sábado, 7 de diciembre de 2024

RRR

El trailer de esta película fue una de esas cosas que empezó a circular, alucinando a todo el respetable con lo que ya se veía en pantalla. Con una puesta en escena que denotaba un presupuesto abultado, la cantidad de absurdeces que se sucedían en las escenas de acción daban pie a pensar que teníamos una de las mayores fumadas de los últimos años. A pesar de sus desmesuradas tres horas y algo, un servidor tenía claro que no se la iba a perder, pues adoro este tipo de locuras.

Estamos en una India todavía dominada por el Imperio Británico. Se suceden las revueltas, pero el brazo firme de los casacas rojas es suficiente para mantener el control. En una de ellas, mediante una secuencia de uno contra todos que poco tendría que envidiar a John Wick, conocemos a Raju, el mejor policía del país. A pesar de su origen indio, su lealtad a la Reina está más allá de cualquier duda. Se le encarga detener a Bahim, un carismático líder revolucionario que nadie parece capaz de contener. Éste último es, simplemente, un cazador que se baja tigres a puñetazos que se ha adentrado en Delhi para recuperar a una niña desaparecida de su aldea. El choque de ambos protagonistas cambiará para siempre el país, encendiendo la chispa de un movimiento imparable.

RRR es el resultado de darle un presupuesto infinito a un zumbado muy muy flipado con talento visual y una imaginación desbordante. Se trata de una película de acción que no es que se salte las leyes de la física, sino que realiza un ejercicio tan grotesco de exageración que uno sólo puede hacer la ola. Todo es estúpido, con una flagrante falta de lógica, pero es tan flipado que es fascinante. No sé si debería felicitar a S. S. Rajamouli o a su camello, porque la cantidad de iluminaciones que pone en danza es impresionante: El ataque de los animales, el rescate de la niña en el puente, la huida de la cárcel… Es un no parar. Ideal para echarte unas risas a la que tengas una tarde aburrida en que no quieras pensar en absoluto.


Esto último es importante: se debe no querer pensar, porque la magia se pierde a la que intentas buscar un mínimo de lógica o sentido. Argumentalmente es una americanada de la peor época (bueno, indianada), pues los buenos son muy buenos y son lo mejor del mundo mundial. Todos los indios son pobres oprimidos que sólo buscan ser felices en su rinconcito, mientras que –  con la excepción que confirma la regla – todo personaje inglés es un ser depravado, sádico, violento y amoral (eso no es falso, jé). La trama es un cúmulo de casualidades que sólo están para aumentar la moral patriótica de los indios y buscar un más difícil todavía con las escenas de acción que a ver adónde vamos a ir a parar. Lo mismo ocurre con la nula profundidad de los diálogos o la trascendencia (ejem) de los arcos de personaje. No le pidamos lo que no quiere dar. Obviamente, aunque se presenta como una película histórica, el parecido con la realidad es pura casualidad: es publicidad para el nacionalismo del país, pero con flipadas así de gordas, hay que quererla.

Y cómo no puede ser menos, una película india tiene sus ¡números musicales! La reputación está ahí por algo, no fastidiemos. Se agradece que los números estén rodados con gracia, mostrando a chorrocientos actores bailando y, cuando crees que la película no puede ser más loca, te planan un dance off en los morros (y se demuestra una vez más que los ingleses son tontos). Naatu Naatu (pues así se llama la canción) es un videoclip de cinco minutos emplastado en el ecuador de la cinta que es tan carismático como sórdido: Tienes a los dos protagonistas que abusan de bigotón y de morro, una canción pegadiza y una coreografía llena de buen rollo que da ganas de bailar. Pura jloria. Se llevó el Oscar a mejor Canción por semejante delirio (y provocó uno de los gritos más grandes que he pegado viendo la ceremonia de los Oscar). Es puro goce de principio a fin.


Gran parte de la simpatía que desprende la película recae en los dos protagonistas: Ram Charan y N. T. Rama Rao jr. No los conocía de nada y a los cinco minutos ya quiero irme de fiesta con ellos y ver la cantidad de salvajadas que llegan a liar. El carisma que tienen es sorprendente, por buscar una comparación que he visto por ahí es como si a principios de los 90 James Cameron hubiera rodado una peli con Schwarzenegger y Stallone. Que sí, que cuando tienen que interpretar se les ve las costuras por todas partes, pero cuando se ponen a sonreír, dar saltos y pegar tortas, se me olvidan todos los males del planeta.

Una cosa que me parece muy curiosa – y probablemente sea debido a puro choque cultural – es lo extraña que se me hace la amistad a toda prueba que se produce entre ambos personajes. Hay una compenetración de tal magnitud, con una lealtad inquebrantable y unos favores pantagruiélicos que se piden que uno no puede evitar estar pensando en todo momento “que se besen, que se besen”. ¡Ay el bromance y la incapacidad de mostrar amistades al límite entre hombres sin pensar mal!.

Diversión, diversión absurda y muy chorra. Esto es lo que ofrece RRR. Mediante un abuso de las coreografías locas, la total ignorancia de las leyes de la física, de la lógica y con un MUY desmesurado metraje de más de tres horas es fácil mandar esta propuesta a la mierda. Pero bueno, le han puesto tanto cariño y tanta pasión que hay que quererla, por muy… muy que llegue a ser.

 

Nota: NAAAAACHO NAAAAACHO!

Nota filmaffinity: 6.9 

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