del Panamá o del Paraíso de nuestros días, y precursos del Watergate, que iba a explotar tres años más tarde: una de las filtraciones fundamentales del periodistmo estadounidense, la pucliación en 1971, primero por el New York Times, pero sobre todo por el Washington Post, de documentos clasificados como “secretos de estado” – filtrados por Daniel Ellsberg, asesor militar y calificado como “El hombre más peligroso de América” por el siniestro Henry Kissinger – que relataba las relaciones entre EEUU y Vietnam de 1945 a 1967, demostrando claramente que los dirigentes estadounidenses, y más concretamente Johnson y Nixon, sabían que la guerra de Vietnam, deliberablemente encendida e intensificada, era un embrollo trágicamente inganable y habían mentido repetidamente al Congreso y al público sobre el avance de la guerra.

La publicación de estos documentos provocó una feroz reacción por parte del gobierno, que buscó detener a los periodistas, a esos “hijos de puta”, como no dudó en llamarles el propio presidente Nixon. Ante el rechazo a delatar sus fuentes por parte del New York Times y del Washington Post, el caso subió hasta la Corte Suprema, que acabó dando tímidamente la razón a los defensores de una prensa libre.

Otro aspecto esencial de la película se encuentra en el hecho de que el Post estaba dirigido, en la época, por Katharine Graham (Meryl Streep), la primera mujer directora de uno de los grandes periódicos del país. No hace falta imaginar mucho para deducir hasta que punto su posición era precaria, y el nivel de coraje que había que mantener para hacer frente a la solución. El duelo explosivo que forma con Ben Bradlee, su redactor jefe (Tom Hanks, que retoma entonces el papel realizado por Jason Robards en Todos los hombres del presidente) es uno de los grandes valores de la película.

Y es que ambos actores se dedican a lo que han hecho bien siempre: Actuar de puta madre. Da gusto ver a dos buenos actores, dirigidos por un buen director y gozando de un buen guión. Durante dos horas, vamos a ver una película de “gente hablando” sin que por ello nos dé la sensación de quietud o aburrimiento en ningún momento. A base de poner luz en un caso no especialmente conocido fuera de las fronteras estadounidenses, basa su juego en relatar con precisión unos hechos a base de diálogos, dando lugar a un estupendo ejercicio de cine.


A estas alturas no vamos a descubrir la capacidad de Steven Spielberg para contar historias. Sin artificios ni acrobacias innecesarias, simplemente escogiendo la mejor puesta en escena con la que crear el escenario para que dos pedazo de actores hagan bien su trabajo. Dice que no intenta ser pedagógico, pero incluso cuando denuncia, cuando recuerda cómo deberían ser las cosas, sabe dejar un poso calentito en el alma que te recuerda que el mundo puede ser un lugar mejor. Ejercita la mente, presenta dilemas éticos y te pega al asiento todo en uno.

Aunque no se llevara nada, su calidad fue reconocida por una nominación a Mejor Película y Mejor Actriz (Meryl Streep), perdiendo ante La forma del agua y Frances McDormand (Tres anuncios en las afueras) en un año en que todo acabó muy repartidito.

Los archivos del Pentágono es una de estas películas de las que sales pensando en que hay gente que lucha por hacer de este mundo un lugar más justo y que, a veces, ganan. Remarca la importancia de la existencia del cuarto poder, en una suerte de idealización de la prensa que quizás hoy día nos parece algo ajena. Una prensa libre, independiente buscando desentrañar la verdad y los abusos del poderoso es algo tan nostálgico y añejo (aunque nos gustaría que volviera) como las máquinas de escribir o las rotativas que se muestran en pantalla.

Otra de estas películas que pueden ser menores dentro de la filmografía de Spielberg, pero que la gran mayoría de cineastas ni siquiera son capaces de concebir. El mejor contador de historias de Hollywood hace una película de las que a mí me gustan, con profundidad periodística, una minuciosa investigación, dilemas éticos y judiciales, además de mostrar las verdades que algunos intentan esconder. Una película para reconciliarse con la humanidad (que de vez en cuando viene bien), una narración brillante y un thriller efectivo e inesperado. Un gustazo para los que gusten de unos estupendos diálogos, grandes actores y una puesta en escena impecable.

 

Nota: 9

Nota filmaffinity: 6.7 

2 comentarios:

  1. La vi hace unos días y me encantó. Meryl Streep y Tom Hanks no pueden estar mejor (o sí, seguro que sí). Hay un montón de detalles que me encantaron y que creo que son para tomar nota. Spielberg es Spielberg.
    Por cierto, que Daniel Ellsberg falleció hace unos días.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Si dejas a gente con talento hacer su trabajo, salen buenas cosas.

      No sabía que acababa de morir. Un valiente, eso seguro.

      Mt

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