viernes, 9 de julio de 2021

Ancien y el mundo mágico

Los veteranos de este lugar ya habrán comprobado mi gusto por la animación, que consumo en gran cantidad. Especialmente cuando ésta llega de Japón. Si se traduce y llega a los cines, aunque sea de mejor o peor calidad, acabo echándole un ojo, incluso aunque no tuviera idea de qué iba a ver, cómo es este caso.

Kokone (Ancien) es una jovencita cuyo padre trabaja de mecánico en Okayama, poco antes de que se celebren los Juegos Olímpicos de 2020 (jé). Un día, unos hombres atacan su hogar, con lo que ella tiene que huir en el sidecar de la familia. Misteriosamente, el sidecar se transforma en un robot llamado Hearts, al tiempo que ella viaja a un mundo mágico muy cercano al nuestro, pero al mismo tiempo, muy diferente.

Así, se establece un juego de viajes entre ambos mundos en que las acciones de un lugar resuenan en el otro. En un lado, nuestra realidad goza de unos pequeños extras que la hacen más interesante, mientras que el mundo mágico recuerda en mucho al de Nausicäa, dodne la tecnología se mezcla con la magia para dar lugar a un universo con toques oníricos lleno de belleza en el que todo parece posible. Aunque al principio parecen independientes, pronto se establecen las reglas que marcan las influencias entre ambos lugares, sentando así las bases para el juego que la trama plantea.

Se trata de un juego muy bien pensado, con sutilezas bien encontradas que, a medida que la trama se desarrolla, se embarulla y se mete en follones bien gordotes no del todo bien resueltos. Kamiyama acierta con el planteamiento, pero naufraga en su ambición al mezclar géneros con un poti-poti de thriller, fantasía, coming of age y pelea de mechas con un envoltorio que parece acercarse a la aventura más convencional. Al final, una mega-batalla concluye todo el pifostio que se ha montado, cuyo argumento acaba orbitando en torno al desarrollo de la conducción automática de los coches y la lucha por apoderarse de la invención.

Este batiburrillo de temas se trata con cierta seriedad en algunas escenas, con la idea de dar un tono serio y trascendente. Tratamiento que contrasta con la vivaz alegría de los personajes y su caracterización para todos los públicos. Esto ocasiona que la película contenga escenas demasiado graves para los más pequeños, mientras que cualquier espectador maduro sufrirá ante las aventurillas infantiles que jalonan el resto de escenas. Así, con este conjunto irregular, se acaba perdiendo a uno u otro perfil de espectador.

Eso no quita que el dulce savoir faire de Kamiyama sea reconocible en cada escena del metraje. La animación está realizada con un gusto exquisito, tanto a la hora de representar las bulliciosas ciudades japonesas como al centrarse en la onírica ciudad de los sueños. Incluso cuando confluyen ambos mundos en su colosal desenlace, se consiguen escenas de indudable belleza, bien capaces de hacer olvidar el irregular desarrollo argumental que ha conducido hasta este lugar.

Así que tenemos un problema. Tenemos una película muy bonita de ver, que podría hacer las delicias de los más pequeños como la más florida de las películas de Ghibli. Sin embargo, las aventuras infantiles se mezclan con reflexiones más trascendentes que podrían aburrir a cualquier espectador más curtido. Además, se embarra en una mezcla de géneros que no acaba de conjugar con acierto. Las ideas narrativas que se desarrollan denotan un gran talento, con una excelencia formal abrumadora, pero el resultado adolece de tantos baches que no siempre compensan las carencias del film.

Sin duda entretenida, pero no puede evitar dejar la sensación de que podría haber sido mejor de lo que es.

 

Nota: 5

Nota filmaffinity: 5.6

 

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