jueves, 7 de febrero de 2019

Operaciò Caramel (Ian McEwan)


En una reunión de Bookcrossing, Lauriqui me endosó este libro (de parte de Daisy), asegurándome que me iba a encantar. Como uno es como es, se leyó sin dudar antes de proceder a la liberación del mismo.

Título: Operaciò Caramel
Autor: Ian McEwan
Título original: Sweet Tooth (Goloso)
Traductor: Albert Torrescasana

“Es el año  1972 y la guerra fría está en plena efervescencia. La agencia de inteligencia británica se ha encabezonado en manipular las conversaciones culturales financiando autores con ideas políticas afines a las del Gobierno. Esta operación será bautizada como la Operación Caramelo.
Serena Frome, una estudiante de Cambridge, brillante y de gran belleza, es la candidata ideal para infiltrarse dentro del círculo de Tom Haley, una joven promesa literaria. Lectora compulsiva de novelas, primero se enamorará de sus historias. Y, poco a poco, empezará a interesarse por el hombre…
Pero, ¿Cuánto tiempo podrá mantener su vida encubierta? Y, en realidad, ¿quién inventa a quién? Para contestar estas preguntas, Serena deberá abandonar la primera regla del espionaje: No confíes nunca en nadie.
Una historia inteligente de traición e intriga, amor y personalidades ficticias. “

Creo que Lauriqui demostró bastante paciencia durante el tiempo que tardé en sobrepasar las 100 páginas iniciales. La vida de una chiquilla tímida que empieza a ir a la Universidad y no se aclara qué hacer con su futuro no me interesaba en exceso y no tenía mucho que ver con el resumen ni con lo que esperaba leer. Estará todo lo bien escrito que quieras (que lo está), pero vaya aburrimiento…

Sin embargo, cuando la protagonista pone el pie en el MI5 (una entrada quizás demasiado casual), la novela de Ian McEwan despega a las nubes y mejora sobremanera. No es sólo que la florida prosa del autor encuentre un motivo para desarrollarse, sino que al sumergirnos en los circuitos literarios, ésta se muestra vivaz, cambiante según el ambiente que nos encontramos.

Me explico: dentro del libro encontramos relatos insertados de uno u otro autor, algunos bellos, otros atroces y alguno que otro muy malo, pero los percibimos como diferentes. El lector atento podrá distinguir entre la “realidad” y la narración de un autor u otro dentro del libro. Como los protagonistas se codean con la élite literaria del Londres del momento, entrarán en contacto con personajes conocidos, con la consiguiente mezcla de referencias y críticas a los productos creativos que son novedad (entonces). McEwan hace que los personajes debatan sobre temas que desconocen, pero de los que el autor conoce el futuro (y se supone que nosotros también), permitiéndose jugar con ello en un gran alarde de dominio del metalenguaje literario y de la palabra escrita. El juego que se plantea hará las delicias de los lectores más cultos y de los más ávidos de disfrutar de un libro BIEN escrito, más que en una trama vibrante o llena de giros argumentales.


Los pequeños relatos son de una calidad desigual (totalmente deliberada), pero los que están pensados para ser buenos, son realmente espectaculares, casi que a veces te indignas al llegar a su fin y tener que volver a una novela cuya trama podría interesarte menos. Encontramos también toneladas de citas de personajes conocidos, que a buen seguro habrán hecho sudar tinta al traductor, que se habrá visto obligado a escarbar traducciones anteriores de un puñado de obras para asegurarse de que no se producen incoherencias.

Todo el tinglado se haría verdaderamente pesado si no fuera por la gracia de sus personajes, esculpidos con un mimo y una profundidad sorprendentes.
La protagonista de todo es la joven Serena Frome. Aunque la conocemos desde su infancia (ay, esas primeras cien páginas…), la trama empieza realmente cuando esta joven insegura sale de la universidad y se le encarga espiar a un escritor prometedor. Hasta entonces, hemos conocido como se debate entre seguir sus sueños o hacer lo que se espera de ella, conjugando su felicidad, con la de su familia y la de la sociedad, especialmente cuando se trata de factores que entran en conflicto. La mezcla entre sus inseguridades, las ganas de salir adelante, los miedos y la necesidad de mostrar aplomo cuando no se tiene es magnífica. Este efecto es especialmente destacado cuando se acerca al escritor Tom Haley, pues debe adoptar un papel concreto que no es acorde con su personalidad, provocando que ambas maneras de ser (la suya y la impostada) se confundan, dominando a veces una u otra, según el autocontrol, las hormonas o las reglas de la decencia que imperan en cada momento. La complejidad de este personaje está al alcance de muy pocos.


