viernes, 15 de marzo de 2024

Viejas historias de Castilla la Vieja (Miguel Delibes)

Otra cosita que llevaba miles de años por casa y algún día había que leer.

Titulo: Viejas historias de Castilla la Vieja

Autor: Miguel Delibes

“Hay una manera de ser de pueblo como hay una manera de ser de ciudad. En la ciudad las cosas cambian deprisa y los altos edificios, las luces y los automóviles esconden como pueden el apresuramiento atontado de la multitud, los gozos y las penas. El pueblo está ahí, sumiso, apagado, mezclándose cada vez más con el color de la tierra.

En el primero de los dos relatos de este libro, Viejas historias de Castilla la Vieja, un hombre regresa al pueblo tras cuarenta y ocho años de ausencia, pero es como si hubiera pasado un instante. En Castilla no se cuenta por años, sino por siglos, y allí le están esperando las casas, los árboles, los campos agotados, las gentes envejecidas, el arroyo que pasa entre cañizos y el polvillo de la trilla pegado a los muros.

En el segundo, La caza de la perdiz roja, el protagonista es el Barbas, viejo filósofo castellano, escéptico y enraizado a la tierra, que conoce, mejor que nadie, las gentes y las perdices, y si no hay más remedio entabla con el autor un diálogo claro y bello que parece venir rozado por el viento del fondo de los siglos.”

Así, con pocas dudas. Hacía tiempo que no leía un libro BIEN escrito. Qué mestría. 100 páginas perfectas. Un gustazo leer un libro que sabe tocar con tanta habilidad todas las fibras sensibles de mi nostalgia. Ha sido como tener a mi abuelo (QEPD) otra vez a mi lado contándome batallitas del pueblo, de sus vecinos y las locuras que hacía cuando era joven.


Es MI pueblo. No es que se parezca, es que lo ES. Vale, no lo es, de acuerdo, pero la historia se sitúa en el Páramo Leonés, justo donde está y, en estos sitios, los pueblos se parecen como un huevo a otro huevo. Ha despertado recuerdos que creía olvidados, historias de cuando era pequeño e íbamos cada verano a pasar quince días (o los que fueran) a esa casa solariega, con sus cerdos, sus vacas y sus rutinas en las que no pasaba nada. Épocas en las que sólo tenía que coger la bicicleta para vivir aventuras llenas de descubrimientos, rodeado de maizales eternos, casas con sabor a otra época y una manera de hacer las cosas ya olvidada.

Así pues, me he sentido tremendamente identificado con el ambiente, las gentes, la forma de hablar, la calma a la hora de afrontar los problemas y lo lapidario de algunas afirmaciones. No he dejado de sonreír con todas las puyitas dedicadas a la comparación entre la gente de ciudad y la gente del pueblo, las prisas de unos y los modos de los otros. Son frases que he oído durante años, soltadas con retranca pero repletas de cariño, que no puedo evitar que me emocionen en gran medida. Una recreación pasmosa que no esperaba que se pudiera hacer tan bien y con tanta naturalidad.

Las Viejas historias  a las que hace mención el título es el primero de los relatos, en los que un anciano vuelve a su pueblo después de cuarenta años de ausencia. Nada más llegar, se encuentra con el que fue su amigo de infancia, que nunca llegó a salir del pueblo. Así, se lanza por el mar de los recuerdos y rememora el diálogo que tuvieron en la despedida, comparándolo con que tienen en su reencuentro. Se ve, se constata, que ambos han tenido una vida aceptablemente feliz, están satisfechos con ello, pero no por ello podrían ser más diferentes. Se aprecia así la diferencia entre la vida urbana y la vida rural, con cierto regusto anacrónico que deja claro que el tiempo pasa a una velocidad diferente para unos que para otros, siempre con un deje de cariño hacia los que han apostado – con mayor o menor idea – por una vida simple y frugal.

El segundo relato viene a ser el segundo día que pasa nuestro protagonista en el pueblo, coincidiendo esta vez con un cazador que sigue saliendo cada día al monte, a pesar de tener un pie en la tumba y casi viviendo de prestado. A raíz de los diálogos entre ambos, vamos conociendo las inquietudes del cazador, su filosofía y sus aspiraciones que ha tenido con la vida. Es todo un tratado de cómo envejecer con dignidad, incluso reconociendo que tu tiempo ha pasado, que la actualidad te ha dejado atrás, pero aun así intentando aprovechar lo que la naturaleza te da. Tal como ocurre con la vida, hay cierta defensa de que cuando uno sale de caza, el cazar es lo menos importante, pues todo lo que ello implica tiene más valor: las ilusiones, los recuerdos endulzados, el campo, la cerveza (o el vino aguado) de después… Maravilloso.

La obra de Delibes se divide en obras cortas, medias y largas. De las largas, la mejor es El Hereje, de las medias, Los Santos Inocentes es obligatoria y de las cortas, estas Viejas historias de castilla la vieja es adorable.

Este libro describe una época que ya pasó y no volverá, pero su lectura es como ver caer la lluvia mientras tú estás acurrucadito con una manta al lado del fuego. Un pequeño instante de felicidad y un recuerdo delicioso repleto de cariño.

 

Nota: 9

Nota goodreads: 3.81/5 

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