Dentro de la CLO me recomendaron una obra de
ciencia-ficción de un autor argentino, con la que me iba a reír mucho. Si,
reír…
Título: La sinagoga de los iconoclastas
Autor: Juan Rodolfo Wilcock
“J. Rodolfo
Wilcok nos presenta una singular galería de retratos: las vidas imaginarias de
treinta y seis personajes, teóricos, utopistas, sabios, inventores, todos ellos
abnegados héroes del absurdo. Seres que, apoyándose en las sólidas bases de la
ciencia o de alguna disciplina presentada como rigurosa, o, por lo menos
impulsados por una ineludible intuición, llevan sus consecuencias hasta el
final y se encaminan tranquilamente y, tal vez, con argumentos convincentes
hacia la demencia... a menudo, se dice, limítrofe con el genio. Estas vidas
monstruosas, que la historia intenta en vano, por pudor, olvidar, son
rescatadas por un enciclopedista que registra inexorablemente, Plutarco de lo
incongruente, impasible como Buster Keaton, sus más memorables peculiaridades.
Saltando a través de disciplinas, épocas y continentes, encontramos entre otros
a: Juan Valdés y Prom, filipino, famoso por sus extraordinarias facultades
telepáticas y por la crisis de glosolalia que provocó en los ilustres
personajes reunidos en un congreso en la Sorbona; por lo demás, «se parecía
demasiado a un santo como para no asociarle inconscientemente a la idea de
burdel». Aaron Rosemblum, quien preconizaba, en 1940, el retorno a la época
elisabethiana, mediante la abolición de toda novedad aparecida en el mundo
desde 1580; confiaba en el apoyo de Hitler, ya que ambos perseguían el mismo
objetivo: la felicidad del género humano. Yves de Lalande, primer productor de
novelas a escala realmente industrial. Sócrates Scholfield, inventor de un
artilugio que demostraba la existencia de Dios. Llorenç Riber, catalán, aclamado
director de teatro, quien, entre otras conspicuas performances, realizó en
Oxford un montaje de las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein. Etc.,
etc. "La sinagoga de los iconoclastas" evoca los retratos imaginarios
de Marcel Schwob y los libros inventados de Borges, pero la profusión de los
temas, el ingenio siempre renovado de Wilcock, y su inagotable arsenal de
humor, casi siempre homicida, acaban por conducir a un resultado a menudo
escalofriante. Estos «iconoclastas» cada uno de los cuales resquebraja un tanto
la imagen que nos hacemos del universo nos proponen un contrauniverso al cual
podemos oponer bien pocas certidumbres. Ya que, y éste es uno de los méritos
principales de este libro de locura maravillosa casi todas estas teorías son
plausibles, o en todo caso poco menos que aquellas que se ponderan gravemente
en las cátedras universitarias.”
El planteamiento parece sugerente, ¿no? Una
suerte de biografías de auténticos lunáticos con justificaciones
pseudocientíficas de sus idas de olla puede ser bueno para echar unas buenas
risas. Pero ni se acerca. Las biografías, cortadas todas por el mismo patrón
cansan a la que has leído la segunda y, aunque en diferentes campos, se parecen
demasiado unas a otras lo que hace que el libro pierda toda la gracia a la que
vas por la tercera biografía. Ni aun leyendo una biografía al día -para
separarlo más- coge gracia la cosa.
Una o dos biografías en medio de otra lectura
puede resultar algo fresco, ya que se leen en nada. Quizás sería la mejor
manera de leer este libro, pero aun así no pasa de ser una cosa parecida a los
libros de Juan José Millás con menos gracia. Sólo se salvarían las dos o tres
biografías que se salen de la plantilla como la del médium filipino o la del
escritor de teatro catalán, que son un poco diferentes y llegan a interesar.
Para mí, un libro fallido, al que no he
encontrado la gracia ni el sentido. Personalmente, no lo recomendaría. Lo único
bueno que se podría decir es que es corto, apenas 150 paginitas dura.
Nota: 1
Nota anobii: 3/5
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