domingo, 12 de abril de 2015

Fringe - más allá de la ciencia


Un avión se prepara para aterrizar. Uno de los pasajeros, visiblemente nervioso, sangra por la nariz. Nada que pudiera resultar extraño, pero entra en pánico y explota, dejándonos bien pegados al asiento mientras intentamos entender qué demonios ha pasado. Estos primeros cinco minutos (los mejores primeros cinco minutos de una serie que recuerdo) son suficientes para dejarte alucinado y bien pegadito a la pantalla durante cinco temporadas. Cada capítulo empieza con una escena de impacto que te deja tieso y atento. Y aunque ya sabes qué vienen curvas, te lo hacen una y otra vez.

Fringe se mueve en el extraño límite entre el plagio y la identidad propia, funcionando como una extraña combinación de Lost Expediente X. En ella se mezclan los sinsentidos  y el gusto por el cliffhanger salvaje de la serie de náufragos con el esquema de monstruo semanal sobrenatural de los que saben que la verdad ahí afuera. Acumula una indecente cantidad de incoherencias y padece baches salvajes de ritmo incluso dentro de un capítulo pero, de alguna manera, es capaz de aguantar con todo lo que le echen y dejarte con un gusanillo que te pide seguir un capítulo más de un sentido a la fumada de esta semana.


A diferencia de Expediente X, aquí no hay nada paranormal ni mágico. Fringe se reviste de un armazón de pseudociencia que otorga barra libre a los guionistas. Para liarla todo vale y cualquier animalada es perfectamente aceptable siempre y cuando sean capaces de darle una explicación científica plausible(aunque sea inventada).

Repasa todos y cada uno de los tópicos habidos y por haber de la ciencia ficción barata: teletransportación, telepatía, mutaciones, virus letales e incluso viajes interdimensionales, pero se las arregla para parecer inteligente y elegante en todo momento. Arrastra una trama de conspiración tan gratuitamente enroscada que parece imposible de explicar, la tergiversa y la retuerce a conciencia, ignorando cualquier atisbo de coherencia bajo la promesa de “todo tendrá una explicación a su debido tiempo (o no)” y vive en una continua huida hacia adelante que ya se ha convertido en distintiva de las series de Abrams. Pero esto no es Lost, ya que su esquema de capítulos autoconclusivos con fragmentos escondidos de información y sus giros de guión cada vez más desesperados mantienen el tinglado en pie y no exige esa explicación final que tanto defraudó a los fans isleños. Los guionistas se permiten incluso realizar un par de resets duros a la serie (del tirón), y encima, les queda bien.

En la ciencia-ficción, el científico loco es el calzador supremo, es el alfa y la omega. Consigue a tu chiflado perfecto y cualquier animalada cobrará sentido. Walter Bishop no es más que un secundario, pero es la molécula primigenia donde gira la serie. Su comportamiento excéntrico y delirante es un chorro de agua fresca y sus ocurrencias guardan sorpresa tras sorpresa, ya sea pidiendo comida en medio de una autopsia, olvidando el nombre de su ayudante (a lo largo de las cinco temporadas) o relajándose con buenas dosis de LSD. Sí, la acción gira en torno a la dura y eficaz Agente Dunham y al ocurrente Peter Bishop, experto en todo, pero es Walter el que genera y da consistencia al trasfondo de la serie que, en definitiva, es lo que la mantiene en pie. Aunque cuando no hay rastro de lógica en los hechos y pasen “demasiadas cosas raras”, estos tres personajes sirven de ancla para que el universo (el que sea) siga siendo reconocible y encontremos una referencia que de sentido a lo que estamos viendo. Las consecuencias de jugar con el espacio-tiempo son inesperadas y tienen conexiones que no podemos imaginar tanto para nuestro universo como los alternativos, en el futuro, en el pasado, flipando con los Monty Python o dentro de nuestras mentes. Pero una vez has aceptado las excentricidades de la serie, no tienes más que acompañar a un científico loco tan peligroso como adorable, una agente del FBI de armas tomar y un sabihondo que guarda demasiados secretos bajo la manga para disfrutar de 45 minutos de entretenimiento semanal.


Que sí, que si te paras a analizar la trama, hace aguas por todos lados, pero la serie sigue molando igual.Cada capítulo sigue un mismo esquema de flipada semanal independiente –un inicio brutal, investigación policial, pajas mentales científicas, un clímax y una conclusión con pequeñas pistas sobre la trama- que da lugar a episodios que entran muy bien pero que no parecen tener mucha conexión entre sí. Parece incluso como si hubiera tres equipos diferentes de guionistas que desarrollan la trama por su lado –incluso resucitando personajes sin ninguna razón ni explicación- y al final de la temporada se escoge la trama que mola más y se concluye con ella –y bien-. La coherencia interna es casi inexistente, pero… ¿qué importa? Los tres protagonistas, el subidón inicial y los secretos dentro de conspiraciones dentro de fisuras espaciotemporales es diversión suficiente para pedir siempre un capítulo más.

Ni Fringe ni sus fans han podido relajarse en ningún momento de sus cinco años de vida. Cualquier seriéfilo conoce que cada temporada toca renovar y siempre se sabe que hay propuestas que tienen su continuidad asegurada, otras que serán canceladas y algunas que viven en la cuerda floja sin futuro claro. Esto último es justo lo que ha sufrido Fringe, con una base de fans muy sólida pero sin acabar de transformarse en un éxito de audiencia. Sus seguidores han padecido la incertidumbre que acompaña una decisión por tomar. ¿Iban a tener una temporada más o todo se quedaría colgado? Los guionistas, conscientes de ello, acaban la serie hasta tres veces (Temporadas 1, 3 y 5), reseteando impunemente la historia para así poder continuar desarrollando lo que ya habían dejado atado y bien atado.


El seriéfilo goza sin duda con Breaking Bad  o Broadwalk Empirepero no sólo se alimenta de ellas.Fringe no aspira a acercarse a su grandilocuencia y su calidad, no busca poseer ninguna trascendencia ni tiene más objetivos que ser un entretenimiento relajante disfrazado de thriller de ciencia-ficción (mucha ficción) y así captar tu atención en cada entrega, pero funciona. Al inicio de cada capítulo piensas “Vaya chorrada de serie. Éste es el último que veo”. Cinco minutos después estás en “Wooo, ¡como mola, quiero mas!” y así cada semana una y otra vez. Debes ser consciente de que una vez empieza un caso Fringe, cualquier cosa puede ocurrir. Con sus -obvios- defectos, pero es original, extraña, delirante, sobreactuada, facilona y divertida. Y eso es algo que pocas series tienen.
Y si además te caen unas regalices, mejor que mejor.

Nota: 7 (8, 7, 8, 6, 7)
Nota filmaffinity: 7.4

Publicado previamente en Cinéfagos AQUI

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