sábado, 15 de junio de 2024

La forastera (Olga Merino)

Los burrines vienen estupendamente para acercarse a cosas diferentes, así que no suelo despistarme a la hora de apuntarme a unos u otros. En este caso, gracias Ana La Rana por organizarlo.

Título: La forastera

Autor: Olga Merino

“«Me están echando el cerco, y no es el viento.»

Tras una juventud de excesos, Angie vive retirada -casi atrincherada- en una aldea recóndita del sur. Para los vecinos es la loca que se deja ver en compañía de sus perros. Su existencia transcurre en el viejo caserón familiar, en un cruce continuado de dos tiempos: el presente y el pasado. Tan solo tiene a sus fantasmas y el recuerdo del amor vivido con un artista inglés en el Londres olvidado de Margaret Thatcher.

El hallazgo del cuerpo ahorcado del terrateniente más poderoso de la comarca lleva a Angie a desenterrar viejos secretos familiares y a descubrir el hilo fatal de muerte, incomprensión y silencio que une a todos en la comarca. ¿Es el aislamiento? ¿Son los nogales, que secretan una sustancia venenosa? ¿O acaso la melancolía de los húngaros, que llegaron hace siglos con sus baúles y violines? Angie sabe que, cuando lo has perdido todo, no hay nada que puedan arrebatarte.

La forastera es un western contemporáneo en el territorio áspero de una España olvidada. Un relato estremecedor y emocionante sobre la libertad y la capacidad de resistencia del ser humano.”

 

La forastera llama la atención desde un primer momento por utilizar un estilo descarnado muy característico. Toda la acción se articula en una suerte de diálogo interior de la protagonista, que vive enfrentada con un mundo que le es hostil. Así, veremos sus reacciones a lo que ocurre a su alrededor mientras recuerda otros tiempos mejores. No solo aquellos en que fue feliz, sino simplemente en los que no tenía que estar atenta a las amenazas que se ciernen sobre ella.

Olga Merino utiliza los lenguajes del Western para desarrollar su trama, pero adaptándolo a los usos y modos de un pueblo de la España castiza. Como si nos encontráramos en un remedo repleto de mala leche de Los Santos inocentes o Amanece que no es poco, encontramos muchos detalles característicos de la vida rural: Su cacique, su cura, su guardia civil y las corruptelas típicas de esos lugares donde todos se conocen demasiado. Se plantea un escenario desolador, muy hostil para aquellos que no han tenido suerte en la vida, en el que las injusticias campan a sus anchas e incluso el clima parece contribuir para que la vida sea desagradable.

Estamos a finales de los noventa, sí, pero la situación es tan universal que podría estar situada casi en cualquier época. Se cuece algo gordo en el pueblo, se siente en al aire, conflictos soterrados durante años y secretos que no deben salir a la luz. Una calma tensa se palpa en el ambiente, a la espera de una chispa que detone la explosión de mierda que todo el mundo ve venir y nadie quiere implicarse para detener. Cuando se produce el asesinato, las fuerzas vivas del pueblo ven en nuestra protagonista a la víctima propiciatoria a la que cargar las culpas, poniéndola en una situación sin salida. ¿Y cuál es la reacción de alguien a quien has llevado tan lejos en la desesperación? No hay nada que perder, así que sólo queda la rabia…

 
Rabia por vivir, por seguir un día más, aunque sólo sea por tocar las narices. Angie (o así es como se llama a sí misma) es el único personaje desarrollado. Sabemos qué ve, que siente y qué piensa. Se nos presenta como la “loca de los gatos” del pueblo, pero luego nos enteraremos de la vida de una mujer sufridora, que ha acabado, en su cincuentena, por dedicar un enorme “fuck life”, destilando amargura por una situación que sabe que se ha buscado (y al mismo tiempo, no ha podido evitar que sucediera). Su día a día está compuesto por soledad, supervivencia, memoria y muerte, destilando amargura ante una situación que nunca buscó pero que cree merecer (a veces). Reacciona movida por la rabia, con una visceralidad (lo mejor de toda la obra) que se siente, que le nace de dentro y la convierten en una variable no controlable (y, por ello, impredecible y presta a ser eliminada por el cacique local).

Olga Merino sabe muy bien cómo contar la historia que quiere contar. Dibuja el ambiente con acierto, destacando quizás sus escenas en el bar, dónde interaccionan los habitantes del pueblo, en una suerte de rutina donde poco importa el día (o el año) en que se vive. Tal como me ocurrió en Viejas historias de Castilla la Vieja, me he encontrado recordando anécdotas y situaciones de cuando era pequeño y me tocaba ir verano sí y verano también al pueblo, que permanecía en un lugar dónde no pasaba el tiempo.

El mayor pero que se le puede destacar a la obra es que el descomunal esfuerzo para retratar el ambiente se acaba comiendo al argumento. Conocemos a Angie (y muy bien), conocemos el pueblo (y muy bien), pero luego al final la anécdota es menos importante de lo que parece, sin llegar a rematar como parece que el libro quiere hacer. Evidentemente, el interés de la autora está en otros aspectos, pero me hubiera gustado que el estupendo viaje me llevara a algún lugar menos anodino.

