sábado, 6 de diciembre de 2014

Sed de Mal

Sólo conocía esta película por su poderoso inicio, realizado en un impecable plano secuencia de los que hacen época. Nunca encontraba el momento de acabar con el resto de la película, pero parece que al fin llegó su hora.

Una tremenda explosión acaba con la vida de un potentado justo al cruzar la frontera EEUU-México. Un agente de narcóticos mexicano es testigo de los hechos por lo que colaborará con el jefe de la policía local estadounidense, famoso por sus métodos expeditivos y su capacidad para encontrar a los culpables con rapidez. Los dos grandes egos chocarán rápidamente, poniendo en peligro toda la investigación.

Viendo esta película podemos entender por qué Welles (el director, entre otras cosas) es un maldito genio. No sólo por el brutal inicio, sino por sus inconfundibles movimientos de cámara y planos que nadie más realizaría hasta veinte años más tarde (como poco). En un bonito ejercicio de arrogancia, quiere demostrar lo bueno que es y te muestra todo el catálogo de planos posibles e imaginables para la película, unos en movimiento, otros anclados incluso a los vehículos, tanto delante como detrás, picados, contrapicados, etc. El talentoso uso de las luces crea una sensación de ominosa fatalidad que casa admirablemente bien con el ambiente de podredumbre y corrupción que  reina en la película. Una puesta en escena al alcance de muy pocos.

Ya desde el primer momento que aparece un Quinlan seboso y xenófobo, nos sorprendemos al ver a un Welles (sí, es él) tan decrépito, tan orgulloso como repulsivo. En un segundo tenemos al personaje caracterizado, un hombre que ha visto tal cantidad de depravación que no ha podido evitar caer en ella. Tan centrado está en acabar con los enemigos de la ley que ha olvidado que él también tiene una ley que cumplir, trasladado a la gran pantalla con una naturalidad que asusta. Llega a parecer que no es un actor actuando, sino simplemente, él.
Enfrente, un Charlton Heston que nadie se cree que es mexicano y que apenas chapurrea (y con un acento que duele) tres frases en castellano, pero que, a la hora de poner los egos encima de la mesa, luce como pocos. Peor suerte corren los personajes femeninos, reducidos a meras excusas argumentales.

Y en el guión encontramos un perfecto retrato del ansia de venganza, de la necesidad de destruir los fantasmas del pasado, del momento en que uno falló y se odia tanto a si mismo que se autodestruye buscando terminar con cualquiera que sea tachado como malhechor.  Un “excelente detective y pésimo policía”, “un hombre excepcional… qué importa lo que diga la gente”. Frente a él, el epítome de la integridad, un hombre valiente y honesto capaz de enfrentarse a la ley corrupta y salir triunfante del envite, incluso cuando su mujer está en peligro mortal.

Y es que es eso la película. Una atroz lucha de egos y las ganas que tienen ambos de hundir el pie en el cuello del otro. Luego, la historia que realmente investigan… no es que tenga mucho interés ni ningún misterio, por no decir que aboga hacia un par de escenas con diálogos y planteamientos entre lo grotesco y lo lamentable.
Si, la técnica es impecable (magnífica!), el barroquismo que encontramos en cada escena, un gratuito más difícil todavía en los encuadres, sus dos actores principales lo bordan y hay escenas que quitan el hipo (el inicio, el asesinato en el hotel o la persecución), pero también una trama que no va a ningún lado, personajes secundarios sin coherencia  (ese trabajador del motel…)  y un ritmo cansino que no ayuda a disfrutar de la película en su totalidad.

Ahí se hace extraño, tal despliegue de calidad en la dirección y tal torpeza en el guión. Entiendo que lo que importa es el duelo de egos, pero fastidia y sorprende que olvide tanto el resto de apartados. Aun así, es un ejercicio brillantísimo de cine negro y una película que proporciona unos momentazos impagables. Eso sí, a ver en VOS, que el juego castellano/inglés es interesante.

Nota: 7
Nota filmaffinity: 8.3

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