"El Mago de Oz" de Fleming es una
de esas películas que perduran en el recuerdo colectivo, por su calado
emocional, por su deliciosa ingenuidad colorista, por el carisma de sus
personajes, por la belleza de unos temas imperecederos y por una historia
cargada de ilusión. Sin duda alguna, hablar de la obra maestra de la MGM es
hacerlo de una de las películas que más han disfrutado personas de todas las
generaciones desde su estreno, entre los cuales me incluyo. Sin duda, una de
las cintas de mi infancia. ¡Oh!, ese mágico mundo de Oz, ¡dónde un poderoso
mago cumple tus deseos y si golpeas tus zapatos rojos puedes volver a Kansas!
Colores, alegría, fe y magia en un mundo lleno de vida y brujería dónde
cualquier sueño puede hacerse realidad -si es bueno, ¡claro!-.
Oscar es un mago, un ilusionista que viaja
de pueblo en pueblo entreteniendo a la gente con trucos de prestidigitación y
timos varios. Del último pueblo tiene que salir huyendo y acaba siendo
engullido por un tornado. En vez de morir, es trasladado al mágico mundo de Oz,
dónde se convierte en el protagonista de una profecía que le proporcionará un
trono y riquezas fabulosas. Pero claro, no todo será tan fácil y deberá pasar
por mil peligros para hacerse con el trono.
A pesar de que todos los estudios están
dedicados a revivir todos y cada uno de los blockbusters
de otras épocas, atreverse a revisitar un mundo tan particular y atemporal como
Oz puede parecer una insensatez. Por suerte, parece que Raimi ha decidido
tomarse un poco en serio el proyecto y el resultado es aceptablemente digno.
ACTORES: Actuar delante de pantalla azul es
una tarea difícil y a menudo los actores no calculan muy bien dónde tienen que
mirar o cómo tienen que gesticular. Este aspecto está bastante bien tratado en
la película y no se observan errores de este estilo. Esto no quita que la actuación
sea irregular. Franco apenas parece tener dos gestos que repite continuamente y
las brujas sobreactúan demasiado. Sin embargo, al no tener apenas exigencias de
guion, el resultado es aceptablemente digno.
DIRECTOR: Raimi podría haber escogido
actualizar la obra, trasladarla a los gustos actuales de cine de videoclip y
mareo constante, pero no, decide hacer un sentido homenaje al Mago de Oz
original y ha llenado su película de guiños a la obra de Victor Fleming y
Mervyn Leroy: ese inicio en blanco y negro, el skyline de la ciudad esmeralda,
el mono alado con chaqueta del hotel Saint Gregory, los simios guerreros, la
burbuja voladora de Glinda, el rostro verde-puré de guisantes de la bruja del
Oeste.... Muchos aspectos son notoriamente reconocibles. El trabajo visual de
la película es tremendo y hay que felicitar -y mucho- al encargado del apartado
visual. Tanto las texturas como los colores como la arquitectura recuerdan
mucho a la película original. El extremo colorido que se consigue con el
ordenador es de lo más creíble y permite dar la impresión de que ambas
películas suceden en el mismo mundo.
Lamentablemente, la película no pasa de ahí.
El exuberante uso de los efectos especiales esconde una película infantil, simple
y anodina. La mano de Disney y el gran respeto con la imaginería original es obvia y seguro hará las delicias de los más pequeños, pero corre el peligro
de asustar a los adultos que no gusten de apreciar sólo de una buena paleta
visual.
GUIÓN: El mundo de “Oz” es tierno y
entrañable y la película original es un canto a la honestidad y el buenismo. La
película de Raimi pretende ser escrupulosamente respetuosa con el clásico y la
historia se crea de acuerdo con la complejidad de la época. No hay ni giros
extraños ni trampas ni la más mínima complicación. La historia es tan
decidiamente naif, y está tan cargada
de ilusión y ternura que es necesario acogerla benevolentemente. El guion
rechaza la más mínima complicación y, en una inocua sucesión, sirve de excusa
para transportarnos y hacernos disfrutar de la preciosidad visual que crea Raimi para el mundo de Oz. Por suerte, esta simple historia presta atención a la lógica y
deja todo bien atado para acoger la futura llegada de Dorothy con un desenlace correcto y azucarado.
La sensación que me deja es como si fuera
una película rodada con la tecnología actual pero siguiendo los gustos de
1939. Es una película de otra época, deliberadamente simple, entrañablemente ingenua
e inocua. El aspecto visual es detallista y precioso, ayudando a que esta
película destinada a toda la familia se convierta en un agradable e intrascendente
entretenimiento.
Si se quiere visionar, recomendaría hacerlo
en pantalla grande, donde uno puede dejarse maravillar con su preciosista paleta
de colores. En la pequeña pantalla no se pueden apreciar estos detalles y la
película pierde mucho.
Eso sí, abstenerse los alérgicos
al edulcorante.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 5.8
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