martes, 7 de octubre de 2014

El gran Gatsby

Dentro de las películas recientes no recuerdo muchas que causaran reacciones más polarizadas del espectador. O “es una pasada” o “es la mayor bazofia que te puedes encontrar”, pocos a mi alrededor se alejaron de esto. Mejor o peor, está claro que no es de las películas que deja a uno indiferente.

La película empieza siendo de lo más sugerente. En los extravagantes años 20, los ricachones de Nueva York viven rodeados de opulencia, disfrutando de excesos en fiestas interminables. Entre todas ellas, destaca la que organiza Gatsby, un nuevo rico de misterioso pasado del que nadie sabe nada. Su nombre se susurra en los rincones, ¿De dónde sacó su dinero? ¿Quién es? Gatsby, Gatsby… Sus despilfarros superan cualquier extravagancia, convirtiendo sus orígenes en algo legendario, casi místico…
Siguiendo los ojos de un joven escritor con ínfulas, nos convertimos en testigos de excepción de las delirantes celebraciones y las hipócritas relaciones que en ellas se establecen. Por casualidad, en el momento más inesperado, encontramos al animal mitológico, al Gran Gatsby. El pobre escritorzuelo se convertirá en complice y conocedor del más oscuro de los secretos: ¿Quién es Gatsby?

Lo que es sonar, suena bien… Pero cuando es Baz Luhrmann el que mueve los hilos, la cosa cambia. Este particular realizador australiano se caracteriza por su grandilocuencia innecesaria, su tendencia a la saturación colorista, las lagunas narrativas, su gusto por los anacronismos y una puesta en escena extravagante y teatral. Cualquiera con un mínimo de memoria es capaz de reconocer su estilo a los tres segundos de ver alguna de sus películas (Romeo+Julieta, Australia, Moulin Rouge). Sabiendo de qué pie cojea este autor es fácil imaginar que la película se va a centrar mucho más en mostrarnos las pomposas y artificiosas bacanales de los ricachones del momento que en la carga dramática que contienen las renuncias que hace Gatsby para ascender a la riqueza. Mucha gente tiene sus películas entre sus favoritas. No le vamos a negar su capacidad para fascinar, para mostrarte un espectáculo lleno de luces y colores diferente a casi cualquier otra cosa que puedas encontrar pero que a mí me satura pasados los cinco primeros minutos.

Los excesos se disparan por doquier, pues Luhrmann convierte los años 20 en un paraíso del hip hop, en una suerte de opera pasada de vueltas donde se olvida que tiene a unos personajes y una historia que ha prometido contar. El inicio evocador “Gatsby… Gatsby…” lleva a la nada. Pasados tres minutos, conocer a Gatsby no tiene la más mínima gracia y la reiteración de las juergas en un Pachá de época no ayuda precisamente a coger el interés. A este director siempre le ha gustado contar cosas simples de la manera más rebuscada posible. A veces queda bien (Moulin Rouge), en otras, el resultado es mejorable. El desparrame que realiza en este caso es de época.

Los actores bastante hacen con aparentar estar cómodos rodeados de pantalla verde, intentando actuar en medio del particular estilismo del director. Di Caprio, Maguire, Mulligan… se encuentran con personajes etéreos, desvaídos y veleidosos, con personalidades poco definidas y, en algunos casos, bastante irritantes.

Luhrmann ha encontrado su fórmula para hacer películas, mantiene sus constantes estéticas y abusa de ella todo lo que puede. Su propuesta es personalísima y mucha gente disfruta con ella, pero también provoca repulsión a otra buena parte de la audiencia. Si luego no hay una historia detrás que sustente la parafernalia, puede llegar a exasperar. Y si pasas de las dos horas más aún. Es recargada, estúpida, exagerada y aburrida. Puede ser bonita para algunos, pero para mí, sobrepasa el horterismo en muchos niveles. Y es tan romántica como el eructo de una anchoa.

Nota: 1
Nota filmaffinity: 6.2

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