lunes, 11 de agosto de 2025

Pinocho de Guillermo del Toro

A pesar del parón de verano, continuamos por aquí. Después de una película que es pura cotidianeidad, hoy nos detenemos en una de las obras más bonitas que la animación ha dado en los últimos años.

No creo que haga falta presentar mucho una historia tan conocida como la de Pinocho: la marioneta de madera que cobra vida y sueña con ser un niño de verdad. Entremedias, pasará mil aventuras y se meterá en chorropotocientos follones.

Del Toro no inventa nada (o casi) en cuanto a su adaptación. La mueve un poco temporalmente y la sitúa en la Italia pre-fascista, por lo que las vicisitudes de Pinocho y sus amigos se entremezclaran con las del propio país, con aparición de Mussolini incluida. Lo que sí hace es contar cada entuerto con un virtuosismo tal que consigue maravillarnos con escenas que hemos visto mil veces.



Siguiendo una narración exageradamente episódica, cogemos rápido odio y cariño a los personajes que ya conocemos. Aquí el diseño de cada escena coge un tinte más oscuro (incluso) del esperado, pues la dura bota del fascismo se hace patente. El pueblo sufre los abusos de los poderosos, el miedo corre por las calles y la gente sin escrúpulos hace su agosto con los ingenuos como Pinocho. Después de todo, el detonante de toda la historia es un bombardeo sobre el pueblo de Gepetto.

Cada detalle que aparece en pantalla merece una felicitación por su trabajo de orfebrería en una animación que mezcla ordenador y stop-motion. El gusto en el detalle se aprecia en su meticulosidad a la hora de complementar la trama que se está desplegando, dando una pátina de tangibilidad a un cuento imposible. Nunca habíamos visto a Pinocho y sus amigos moverse en un lienzo tan bello y desasosegante como en este cuento tétrico que Del Toro ha creado.

Y es que este Pinocho tiene muy mala idea. Del Toro nos mete temas oscuros en vena, los adereza con un humor incómodo y la ingenuidad de un niño inconsciente de la trascendencia de las decisiones que toma. Se aborda el hecho de morir, la necesidad de guardar duelo y la posibilidad de redención (o falta de ella). Todo ello a un ritmo vivo, que no deja descansar y en un torrente de belleza que distrae de las brutalidades que se muestran en pantalla (o justo fuera de ella).

Se complementa con una partitura bellísima a cargo de Alexandre Desplat, que capta el tono melancólico del metraje. Saben emocionar como deben, profundizando en los sentimientos de los personajes, acompañando sin por ello decirte cómo debes sentir.

Pinocho fue uno de los Oscar de animación más cantados y obvios en bastante tiempo. Proponía una versión muy distintiva de una historia que conocemos, la contaba con mimo y además brindaba una obra de arte en cada encuadre. Simplemente magnífica.

La lástima es que El gato con botas – El último deseo coincidiera justo ese año. Nuestro peludo amigo habría ganado casi cualquier otro año.

 

Nota: 9

Nota filmaffinity: 7.0 

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