viernes, 11 de enero de 2019

Memorias de Adriano (Margerite Yourcenar)


Después de leer un libro (un poco) de coña, daban ganas de leer algo más serio y elevadito. Y ya puestos, llegamos al libro 21 de la Cesta’13, que ya es.

Título: Memorias de Adriano
Autor: Marguerite Yourcenar
Título original: Mémoires d’Hadrien
Traducción: Julio Cortázar

“La apasionante personalidad de Adriano, Emperador de Roma en el siglo II, y uno de los más notables gobernantes que tuvo el Imperio, trasciende cualquier reseña sobre su obra y figura para convertirse en fuente de inspiración de esta novela excepcional, alabada como una de las obras más singulares, bellas y hondas de la literatura de nuestro siglo. Este inventario autobiográfico ficticio que Adriano hace a las puertas de la muerte constituye el más íntimo y magistral retrato de quién fue uno de los últimos espíritus libres de la Antigüedad.”

Y lo primero que debo decir es que W-O-W. No estaba preparado para una experiencia de este calibre. Sólo pensar en la gargantuesca tarea documental realizada por Marguerite Yourcenar para la composición del libro es abrumador. Aunque es obviamente una historia ficcionada, la recreación de la vida del Emperador Romano destila una verosimilitud deslumbrante, dejando claro que se trata de un libro que juega en categoría aparte.

Adriano emerge como un gran hombre. Con la conquista de Mesopotamia por parte de Trajano justo antes de la ascensión de Adriano, el Imperio Romano ha llegado a su culmen. Más aún, se aprecia sobredimensionado y amenaza con colapsar. La ardua tarea de Adriano estribaba en estabilizar el territorio tanto como fuera posible, manteniendo una tensa pax romana que habría de durar unos cuantos siglos más allá de su muerte. Se nos describen sus obras con pasión y mesura, ni glorificando sus éxitos ni pasando por alto sus ocasionales (y terribles) errores.


En un alarde tan gratuito como espectacular, la estructura que Yourcenar escoge para organizar estas “Memorias” de Adriano se articula a partir de una suerte de cartas que el propio Emperador envía, justo antes de morir, al que será su sucesor, Marco Aurelio. En ellas va detallando, desde su punto de vista, de un sabio en senectud, lo que ha sido su vida. Conocemos pues, cómo se cría y llega a adulto, su progresión dentro de la corte trajana, los amores fructíferos y los desperdiciados, las vicisitudes (lo que dice y lo que calla) que le llevan al poder, sus proyectos cuando llega y las bofetadas que le da la realidad. Como persona que ve llegar su hora de la muerte, reflexiona sobre la posteridad, el trato que le dará la historia y el recuerdo que tendrá su legado con el devenir de los siglos. Se lamenta al desconocer el futuro de su querida Roma cuando falte, defendiendo su papel al crear un mundo mejor para el ser humano. Finalmente, contemplaremos todos los pasos que sigue hasta aceptar el final que nos llega a todos, proceso maravillosamente entrelazado con la elección (no tan casual como pudiera inicialmente parecer) de un sucesor que le permita dejar este mundo con el alivio de saber que su obra está en buenas manos.

Evidentemente, el resultado no sería tan espectacular para el lector hispano si no fuera por la versosa y prodigiosa prosa de Julio Cortázar (el mismo), que traduce como un maestro el texto original, convirtiéndolo en pura delicia para el paladar (toda una proeza), presto para seducir y deleitar al lector dispuesto a degustar de un Stendhald de belleza. Si la estructura está al alcance de muy pocos, tanto en su concepción como en su realización, pocos con la altura de Cortázar para traducirla al castellano con tanta maestría.

Pero bueno, volvamos a la chicha de verdad, desglosemos un poco la inmensa grandeza de Yourcenar. ¿Para quién es la historia de tu vida? ¿Por qué estás creando un recuerdo que perdurará en la mente de alguien? ¿Qué sentido tiene crear una nueva obra de alfarería que no sabes cuánto perdurará hasta romperse? ¿Será decoración para una tumba, suntuosa decoración de un palacio, o un mero contenedor de vino agrio? Yourcenar hace que Adriano profundice sobre ello al adentrarse en los abismos de su memoria, glorificando y denostando al mismo tiempo. Pareciera que lo único que desea es aconsejar a su heredero, pues es su consejo lo que parece necesitarse más que nunca, pues es su obra la que debe –Adriano- escoge que debe perdurar. Así pues, es un texto destinado para un hombre joven, que se abre a la vida, pero no un joven cualquiera, sino un hallazgo afortunado después de una serie de sátrapas indignos o temerarios que se lanzaban a la muerte por un exceso de virtud. Marco Aurelia es simplemente el único que permanece en pie entre las cenizas mientras un anciano contempla como la muerte se acerca a su garganta y, como sus predecesores, se resiste a dejarse ir.