El escritor sobre el que orbita la Operación Caramelo es Tom Haley, un profesor de literatura con un par de éxitos editoriales para el que la escritura es sólo un pasatiempo frente a la pasión por enseñar. Siempre un poco arrogante y pagado de sí mismo, recibe con agrado la aparición de una fan (Serena Frome) que, poco a poco, le va influyendo para que abandone su academicismo inicial y abrace las aventuras editoriales, especialmente con ciertos toques antisoviéticos propios de la Guerra Fría. Este proceso es muy gradual, con algún que otro bandazo, como podremos ver entre su renuencia a hacer caso a una fan de la que se está enamorando, cumplir su sueño de ser catedrático en la Universidad, inflar su ego de escritor de éxito y la indignación de saberse utilizado por “agentes exteriores” por un fin no demasiado legítimo. Este conflicto interno se refleja en los relatos que escribe y de los que tenemos noticia, de diferente carácter según el momento. Me encanta cuando Serena los lee y se debate entre disfrutar por la calidad intrínseca del relato, buscar dobles sentidos por los que se pudiera ver reflejado en ellos y buscar que incluyan las temáticas que sus superiores desean para el escritor.

El superior directo de Serena es Max Greatorex, que a pesar de su nombre galo es un joven apuesto y decidido seductor de damas. En un bonito acto de rencor tras la negativa de Serena a caer bajo sus encantos carnales, envía a Serena, apenas una novata archivera, para que “entre en contacto” con Tom Haley, consciente de la humillación que será para ella. Sus obvios defectos no le impiden ser un trabajador capaz y leal a su país, pero con un deje de mala leche de lo más odiable. Su relación con la misión entremezcla las ganas de fastidiar a Serena y el amor que siente por ella, el propio éxito en el reclutamiento de Haley y la fama literaria del mismo, cosa que se transmite en las reuniones de progreso o en sus lecturas de los propios relatos a lo largo del libro. Mucha más profundidad de lo que inicialmente parece un malo arquetípico, que a fin de cuentas, es de los buenos, pues todo lo hace para luchar contra los comunistas.


En un último ejercicio de acrobacia, la propia novela funciona como un pequeño guiño a los inicios del autor, pues McEwan cosechó sus primeros éxitos literarios apenas conseguida la plaza de profesor adjunto en la Universidad. Una vez liberó la plaza para dedicarse plenamente a la escritura, fue salpicado por un escándalo que se refleja en la propia obra, pues se supo que los servicios secretos británicos habían favorecido el éxito de una serie de autores que defendían ideas que interesaban al gobierno, siendo McEwan uno de ellos. Los años han demostrado que McEwan es un verdadero artista, pero le costó bastante quitarse el sambenito de ser un “protegido” del régimen…

Asímismo, McEwan se permite el reflexionar sobre la política de la época, las decisiones que se tomaron y la necesidad ineludible de defender el feminismo como manera de hacer progresar la sociedad. No hay nada como la ventaja temporal que te da el futuro para volver la vista al pasado y contemplar los hechos con otros ojos (y qué bien se explica).

Y luego está el final. SPOILER. Operación Caramelo no es realmente un thriller de códigos y contraespionajes como a la bella e ingenua heroína le gustaría que fuera (no deja de ser una chica normal que quiere divertirse. O, si no puede conseguirlo, seguro que sería feliz acurrucada en la cama con una novela. El libro es un complejo puzzle cuyas piezas aparecen paulatinamente, repleto de un aplomo engañoso, en el que cada hecho parece untado de un júbilo surrealista. A través de esta aproximación metaficticia McEwan puede –intencionadamente- provocar que algunas cosas y eventos parezcan poco creíbles. Después de todo, no hay un verdadero narrador. Estamos leyendo una novela escrita por un hombre, narrada por una mujer que, al final, resulta ser un hombre que se hace pasar por esa mujer. La acrobacia es de bandera, un alarde gratuito tan capaz de maravillar como de indignar al respetable, dejando indiferente a muy pocos. FIN DEL SPOILER


Por toda esta complejidad, no puedo sino destacar también la inmensa labor de traducción de Albert Torrescassana. El trabajo para que el lector pueda diferencias los diferentes estratos lingüísticos en los que se mueve la obra no es nada fácil, además del enorme esfuerzo documental buscando todas las traducciones previas que se han hecho de las obras literarias citadas, para asegurarse que se mantiene el sentido de la idea a transmitir. En ese sentido, mis dieces.

Al final, se trata de una novela que me ha gustado mucho. Le cuesta un mundo empezar, con 100 páginas que se pueden hacer MUY pesadas, pero una vez empieza la “Operación”, el libro es canela de la buena. Operación Caramelo es una mezcla extraña de espías a la antigua, amor por los libros y la literatura, y una deconstrucción de personajes de primera al comando de un maestro de la palabra. Además, la exquisita escritura de McEwan es una delicia.

Y luego está el final. A mí me ha encantado, pero entiendo que a muchos les pueda parecer una tomadura de pelo.

¿Compensa el espectáculo del meollo las primeras páginas de aburrimiento? Eso ya depende de cada uno. En conjunto, la obra de orfebrería es de una belleza abrumadora, pero no destacará ni por su ritmo ni por la emoción de su trama.

Nota: 8
Nota goodreads: 3.4/5


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