Estamos en el siglo XVI, Japón se halla asolado por las guerras civiles. Las partidas de forajidos siembran el terror de los campesinos, que sufren de sus abusos regularmente. Desesperados, incapaces de defenderse, los pueblerinos deciden enviar a unos emisarios a la ciudad cercana para contratar a unos samuráis con la idea de que se trasladen al pueblo y los defiendan. Su misión no es precisamente fácil, pues los samuráis no tienen un especial aprecio por unos aldeanos que apenas tienen medios para pagar por sus servicios. Pero finalmente, los pobres encuentran a Kambei, un hombre de honor, sabiduría y espíritu generoso, que acepta su proposición y empieza a reclutar a otros hombres tan generosos como él (o locos, o desinteresados o desesperados…). Es así que una buena mañana, los siete samuráis se ponen en ruta junto con los aldeanos, que están orgullosos de haber cumplido su misión.
Llegados
a la aldea, los samuráis estudian una estrategia, organizan la defensa,
entrenan a los aldeanos… tareas que no se hacen porque sí. Cuando llegue el
día, los hombres de las espadas y los hombres de la tierra habrán aprendido a
conocerse y apreciarse, pues deberán combatir espalda contra espalda contra los
saqueadores sin fe ni ley.
No es un secreto decir que la historia tiene un final feliz. Bueno, en todo
caso para los aldeanos que pueden volver a su existencia tranquila, marcada por
las estaciones y las cosechas. Los samuráis supervivientes deberán volver a su
vida de guerreros errantes, pues su presencia en la aldea ya no tiene razón de
ser. “I’m a poor lonesome samurai”, cantarán en japonés mientras se alejan por
el camino polvoriento, a la caída del sol… Pero un poco más en serio, esta
melancolía ya ha sido expresada por el propio Kambei, en la posada al inicio
del film: “Siempre nos decían, ¡entrenad!, ¡convertíos en señores de la guerra!
Pero luego nuestra vida se consume en esta búsqueda vana. Llega la vejez y nos
encontramos errantes, con un puñado de moscas en la mano.”.
Los
7 samurais es el film más conocido de Kurosawa,
muchas veces considerado el culmen de su obra épica. Un film inolvidable por la
amplitud de su fresco histórico, la variedad de sus episodios, la energía
extraordinaria que llena todas sus secuencias, la belleza de las imágenes, el
lirismo de la puesta en escena.
Estrenada inicialmente en una versión recortada de 140 minutos, actualmente es más fácil encontrar la versión restaurada de 1980, que amplía su longitud hasta unos impresionantes 205 minutos. Estos se dedican principalmente a ampliar el trasfondo sobre la vida de los campesinos y su relación con los samuráis a los que han contratado por protección. Quizás se pierde un poco de ritmo, pues la acción se vuelve más esporádica, pero el desarrollo de los personajes compensa con creces esta ampliación. Evidentemente, se hace difícil para ver de una tacada, pero esta última vez lo he visto en episodios de alrededor de 45 minutos y debo decir que funciona estupendamente como si de una serie corta se tratara.
Así, tenemos espacio para que las tramas respiren, mostrando un manojo bien amplio de historias. Conoceremos los motivos por los que los 7 samuráis participan en esta empresa, asistiremos a la redención de Kikuchiyo (Mifune, que no falte), las privaciones de los lugareños que aun así son mejores que los saqueos de los bandidos, los problemas que causa la bellísima hija del jefe para la convivencia de todos y, sobretodo, cobra especial importancia el hondo dolor del samurái jefe por no poder evitar las inevitables tragedias que vienen acompañando a las batallas. Como dice en su epílogo: ¿Qué sería este mundo de los inocentes, de los débiles, de los corderos, sin no hubiese hombres con valor, lo suficientemente bravos (de digna bravura), que le hacen cara a los abusadores, que les presentan batalla y se lo ponen difícil para que dejen de abusar?
Podríamos
decir que la película se puede dividir en tres tramos diferenciados:
Primero
tenemos el reclutamiento, que nos permite conocer la situación y -sobretodo- a
los samuráis que participarán en la contienda.
Luego
tenemos la convivencia en la aldea entre los campesinos y los samuráis, que nos
pone en situación de la férrea diferencia de clases de la sociedad japonesa del
momento. Así, tendremos multitud de conflictos entre unos y otros, que se resolverán
con mayor o menor fortuna en función de quién se implica en cada momento. Es
decir, labradores que soportan a los recién llegados simplemente porque los
otros son peores, unos samuráis que -quizás- se cuidan demasiado, la extraña
desaparición de la mayoría de mujeres de la aldea…. Todo ello mientras deben
colaborar para fortificar la aldea y prepararse para la batalla.
Y
finalmente, tenemos la batalla final en que se desencadenan los espadazos y se
sucede la matanza. La acción se vuelve especialmente cruda, coreografiada con
realismo y variedad. La lluvia y el barro se apuntan a la fiesta para conseguir
un espectáculo más épico y desgarrador, complementando unas escenas que
indican, con simbolismo, que ahora que las Puertas de la Muerte se han abierto,
muchos la cruzarán.
Ah, y el epílogo, que si ya estabas sufriendo con lo ocurrido, te suelta un último puñetazo en el estómago.
Los
7 samuráis es una historia épica y trascendente
que no por ello deja de reflejar a la perfección la tragedia diminuta, terrible
y cotidiana que acecha a cada ser humano, desde los campesinos hasta los
guerreros samuráis. Es un gusto encontrar una película con veinte personajes
diferentes que dejen la sensación de tener alma. A veces la manera de actuar
japonesa puede ser un poco rara (demasiado expresiva para nuestros cánones),
pero eso no debe impedir a un espectador avezado disfrutar de este mastodóntico
film. Una historia de aventuras de primera categoría, con grandes actuaciones,
una dirección impecable y un guión que está a la altura. Sólo por la cantidad
de veces que ha sido copiada, ya podemos hacernos una idea de su importancia.
Nota:
10
Nota filmaffinity: 8.4
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