Contarle la información necesaria para sobrellevar el día a día no es suficiente. Ni siquiera relatar una historia y dejarlo libre. No. Marco Aurelio necesita conocer porque debes levantarte cada mañana. Necesita saber sobre la experiencia de construir un templo y la de andar errante por el desierto. Debe saber por qué debe de poner atención a Adriano. Disgresiones, pausas y notas al pie convierten en hombre al niño que lee las palabras, un lector que sabe mejor que nadie cuál será su lugar cuando acabe con la tarea de leer las memorias. Por ello, Adriano le confía la belleza de las constelaciones de las noches de Siria, los susurros de las arenas de Judea, las memorias de un viejo en los jardines de España. Debe saber sobre las mujeres que se ensalzan y los hombres que se odian. Pero sobre todo, debe conocer al hombre al que Adriano amó, y cómo no deja de pensar cada vez más en él, ahora que la muerte está tan cerca. El amor parecía ser la respuesta a la vida de Adriano, pero no lo fue. Adriano muere solo, dejando a la Historia como autora de las últimas líneas del relato, forjando cómo debemos recordar al Emperador que fue sólo un hombre.

Se nos presenta una Roma en toda su majestuosidad, el culmen de un Imperio que, tras Adriano, no dejará de languidecer hasta su desaparición, tres siglos después. Adriano –Yourcenar- da vida a uno de los fulcros de la historia en que se forjan los grandes rasgos que definen a la civilización occidental: la creación del derecho romano, la necesaria e ideal ordenación territorial o la relación ciudadano-estado. Por medio de sus palabras, Yourcenar nos plasma la verdad del humano en plena libertad, sin ataduras de ninguna clase que le impidan ser quién quiere (debe) ser: los Dioses Antiguos han muerto, convertidos en meras tradiciones que apenas nadie vive con fervor y el Dios de los Cristianos apenas ha empezado a dar sus primeros coletazos en el Imperio, sin tiempo a sermonear sobre el pecado y la decencia. Adriano es, entonces, libre, pues goza del poder para hacer su voluntad, sin que la ética de la religión o la sociedad puedan impedir hacer cumplir su ley. Y ejerciendo esa libertad decide convertirse en servidor de un pueblo al que desea proteger como aquel hijo un tanto revoltoso que no deja de meterse en líos.

En ese sentido, las Memorias de Adriano es una meditación sobre encontrar una pila de fragmentos de alfarería y decidir qué hacer con ellos. Tu decisión depende en gran medida de aquello que ves en ellos, o realmente, de quién ves en ellos. El cuento que toma forma en tu cerebro, lo que es relevante para ser escrito en el papel, si es que piensas que hay algo genuino que encontrar o qué es lo que genuino significa para ti y, principalmente, si quizás lo mejor es pasar de ello y construirte un barco nuevo, que el que tienes se sostiene a duras penas y algún día fallará.

Las páginas de las Memorias de Adriano son para releerlas tres o más veces, pues se necesitan para maravillarse con la vida de Adriano Emperador, para asombrarse ante la naturalidad con que se crea al personaje real (¿mítico?) tras el cargo. Luego, se requiere la posibilidad de, simplemente, deleitarse con la espectacular prosa desplegada, cuyo continuo e imparable compendio de párrafos bien son suficientes para enmarcar y recordar durante toda la vida. Una y otra vez (y otra). Este libro no es para ser leído, es para ser devorado, degustado. Del delante y del revés, por un lado y el otro, de corrido y paso a paso. De seguro regresaré en algún momento a sus páginas en busca de consuelo  en la desesperanza, de consejo en la duda, de guía en el futuro, de belleza en la molicie... En fin, de VIDA, cada día.

Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes páligos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante, miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver… Tratemos de entrar a la muerte con los ojos abiertos…

Memorias de Adriano no es tanto un libro que se lea como que se adora en un altar.

Nota: 10
Nota goodreads: 4.25/5

2 comentarios:

  1. Este es uno de los libros que me han hecho amar la lecura. Desgraciadamente, pocos he encontrado de esta calidad y que me hayan gustado tanto.
    Lo leí con 17 o 18 años y recuerdo las sensaciones perfectamente.
    Imprescindible.
    Besos!

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    1. Es que libros como éste hay pocos. Normal que no los encuentres :)

      Mt

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