jueves, 13 de marzo de 2014

El lobo de Wall Street


Como parece hacer cada diez años, Scorsese vuelve a explicarnos la vida al límite de un personaje de mala catadura moral. Después de mostrarnos los bajos fondos de la Mafia (Uno de los nuestros), los altos cargos (Casino), ahora le pega un repaso a otro tipo de delincuentes, a los de cuello blanco y fajos de billetes que viven aprovechándose del sistema en Wall Street. Una auténtica oda al exceso y a la grandilocuencia (que tanto le gusta a Scorsese).

Después de un inicio abrumador y exaltado, el film da un salto hacia atrás para contarnos los inicios de Jordan Belford en el mundo de la Bolsa. Desde ser un simple joven ambicioso que no sabe dónde se está metiendo hasta encontrar el hueco en el engranaje con el que dar el pelotazo. A partir de allí, el exceso que conlleva estar continuamente en la cresta de la ola hasta que, inevitablemente, todo se descontrola.

Excéntricos que llevan la trama a sus mismos límites, hasta apurar tanto el partido que acaban por chocar con la realidad y destruirse: ese es el cine de Scorsese que puedo recordar. El formato puede ser cómico o trágico, el metraje largo o larguísimo, las ambiciones diversas, pero el motor de su acción es el mismo: la desmesura, el delirio como límite.
¿Qué puede decirse de Jake la Motta, cuya sed de gloria no puede ser saciada con nada? ¿Qué de Bill el carnicero, de su Howard Hugues, de los personajes y en general el ambiente soberbio y recargado de Casino o de Uno de los nuestros?

ACTORES: DiCaprio, como siempre, se enfrenta con éxito a un papel peligroso y difícil. Consigue hacer un personaje coherente de este niño mimado y egocéntrico. El éxito desmesurado convierte al personaje en un monstruo arrollador armado con el rodillo del dinero saltando de orgías a fiestas, de yates a rubias y de caprichos a drogas. Además, DiCaprio se permite romper muchas veces la cuarta dimensión con multitud de discursos que no se sabe si van destinados a nosotros o a “sus empleados”. Es el puto amo y el más pasado de vueltas del corral, teniendo todo aquello que el dinero puede comprar y rompiendo todos los límites que la vida parece tener. A su lado, un buen elenco de secundarios le acompaña en la historia, entre los que destaca un desatado Jonah Hill que hace lo imposible y consigue convertir a su repulsivo y degradado personaje en algo creíble. Todo lo desagradable y asqueroso que uno pudiera imaginar, pero sorprendentemente posible. Scorsese siempre ha sabido sacar petróleo de su reparto. Aquí no se queda atrás.

DIRECTOR: Scorsese abusa de su innato talento para la grandilocuencia y nos desborda con una burricidad de sexo, drogas y dinero, cantidades pantagruélicas y desmedidas de dinero. Desde un primer momento, Scorsese nos abruma y nos arrastra por un vendaval a través de una bacanal de farlopa, putas de lujo y degenerados sin freno.
Es agotadora, pero lunática y delirante. Cualquier cosa es posible y la propia capacidad de asombro se ve sobrepasada como sólo los mejores saben hacer. 3 horas de un ritmo frenético que provocan carcajadas, fascinación y asco. No creo que haya muchos directores capaces de rodar tan bien escenas como la del Lamborghini. Es simplemente brutal. El elefantiásico metraje da para encontrar un buen puñado de momentos grandes, muy grandes (El Ferrari es blanco, no rojo; Popeye, Where are the ludes!?...)
Lo mejor de todo es que la película busca con acierto el punto cómico, desbordando un humor negrísimo y mostrándonos una espiral de destrucción como seguro nunca hemos visto. Un exceso que se transforma en una burrada de tres horas que fácilmente se torna repetitiva y machacona, con tanta capacidad de abrumar como de asquear. Treinta o cuarenta minutos menos hubieran servido igual y no habrían dejado tan rematadamente exhausto como te deja esta película.

GUIÓN: Aquí sí. El guión es una pasada. No sólo los personajes están muy bien construidos sino que cada diálogo es digno de mención. Cada palabra arroja cinismo, humor negro y mala leche. A veces absurda, a veces cabrona (mucho), a veces dramática, la guionizada biografía de Jordan Belfort se mueve entre el falso documental, el gag descacharrante y la película porno.
Se le puede achacar (sin duda) que la película no haga un juicio de valor, pero es la escena final, la que nos revienta en la cara. Esa escena en el auditorio con toda la gente que está asistiendo a las charlas motivacionales de Beltford. En ese momento DiCaprio (junto con el auténtico Beltford) nos mira y nos pregunta: ¿Y ustedes, no han disfrutado de la visión? ¿Acaso no quisieron estar en esos barcos, meterse esas orgías, jugar con los enanos…? El repleto auditorio es una prueba de que “todos” quieren fantasear con lo que los protagonistas han vivido. Cabrón.

LO QUE ME FASTIDIA:

- Que al final de los 8 euros de entrada que he pagado, parte de esos ingresos así como de todas las personas que han visto la película, vayan a parar a los bolsillos de una persona tan despreciable como Belford; él siempre gana, siempre.

La película es una burricidad, un ataque a los sentidos. Una oda al exceso y a la decadencia rodada de una manera espectacular que seguro no deja indiferente a nadie. Bienvenido al mundo de los excesos. Siéntete asqueado o asombrado, eso ya depende de ti (pero 40 minutos menos se hubieran agradecido).

Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.8

La película se ha llevado cinco nominaciones a los Oscar (mejor película, actor principal –DiCaprio, actor secundario – Hill), director y guión. Se quedó a las puertas, pero podría perfectamente haberse llevado todo lo gordo. No es nada fácil lo que hace, nada fácil.

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