miércoles, 25 de julio de 2018

Distrito 9


En uno de mis últimos días en Escocia, nos juntamos el grupete de hispanos que habíamos empezado a clusterizar, con la idea de ver unas películas de ciencia-ficción con unas cervecitas (o gintonics).  Después de un rato de jijijajá y de media hora dando vueltas por Netflix sin ponernos de acuerdo, lo único que habíamos conseguido acordar es que tenía que ser una película “diferente”. Cuando apareció ésta por el menú, recordé lo inusual que era ver una propuesta surafricana que, además, había visto y sabía que no tenía nada que ver con lo que estamos acostumbrados.


Quizás debí de haberme callado, porque ninguno de los demás estaba preparado para la seca visceralidad de Distrito 9. Es una pekícula que descoloca, especialmente al inicio, rodado como si fuera un falso documental en el que entra en un campo de refugiados alienígenas. En efecto, los aliens no vienen a invadirnos ni a maravillarnos. Son emigrantes que huyen de una guerra y no quieren otra cosa que sobrevivir. Además, en vez de ir a EEUU o cualquier otro sitio más molón, acaban en los suburbios de Johannesburgo. La película se sitúa en un momento de crisis para el país, en los que se va necesitando que los aliens desalojen porque molestan demasiado y claro, pasa lo que pasa… Superada la cortada de rollo inicial (ay, esos dos que estaban más interesados en coquetear entre ellos que en la película, se les pasarano las ganas en cero coma…), realmente captó nuestra atención cosa mala.

¿Qué hay de molón o emocionante en esta suerte de desventura? Si nos paramos a analizar su estructura, sigue con academicidad los cánones de la ciencia-ficción, pero a su manera. Además, su estética es decididamente feísta, incómoda incluso, contribuyendo a aumentar la sensación de desazón que provoca. Tal como hemos visto posteriormente en las diferentes obras de Blomkamp, la puesta en escena de este director surafricano es impecable. De sus gustos y sus neuras podremos discutir más, pero este hombre sabe muy bien lo que hace.


El director, un (por entonces) muy joven Blomkamp, parecía llamado a cosas grandísimas. Pocos debuts cinematográficos con tanto estilo vamos a encontrar. Anteriormente, apenas teníamos un par de años como creador de efectos especiales en Stargate, un anuncio muy chulo y conocido y ya. Con 29 años, le caen “de rebote” un puñado de millones para hacer la película y ¡allévoy!. 

Las circunstancias, obviamente, no son las más habituales, como tampoco es usual la historia que da lugar a Distrito 9. El responsable de todo el embrollo es Peter Jackson, que estaba buscando su nuevo proyecto tras su personalísima King Kong. En aquel momento estaba desarrollando la adaptación del videojuego Halo a la gran pantalla, y con el proyecto ya bastante avanzado, tuvo problemas con Microsoft por los derechos de imagen y se fastidió la cosa. Así pues, Jackson tenía pasta, un guión amedio parir, un buen trabajo de imaginería y efectos especiales ya desarrollados y se encuentra con que no puede acabar la película que quería y tiene que evitar que el esfuerzo caiga en saco roto.  Por su parte, Blomkamp venía de coger cierta fama por el corto Alive in Joburg que, básicamente, es la premisa de partida de Distrito 9, la llegada de un grupo de refugiados extraterrestres a la tierra. Los dos vieron la oportunidad de aprovechar los talentos del otro y parece que la cosa salió bien.



Así pues, tenemos acceso sin reservas a los mejores efectos especiales de la WETA Workshop, unguionista lleno de fantasía y buenas ideas y un director competente con muchas pajas mentales y un estilo visual novedoso y casi único. El resultado es una mezcla muy curiosa que empieza siendo un documental hiperrealista (muy Blomkamp) que, a medida que avanza, se va desmadrando hasta acabar en un despiporre salvaje (muy Jackson), todo ello con aliens muy feotes realizando acciones complejas con toda verosimilitud.

Otro de los factores que hacen de Distrito 9 una buena película es que hace buen uso de los motivos por los que la ciencia-ficción fue creada, utilizando a los aliens para denunciar lo que ha sido el Appartheid en Sudafrica y los estragos que ello ha tenido para la gente y la cohesión del país. Si bien es un aspecto que ha repetido posteriormente en Chappie o en Elysium, en ninguna de las propuestas posteriores ha conseguido el efecto de una manera tan fluida. La trama se desarrolla con acierto, transformando el mockumentary inicial en una salvaje película de acción desmadrada  mientras mantiene la denuncia social en primera final con tanta gracia que se le puede perdonar la fumada final (que es de bandera). 



La confluencia de talento no evita que la película se aleje de tener cualquier viso de comercialidad. Distrito 9 es diferente a casi cualquier otra cosa, pilló a todo el mundo a  contrapié y gozó de merecida fama, pero el tema a tratar no es fácil, no tiene un héroe o un protagonista decente al que aferrarse y la abundante casquería no es para todos los estómagos, e incluso la podemos considerar como bastante desagradable. No se si escogimos bien, pero no es una película para relajarse y disfrutar, ni por asomo.

En este film encontramos una gran idea, un desarrollo inusual, un planteamiento interesante, una imaginería bien lograda y el presupuesto adecuado para llevarlo a cabo. Es fea y desagradable con ansia, derrapando un poco en su desenlace, pero es extraño que confluyan positivamente tantos factores positivos. Distrito 9 pilló a contrapié a todo el mundo, consiguiendo incluso ser nominada a Mejor película, guión adaptado, montaje y efectos visuales (no se llevó nada en un año bastante disperso).
Informáos primero si esta película es lo que queréis ver. Si es así, disfrutadla, que vale la pena. Un consejo, dejad las palomitas a un lado, la película os quitará el hambre desde que os sentéis en la butaca.

Nota:
8
Nota filmaffinity: 6.8

2 comentarios:

  1. Eso tendría que haber hecho yo, informarme... la fui a ver al cine cuando la estrenaron y flipé en colores. Si en la tele te ha parecido fea y desagradable, en pantalla grande es terrible. La primera media hora, tipo documental, cámara al hombro, me mareó de tal manera que tenía que apartar la vista de la pantalla a ratos para no echar la cena allí mismo.
    Es verdad que es una peli diferente y que vale la pena verla, pero ostras, se pasa veinte pueblos en muchos aspectos.
    Besos!

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