Momento de “mmm… toca ver esta, uno de los
mayores pastelones de Burton… palo….” Pero bueno, tito Burton suele hacer cosas
bonitas, incluso cuando se le va el edulcorante, ¿no?
William ha crecido adorando los cuentos de su
padre, que vivía mil aventuras mágicas en su vida. Sin embargo, ya adulto se
dio cuenta del exceso de fantasía que albergaban y decidió dejar de creer en
ellos. Cuando Edward, su padre, yace moribundo, decide regresar a casa y
averiguar cuánta verdad hay en las historias que escuchaba de niño.
Burton se pone ñoño para contarnos una
historia de fantasía y de optimismo. Alejado de sus oscuras atmósferas, nos
encontramos ante el más diferente de sus films. A la que te pille con el pie
cambiado, el empacho de azúcar está asegurado, pero si te dejas embaucar,
puedes disfrutar con el juego de fantasia/realidad que Burton nos depara.
ACTORES: Aquí está el mayor defecto de la
película. No paro de tener ganas de atizar a Ewan McGregor y de lanzarle
piedras para que se desempane de una vez. Si, se esfuerza, pero tanta sonrisita
Profident me carga mucho. Del resto de secundarios destacaría a Albert Finney
(Edward Bloom viejo), que transmite mucha más solidez a su personaje, pareciendo más
cercano y vivo.
DIRECTOR: Burton parece repasar su vida, y
como cuentacuentos que es, decide otorgarnos una fábula sobre los recuerdos,
la realidad y la fantasía. Al principio nos desconcierta, pero a medida que
Edward Bloom madura, presenciamos la evolución de una persona, desde que
abandona su ciudad natal siendo poco más que un adolescente, hasta las últimas
etapas de su vida. A lo largo de este proceso de maduración personal
comprobamos como la apreciación de un mismo hecho depende de nosotros mismos y
aprendemos necesariamente el valor de un padre. La fotografía, los escenarios,
como siempre en Tim, son magníficos. Visualmente, resulta espectacular. Se
suceden imágenes preciosistas, poderosísimas, surrealistas, coloristas, muy del
estilo de Tim Burton. La fantasía se
mezcla con la realidad en este film, narrado por un mago que nunca revela su
truco, que nos sumerge en un mundo de fantasías, nos engaña como niños, al igual
como lo hacía el padre con su hijo en la película.
No obstante, es necesario dejarse embaucar
para disfrutarla, hay que embarcarse voluntariamente en este viaje, y si no
compras billete… ¡mejor cambia de canal!
GUIÓN: El guión es francamente redondo. Sí,
peca de un buenismo exagerado, pero ata a la perfección todas las migajas para
dejarnos con el mensaje final que, como colofón a un cuento “infantil”, casa
sin esfuerzo y permite dejarte esa sonrisita de tonto al final. La narración
que compone Edward camina entre la ficción y la realidad, ante la desesperación
del hijo que al ver a su padre cercano a la muerte desea saber cómo fue su vida
realmente. Pero ahí se deja el detalle de saber qué es real, qué es inventado y
qué es adornado.
La película, por supuesto, conduce a la
reflexión. Frente a la rutina de nuestras existencias siempre quedará la
imaginación. Y si esta es escasa siempre queda el cine (y la literatura).
Nuestros familiares siempre nos contaron anécdotas más o menos fantaseadas,
nosotros contamos pequeñas anécdotas introduciendo algo de fantasía, la
historia está llena de pasajes que quizá no fueron como los conocemos: frente a
lo aburrido y veraz solemos preferir lo apasionante aunque inexacto.
Es por todo ello que Big Fish supone un hermoso canto a la vida y un grito contra la
mediocridad de las exigencias de la vida cotidiana. Esta es pues una película
que pide al espectador que deje entrar la utopía y el idealismo en su alma. Puede que todo esto resulte blando y empalagoso para algunos,
exactamente aquellos a los que la película denuncia como causantes de este
mundo gris y mediocre que nos ha tocado vivir.
A la que te pille con el estado de ánimo
adecuado, es sin duda una película que marca, puede fascinar, convirtiéndose en
un referente vital. Si este pedestal ya está ocupado, la repulsión por el
exceso de azúcar puede ser bastante escandalosa. A mí con un actor mejor que
McGregor me habría llegado más, pero me gusta el juego al que Tim juega.
Nota: 8
Nota filmaffinity: 8.0
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