martes, 28 de octubre de 2014

55 días en Pekín

Abordamos uno de los mejores ejemplos de lo que supone el concepto de superproducción hollywoodiense de los sesenta (aunque se rodara en las Rozas): Cientos de extras, escenarios suntuosos, estrellas en pantalla y un gran esfuerzo de recreación histórica. Un asedio de los de verdad, como el Álamo, pero en el extremo oriente.

A finales del siglo XIX, las potencias occidentales han tomado posesión de gran cantidad de territorios del Imperio Chino. Éste mantiene la soberanía sobre su pueblo, pero los colonos hacen y deshacen a su antojo, abusando de su superioridad tecnológica. La emperatriz encabeza un gobierno títere por lo que el pueblo Chino, harto de abusos, desata una revuelta dispuesta a expulsar a todos los extranjeros del país. Todos los países con representación en las embajadas se verán obligados a olvidar sus  diferencias y colaborar entre ellos para sobrevivir en el asedio que sufre el barrio occidental de Pekín, en espera de unos refuerzos que, quizás, nunca llegarán.

Inusualmente, el rigor histórico con el que está realizada la película es de destacar, tanto en el apartado bélico como en los hechos principales y la recreación de la época.  Luego está el hecho de que el mayor estadounidense que acaba de llegar a la zona acaba siendo el comandante del ejército combinado, aunque es probablemente debido al dinero de Hollywood, que no deja de ser quién paga la película. Eso sí, me ha hecho mucha gracia comprobar que no hay apenas un personaje oriental de ojos rasgados e incluso los extras son totalmente castizos más allá de la primera fila de personas (que se repiten en cada escena). Rodar en Las Rozas tiene sus problemas, no creo que hubiera muchos chinos en la época ^^.

Hay que reconocer que al principio la película descoloca. No sabe bien con qué tipo de género quedarse y baila de lado a lado, pasando de ser una película bélica, tener detalles de romance, un poco de intrigas políticas, recordando a un western exótico… para acabar quedándose como una sólida película de aventuras de gran presupuesto.

Esta mezcla de géneros no se produce casualmente, ya que el rodaje fue tremendamente caótico, con cambios de guión casi diarios, trifulcas con las estrellas (Ava Gardner  ya tenía verdaderos problemas de alcoholismo) y un equipo de rodaje gargantuesco que exigía estar en miles de lugares a la vez. Tanta tensión unida a la disoluta vida del director derivó en un grave colapso que hizo incluso necesaria su hospitalización, obligando a sus ayudantes a acabar las últimas escenas que faltaban.

Nicholas Ray hace descansar el peso de la película acertadamente en las dos estrellas masculinas. Charlton Heston ha sido uno de los mejores machos alfa de honor intachable que podemos encontrar en el cine y el flemático David Niven encarna con mucho cinismo al embajador británico y líder del bando occidental. Se nota que hay complicidad entre ambos, con escenas y diálogos muy aprovechables que no se sostienen cuando aparecen el resto de personajes, mucho más funcionales y desdibujados, especialmente una Ava Gardner que no sabe muy bien qué hace ahí (vaya personaje más soso le toca interpretar).


El abultado presupuesto se refleja en una suntuosa puesta en escena, con unos artesanales interiores muy trabajados y una cantidad de extras nada desdeñable, además de unas escenas de acción muy bien resueltas. Aunque a veces parezca que sea un “¿Qué hacemos ahora? ¡Bah, metemos esto”, están introducidas con acierto en la historia, manteniendo un brioso ritmo que no decae una vez empieza el asedio. El conjunto presenta, obviamente, algunos fallos: es demasiado larga, con escenas abiertamente innecesarias como el baile en la embajada y tramas que no llevan a ningún lado, resueltas abruptamente (la hija mestiza y todo lo relacionado con la baronesa).

No es una pel·lícula con tela que cortar, es muy de “encargo”. Contiene una historia simple pero bien contada y parece no buscar otra cosa que entretener, lo que consigue una vez pasada una primera parte algo errática. El tortazo que se pegó en las taquillas unido a la hospitalización del director provocó que fuera la última película “grande” que rodara.

Nota: 6
Nota filmaffinity: 7.1


Publicada previamente en Cinéfagos Aquí

2 comentarios:

  1. Es uno de esos clásicos que nunca he visto porque no me llaman nada, pero tampoco puedo dar ninguna justificación, es irracional. Simplemente me provoca rechazo, no sé por qué. Y eso que me encantan David Nivel y Charlton Heston. A Ava Gardner la he visto menos. No sé, quizás una tarde en que no tenga nada más que hacer... aunque seguro que me busco alguna ocupación para no verla.

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  2. Probablemente encontrarás algo mejor que hacer. Como ponerte una película del mismo estilo pero más nueva, jeje.
    Se deja ver, pero no es (ni busca ser) más que eso.

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