miércoles, 3 de agosto de 2022

Victus (Albert Sánchez Piñol)

Uno de estos tochos que pululan por casa, a los que de vez en cuando les va tocando su turno.

Título: Victus

Autor: Albert Sánchez Piñol

“VICTUS es una novela histórica que nos narra la guerra de Sucesión española, un conflicto que puede considerarse como la primera de las contiendas mundiales y que termina el 11 de septiembre de 1714 con el apocalíptico asalto a Barcelona. También es la tragedia de Martí Zubiría, un joven barcelonés, alumno aventajado del marqués de Vauban, que se convierte en un genio de la ingeniería militar.

VICTUS es un derroche de información y rigor histórico al servicio de un relato ágil, potente y desenfadado, con una dicción rabiosamente contemporánea que nos lleva de Francia a Barcelona pasando por Madrid, Toledo, Tortosa o las batallas de Brijuega y Almansa. Y es también una obra sobre la Barcelona irreductible de 1714, que sufrió un asedio desigual de trece meses y el bombardeo de más de treinta mil proyectiles.

VICTUS cuestiona las versiones oficiales de ambos bandos y cede la palabra a los auténticos protagonistas de la historia, desde la figura inmensa de Villarroel, el general que defendió la capital catalana con lágrimas en los ojos, hasta los civiles y soldados anónimos de todas las naciones que lucharon a un lado y otro de las murallas.

Pero ante todo, VICTUS es un festín literario de primer orden que se devora del modo en que siempre se han devorado las grandes obras, como lo demuestra que se hayan vendido los derechos al ruso, el alemán, el holandés, el italiano, el portugués, el coreano, el croata, el francés y el inglés.”


Aunque ya han pasado un buen puñado de años, este libro sólo lo recordaba por la polémica que se formó en su publicación: que si es un panfleto indepe, que si es ultra-españolista, que Sánchez Piñol es un incompetente, un vendido… recibió de todos lados, oiga.

Una vez leído a fondo, me inclino a pensar que la mayoría de la gente que es quejó en su momento, no había pasado ni tres segundos en sus páginas. Si algo critica con furia Sánchez Piñol en este libro es la futilidad de la guerra, una desoladora crónica de la miseria que sufre la gente de a pie en un conflicto armado, mientras que los jerifaltes que han provocado todo el percal nunca fallan en poner sus propios intereses antes que aquellos de los que deben cuidar. Más que ir en contra de una idea o un bando, no es complaciente con nadie, por lo que se presta a enfadar a unos y a otros, dependiendo de los sesgos que traigan de casa. Me sorprende que se haya traducido a tantos idiomas, pues no estoy del todo seguro de cómo un ruso o un coreano vaya a estar al día del contexto y entender todos los entresijos políticos que se manejan, pero viendo el éxito del libro, está claro que les debe llegar.

No en vano, está muy bien estructurado. Sigue una  tajante división argumental en tres partes muy diferenciadas entre ellas.

La primera parece querer imitar las novelas decimonónicas de Dickens, mostrando la juventud de Martí Zubiría, un pícaro con reminiscencias de RinceWind que, de alguna manera, se las arregla para convertirse en alumno del mejor maestro artillero de la época. En una mezcla de desgracias, tratados de cañones, penurias y descripciones arquitectónicas, tenemos 200 páginas para comprender como de dura es la vida de un zagal sin privilegios de la época y de cuál es la mejor manera de asediar una ciudad. Da unas revueltas excesivas y peca de un exceso de palabros técnicos, pero a un servidor le encantan este tipo de novelas, así que bien contento con ello.

De repente, Zubiría marcha de las faldas de Vauban y empieza casi un nuevo libro de otras 200 páginas en que vende al mejor postor su sabiduría con las armas de pólvora. Así, le tendremos paseando por media España de batalla en batalla y de bando en bando. La novela coge un tono de aventura ligera en la que casi todo es posible muy deudora de Dumas. De una página a otra, parece que tengamos un libro diferente entre manos. Yo me encontré un poco huérfano, porque me gustaba bastante más todo lo que había venido antes, pero es lo que hay. Todo el paseo que se pega el protagonista por todos los frentes sirve para que nos informemos de todos los follones de la Guerra de Sucesión (que no son pocos) y así cojamos trasfondo para la gran batalla que va a venir.

