¡Los Mercenarios han vuelto! ¡Y la lista de
nombres es más grande que nunca! ¿Acaso es que ahora falta alguien en la
fiesta? Acción a la antigua usanza, humor chabacano, mucho músculo y toneladas
de nostalgia. Ésta es ya la tercera vez que lo dan todo en la pantalla.
¿Estarán a la altura?
Pues la respuesta es que más o menos. Hace
unos años Stallone nos sorprendió a
todos con su espectáculo pirotécnico ochentero lleno de chascarrillos. Juntó a
la mayor cantidad mitos viejetes de la acción ochentera que pudo y se los llevó
de fiesta a una reunión de amigos donde (seguro) se lo pasaron en grande y
montaron una función muy fresca y divertida. Enternecía y divertía a todo aquel
que se hubiera criado a finales de los 80/principios de los 90. Sí, las
actuaciones eran muy cutres y la trama era una patata pero era una flipada de
tal calibre que molaba, haciendo imposible valorarla según los cánones
normales.
Si la segunda entrega se dedicó a ser un más
y mejor, en esta tercera parte se han centrado en meter todos los nombres y
todas las caras conocidas que han podido. Una vez conseguido que no falte
nadie, acción a muerte y a correr. En
esto no nos podemos quejar, la película tiene toda la acción que uno puede
desear. Es un espectáculo resultón y bien coreografiado, pero le falta esa
chispa gamberra que la hacía tan disfrutable.
La historia (que nunca ha sido nada del otro
mundo) abraza esta vez un tono mucho más seco y serio, abandonando la gracia
autoparódica bastarda de las dos primeras entregas. Stallone se ha preocupado
más en hacer todos cameos que sean necesarios antes que en presentar a los
personajes (que nunca han sido muy profundos) y el resultado es que los actores
hacen prácticamente de sí mismos. El engendro desborda testosterona a muerte,
pero ni los nuevos fichajes acaban de tener fuerza, ni hay tiempo para que las
viejas glorias se luzcan a fondo. Por ello, tenemos menos de esas bizarradas
con que nos deleitaban Los Mercenarios. Y es que ver como Dolph Lundgren parte
en dos a un pirata porque sí mola un puñao (¡Queremos mas!). Sólo un Banderas
cargante e hilarante a partes iguales se comporta de un modo diferente, con su
Legionario Español (¡de pura cepa!)
medio traumatizado medio flipado medio ostiable. Que refresque o te den ganas
de tirarlo por la ventana depende del humor con que te pille, porque tiene
tela.
Estoy seguro que ha sido una reunión de
colegas que se lo han pasado muy bien, pero esta vez no se ha notado tanto en
pantalla. Los mejores chistes pasan por burlarse de los problemas con la
justicia de Wesley Snipes y por cachondearse del acento British de Statham, al
que nadie entiende en medio de un mar de actores no anglosajones hablando
inglés (Banderas exagerando un acento español, Chuache y su rotundidad germana,
Stallone que habla lo que habla, Li con acento asiático, etc.) y no tanto por
vaciladas entre los protagonistas.
Pero no nos olvidemos, los mercenarios siguen
molando. Uno ya sabe a lo que va en esta película. El ejercicio de acción es
impecable, la ensalada de explosiones que nos sirven es de traca y su mezcla de
acción clásica brutal es marca de la casa. Te deja bien a gusto, pero la
decisión que ha tomado Stallone de convertir la comedia de acción de las
anteriores entregas en una película de tiros pura y dura no acaba de dar un
producto tan carismático como antes.
Nota: (esta vez sí) 4
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