domingo, 19 de junio de 2022

Mulán

A lo largo de estos últimos años he repetido bastantes veces la pereza que me producen las propuestas de live action de los clásicos Disney que nos están llegando. Cuando llegó, Mulán, pues otro bostezo. Con el lío que hicieron de estar por 20€ en su plataforma (además del abono estándar), menos ganas tenía. Y además, habían quitado a Mushu, el mejor personaje de la película, pues como que no me iba a meter gratamente.

Un tiempo después, pues como pasan con estas cosas, acaba cayendo. La historia, obviamente, no ha cambiado mucho. Tenemos a Mulán como una acróbata prodigiosa que se hará pasar por hombre para ocupar el lugar de su viejo padre como soldado del Emperador. Como no puede ser de otra manera, rápidamente se convierte en la élite del ejército, lo que hará que sea mucho más difícil disimular su condición femenina mientras procura el bienestar de su señor.

Lo que sí que hay que reconocerle es que no se han dedicado a rodar una versión calcada con mucho ordenador, como ocurría con El libro de la selva o El Rey León, no. Respetando el argumento, han cambiado la película de género y ofrece una experiencia muy diferente a lo que esperaba. Así pues, se separan de la comedia de aventuras con cancioncitas por medio que conocíamos para darnos una Wuxia bastante canónica. Es decir, una de artes marciales voladoras con todo el flipe místico que uno quiera gastar. En este caso, al tener detrás todo el músculo de Disney, se goza del presupuesto necesario para rodar coreografías bastante espectaculares con las que quedarse bien a gusto. Cualquiera que se esperara una obra continuista con la película de 1998 se llevaría un buen chasco.

Aunque fuera el mejor personaje de la película original, entiendo que quitaran a Mushu si querían hacer un cambio de tono tan radical como el que nos ofrecen aquí. No hay apenas humor en la película, además del esfuerzo extra que requeriría animarlo. Por tanto, es lógico que lo hayan cambiado, y claro, es lógico que los fans se hayan enfadado, cómo no.

Una cosa que siempre he destacado de estas películas (lo único que me suele gustar de ellas, la verdad) es su atractiva parte visual. El personal técnico que hay detrás de la obra tiene cariño al material original, ganas de hacer las cosas bien y todo el talento que el dinero puede comprar. Así pues, no es de extrañar que se pueda gozar de una gran fotografía de las montañas y palacios chinos, con un vestuario majestuoso con el que uno puede entretenerse con ganas. Las coreografías de tortas destacan por su imaginación y buen hacer, especialmente resultonas incluso cuando hay personajes virtuales implicados, que se hayan hábilmente introducidos en la acción. No en vano se llevó un par de nominaciones a los Oscars en estos apartados (Vestuario y efectos), perdiendo ante La Madre del Blues y Tenet, respectivamente.

Lo que no cuadra con este despliegue técnico es que se confiase el proyecto a una directora con tan poco bagaje en grandes superproducciones como Niki Caro, que nunca se había visto en una de estas. Esta creadora neozelandesa había gozado de un par de buenos títulos en su juventud, donde había muestras de talento, pero posteriormente entró dentro de la maquinaria de Disney, rodando capítulos y capítulos de sus series menores (lo más destacable es el remake de Anne, que tampoco es decir mucho). Supongo que al ser una película de estudio, se contara con personal de la casa que iba a poner pocos problemas a las decisiones ejecutivas que se tomaran para con la película.

No hay, entonces, un especial esfuerzo en sacar actuaciones competentes de su elenco actoral. Si bien cumplen con lo que se les pide, tampoco están más allá del “correcto”. Como mucho se podría destacar a la protagonista Liu Yifei, que realiza un gran esfuerzo físico para dar vida a las abundantes peleas que jalonan todo el metraje.

El mayor problema del film es que, quitadas las tortas, la película no tiene gran cosa que contar. El guión despide un enorme aroma a “ya visto” que no se esfuerza a eliminar en ningún momento. Avanza a base de casualidades y la voluntad del guionista para que todo ocurra de la manera esperada, volviéndose bastante predecible y aburrida.

Puede que la historia del mito se acerque más a esta versión que a la de 1998 (la verdad es que sí), pero se pierde mucha gracia e interés en el camino. Los personajes apenas tienen carisma, la trama no destaca por su profundidad y las tortas no salvan el conjunto. Con Mushu la cosa era bastante más divertida y disfrutable, pero esto no impide que esta versión de Mulan presente una propuesta consistente, hecha con ganas de hacer un trabajo correcto técnicamente, no una película puramente (ejem) digestiva. Muy fácilmente podría haber salido algo mucho, mucho peor. Aunque bueno, la película original es tan querida que más de uno y más de dos se ofenderá con esta nueva entrega.

Que alguna que otra película de este nicho haya salido decente no cambiará mi perspectiva sobre estas propuestas, que tiendo a ignorar sin aspavientos. Por lo menos es un trabajo digno, que hemos visto cositas bastante avergonzantes por aquí.

Lo mejor de la película: las tortas, con diferencia. Una vez al músculo técnico de Disney se nota en una fastuosa puesta en escena que hacen de este Wuxia un espectáculo bonito de ver, pero no consigue entretener demasiado ni dejar ningún tipo de poso. Por ejemplo, Tigre y dragón o La casa de las dagas voladoras son propuestas más interesantes dentro del género.

 

Nota: 5

Nota filmaffinity: 5.0 

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