Porque al final, Sánchez Piñol instala a Zubiría en Barcelona, le da una familia y, por tanto, algo por lo que luchar, transformando (otra vez) el libro, que pasa a ser una novela Bélica de toma pan y moja durante 300 páginas. No se escatima un detalle, con escenas de acción y batallas realmente espectaculares. Pero ya sabemos cómo acaba. No es una gloriosa victoria, ni siquiera un asedio épico. Es una derrota sucia, agónica y llena de impotencia, que se puede hacer dura de leer en su farragoso avance, en el que, poco a poco, vas viendo como cualquier tipo de esperanza se va desvaneciendo para el pueblo. El desenlace es un desastre anunciado, un monumento a la incompetencia. Algo deprimente, espacialmente cuando se te deja muy clarito todos los tejemanejes que los políticos que han liado todo realizan para escapar dejando atrás a su pueblo.

Pues tiene de todo, chistacos, toneladas de información, escenas de acción bien paridas y, definitivamente, un aroma descorazonador que no abandona ninguna de sus páginas. Un trabajo bien hecho, con la escritura característica de Sánchez Piñol bien reconocible. Esto es un estilo directo, muy visceral, con cierto gusto para incomodar, pero al mismo tiempo, con mimo por el detalle, transmitiendo verosimilitud y describiendo hábilmente a los personajes que aparecen. Me hace especial gracia que, en concepto, lo que estamos leyendo, es una crónica que hace el propio protagonista en senectud, a modo de memorias. Como quiere quedar bien, no pierde ocasión en autojustificarse cuando hace algo que no debe, cambia algunos hechos algo cuestionables y se contradice posteriormente, discute con su escribiente cuando algo no cuadra, o éste intenta poner algo de su cosecha… Hay diálogos verdaderamente tronchantes.

Ya he destacado anteriormente Martí Zubiría como personaje principal. A decir verdad, es casi el único personaje, ya que el resto van yendo y vieniendo según interese a la trama con participaciones que muchas veces no pasan de las treinta páginas y pocas repeticiones de una de las partes a otras. Martí es un pícaro de manual, una suerte de Han Solo del siglo XVIII que va haciendo sus trapis, saliendo de todos los follones a base de labia y morro, con ciertas dosis canallescas algo turbias pero del que sabes que, al final, hará lo correcto. Siempre presto a un chascarrillo rápido, a una rodomontada gratuita, es posible que acabe dando algo de rabia, pero me ha encantado esos suspiros que da cuando en los momentos en se da cuenta de que le toca ser decente, a pesar de los follones que eso le va a implicar.

Pasan tantas cosas y se cuentan con tanto detalle que se hace imposible que los hechos sean verdaderos, pero a la que te paras a mirar en la historia, sorprende comprobar la verosimilitud con la que se han transmitido. Las batallas transcurren de acuerdo con lo acreditado, las bombas que caen en un edificio u otro, las traiciones y planes descabellados entre unos y otros bandos…  Hay un enorme trabajo de documentación y de hacer las cosas bien en este libro, lo que sorprende agradablemente cuando yo esperaba una propuesta casi panfletaria. Evidentemente, al forzarse a seguir fielmente los hechos reales, el ritmo se resiente con ganas, viéndose obligado a rellenar páginas de hechos poco interesantes sucedidos de estallidos de acción que cambian casi todo lo establecido, provocando que haya tramas que se corten mal, sin el desarrollo argumental que estamos acostumbramos. Aparte, como Sánchez Piñol necesita a Martí de testigo de los hechos (para que nosotros nos enteremos), le hace dar una de vueltas enorme, cuyo cúmulo de casualidades para estar metido en todos los follones le hace poseedor de una omnipresencia sobrehumana. A veces te hace poner los ojos en blanco, pero bueno, en todo momento es una decisión consciente de un autor que sabe lo que hace.

También podríamos añadir que quizás no era necesario gastar más de 700 páginas en explicar todo lo que se cuenta. Hay mucha página en el libro, como si Sánchez Piñol quisiera dejar muy clarito que se ha documentado BIEN, con un exceso de información que no siempre es útil. Oye, que sí, que casi todo es entretenido y a mí me encanta, pero puede hacerse muy cuesta arriba a alguien que no esté interesado en conocer a fondo la diferencia entre un bastión, un fortín y un baluarte.

El libro tiene sus cosas, pero se trata de una propuesta muy bien parida que no tiene que envidiar a propuestas con mucha más reputación de otros países. Un tochamen con todo lo que debe tener una novela histórica con empaque que hará las delicias de los que disfruten de este tipo de propuestas. Como nos pilla cerca, es posible que los sesgos de cada uno le impidan disfrutar del conjunto, pero si eres capaz de apagar un poco los prejuicios, es posible que pases un gran rato con ella. Eso sí, su excesiva longitud y sus devaneos artilleros pueden hacerse algo pesados para según qué estómagos.

 

Nota: 7

Nota goodreads: 4.06/5 

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