Después de que
Shyamalan dejara a todo el mundo con el culo torcido con el Sexto Sentido, el
público estaba expectante cuando se anunció El
protegido. Un tráiler de lo más inquietante que prometía terror del bueno
atrajo a un montón de gente a las salas de cine. Y la mayoría salió con un
enfado morrocotudo.
La película nos
sitúa (de nuevo) a un Bruce Willis que ha sobrevivido a un terrible accidente y
vive medio traumatizado. Un excéntrico desconocido le propone una hipótesis
sobre la cual su supervivencia y todos los sucesos extraños de su vida tienen
explicación, aunque sea tan increíble que nadie podría tomárselo en serio.
Y es que el público
ya estaba con la mosca tras la oreja. Nadie se fiaba, que ya sabíamos que Bruce
Willis estaba muerto y tal, así que todos estábamos esperando esa trampa final
molona que todos sabíamos que había. Y curiosamente, la trampa final era que no
había trampa final. El protegido era
una película de súper-héroes que nadie te había dicho que lo era (más allá de
los propios personajes). Esto no era (ni por asomo) lo que la gente quería ver,
ni tampoco un final que el público pudiera comprar, por lo que la sensación de
timo no te la quitaba nadie. Y eso que, si la volvías a ver, todo cuadraba con
una película iniciática de súpers, sólo que sin mallas ni efectos especiales.
Creo que hace 20
años fui de los pocos a mi alrededor que quedó contento con la película.
Obviamente me había tomado el pelo como a todos, pero una vez desvelado el
pastel no pude sino flipar. Durante años defendí esta película en soledad hasta
que llegó Split. De repente, El protegido deja de ser una película de
superhéroes raruna a ser el inicio de una saga (como siempre defendió el propio
autor), y además, esta transformación se producía como el giro final de la
película continuación, por lo que todo el mundo se volvió a quedar con el culo
torcidísimo. El hecho de que Split fuera una
película notable por sí misma y el efecto nostalgia hizo que este giro fuera
más que bien recibido y le permitió acabar la saga con Glass.
¡Ay si Shyamalan no se hubiera pegado las tortas que se pegó en taquilla! (ese Airbender…) Quién
sabe qué habría ocurrido si no le hubieran enterrado el proyecto tal como tenía
pensado.
Y no es una
rodomontada cualquiera. El protegido es
una auténtica película inicial de superhéroes muy bien pensada. Tenemos todos
los detalles: La vida del protagonista antes de recibir sus poderes, su descubrimiento,
cómo se acostumbra a ellos, su primera acción heroica y el advenimiento de su
némesis. Es curioso cómo te lo está gritando a la cara pero tu subconsciente
ignora completamente las señales si no conoces el secreto de inicio. Después de
todo, no se parece en nada a ninguno de los súpers que hemos visto estos
últimos años en el MCU y fuera de él. No hay CGi, ni batallas
megaespectaculares, ni rayos espaciales ni trajes estrafalarios. Y es que a
veces, lo único que hace falta para volverse épico es una cámara lenta y
miradas llenas de trascendencia (y lo bien que le queda).
Bruce Willis vuelve
a protagonizar la película y Bruce Willis vuelve a repetir el mismo papel.
Mantiene cara tristona durante toda la película, siente que algo no encaja y le
cuesta 30 segundos acabar cualquier frase. ¡Cómo no esperar que se fuera a
repetir el mismo truco del Sexto Sentido! Una vez más Shyamalan juega a su
favor con el lenguaje cinematográfico. En cuanto al desempeño del actor,
podríamos afirmar que cumple con su función sin por ello ser excesivamente
requerido. Ni siquiera cuando acepta sus poderes, que permitirían a su
personaje vivir consigo mismo, es capaz de alegrar la cara o superar sus
traumitas del pasado.
Hace poco comenté que Samuel L. Jackson se queda solo cuando se trata de abusar de putoamismo. Como siempre, se come cada escena en la que aparece, esta vez como un hombre de cristal lleno de obsesiones que no puede comprender cómo los demás no adoran los cómics tanto como él. A destacar sus estallidos de ira sin sentido cuando alguien toca alguno de sus sacrosantos conceptos comiqueros (como mucha fanbase actual, jeje) y el escalofriante descenso por las escaleras, que te pone el culito prieto sabiendo las consecuencias que tendría para él un tropezón.
Todo en la película
contribuye a incrementar la incomodidad del espectador. No hay más que ver la
escena inicial, la del tren, en la que asistimos a un dialogo cotidiano, pero
en la que advertimos rápidamente que hay algo que no cuadra. Dos personas
hablando de banalidades, pero tenemos el culo bien pegado al asiento. Cada
escena está impregnada de una atmósfera melancólica que entristece e hipnotiza.
Te hace sentir cercano a un héroe anónimo que está a miles de kilómetros de aquellos
que le rodean, al que deseas abrazar cada vez que es incapaz de acabar una
frase, plagando de silencios incómodos cada conversación.
La banda sonora, a
cargo del siempre talentoso James Newton Howard, sirve como buen complemento a
las imágenes, remarcando la sensación de insatisfacción y asombro de cada
escena. Asimismo, la extraña paleta de colores cambia según los personajes en
pantalla, contribuyendo a la sensación de irrealidad que imbuye toda la
película. Shyamalan tendrá sus cosas y puede que no todos estemos de acuerdo con
sus gustos y decisiones, pero vaya si sabe qué hacer con la cámara.
Y luego está el
final. Estás con la vista a tope, preparado para pillar ese giro final tramposo
que estás deseando que llegue, pero como el director sabe que estás expectante,
decide que no va a haber giro final, pero que, en sí mismo, esa ausencia de
giro final es un giro final en sí mismo que cambia la concepción de todo lo que
has visto y te deja con el culo roto otra vez. ¡BOOM! Sorprende ver, a
posteriori, la obviedad de cada detalle que te ha pasado desapercibido (el agua
como fuente del miedo, por ejemplo), aunque hayas estado con las orejas tiesas
durante todo el metraje. Es mérito de un director demasiadas veces
incomprendido, que ha demostrado su calidad, volviendo a la palestra con un
giro final tan imprevisible que ha tardado veinte años en llegar, cambiando
para siempre la concepción que el público tenía de esta película, ya casi
olvidada.
En conclusión, El protegido es mi película favorita de
este director. Ya lo era en el pasado y lo continúa siendo tras Split / Glass. 100 minutos de tensión,
diálogos extraños, duelos épicos y una estafa apasionante. Shyamalan utiliza su
talento para intrigarnos para generar un espléndido retrato de que supone ser
un superhéroe y un villano, mientras se combinan las fatigas y los traumas
terranales con la fantasía más comiquera. A fin de cuentas, ¿qué pasaría si
Superman existiese, pero no supiera que es Superman? Este es el planteamiento
de la película.
Nota: 9
Nota filmaffinity: 6.7
No hay comentarios:
Publicar un comentario