Es una lectura densa, que se debe acometer con calma, tomándote tu tiempo para apreciar los hijos que Merino teje para el lector, sumergirse en los miasmas de odio que impregna cada brizna de los campos de la España vaciada, donde el tiempo se ha detenido, pero los rencores siguen latentes. Quizás tiene el problema de que está mejor escrita de lo que luego quiere contar, pero me gusta ese poso de amargura que despide cada pensamiento de Angie.

 

Nota : 7

Nota goodreads: 3.86/5 

jueves, 13 de junio de 2024

Todo es una mierda

Hoy traigo una serie, y como suele ser de menester, yo siempre comento moderneces, que eso nunca falla. De hecho, aquí viene una serie de Netflix de 2018 que tuvo una temporada (y no más). Poco ha llovido y gran éxito que ha tenido.

Nos situamos en un pueblo aburrido cualquiera de EEUU a mediados de los noventa. Concretamente en Boring, Oregón (jé). Como siempre ha sido para cualquier adolescente, el instituto es una mierda que hay que soportar. La acción nos plantea la vida de dos adolescentes que, aparentemente, no deberían tener (muchos) problemas, pero para los que la vida es un poco mierder. Luke empieza el instituto con ganas de comerse el mundo, pero aunque se supone que ser negro ya no es un problema en el “moderno” EEUU, las cosas no son tan fáciles. Encima, su obsesiva fascinación por el cine no le facilita las cosas. Por si fuera poco, nada más llegar al club de audiovisuales del instituto, se enamora de Kate, que resulta ser la hija del director. Kate también tiene sus problemas. Por un lado, su padre la avergüenza cada día con sus intentos (fallidos) de ser molón y modernuki (jé), por otro, los demás chavales la han considerado una niña mimada por ser hija de quién es. Encima, está enamorada de la chica molona de un curso superior, actriz en el club de teatro. Como a finales de los noventa, ser lesbiana en el instituto era todavía una profesión de riesgo, decide aprovechar el amor de Luke para disimular y hacer ver que es una chica “normal”. Obviamente, esto no hace si no complicar su adolescencia y la de sus amigos.

Dentro de la miriada de series coming of age  que tiene Netflix, ésta es una de las primeras que vieron luz, ahora ya hace unos cuantos años. A lo largo de 10 capítulos de 25 minutitos, seremos testigo de las vicisitudes de un puñado de nerds que están en el momento más importante de sus vidas: sus primeros amores, los amigos que duran para siempre, etc. Se apuesta aquí por la nostalgia noventera (no es tan habitual alejarse de los 80), con el Wonderwall por bandera y una época en la que todos los problemas parecían resultos pero todavía quedaba mucho por lidiar.



Una de las cosas buenas de esta serie es que tiene MUY claro qué quiere contar. Cada uno de los dos protagonistas tiene su desarrollo de personaje bien ajustado, con unos secundarios con trama propia que se cierra correctamente. La longitud está bien medida para que no se generen altibajos, ni se acelere en demasía. Los 25 minutos de cada entrega entran finísimos tanto para ventilársela del tirón como para verla algo más salteada.

Todo es una mierda plasma esa época en la que vas creciendo y te das cuenta que, efectivamente, todo es una mierda con una naturalidad sorprendente. A ello contribuye la inesperada viveza con que los protagonistas (Peyton Kennedy y Jahi Di’Allo Winston) desprenden. Repleta de una extraña mezcla de ilusión, hastío y emoción por vivir todo por primera vez. Ahí reside uno de sus mayores valores, pues son historias con las que es fácil empatizar y rápidamente se hacen querer. Entre los secundarios, sorprende encontrar a una jovencísima Sydney Sweeney, en uno de sus primeros papeles con algo de importancia.

La serie no busca complicarse la vida, no contiene tramas sobrenaturales, no tenemos amores de montescos y capuletos. Quizás incluso podríamos considerarla más un slice of life, ya que se aleja de las dramedias típicas de estos días (Sex Education, Élite). Son dramitas más cotidianos, mezclados con tensiones madre-hijo y padre-hija en familias monoparentales, junto con la aparición de nuevos amores de los progenitores y ciertas heridas del pasado que deben cerrarse (o no). Problemas que todos hemos tenido (o hemos conocido a alguien que ha pasado por ello) y que comprendemos fácilmente, tanto en reacciones, como en expectativas y consecuencias.

El desenlace, no obstante, tiene cierta polémica SPOILER ya que al final ella consigue ligarse a la “chica molona” y se acaban comiendo los morros. El problema es que Peyton Kennedy tenía los trece años que representaba y Sydney Sweeney ya tenía casi dieciocho (representando ser de un curso mayor). Así que, bueno, puede incomodar a algunos. FIN DEL SPOILER

Lo importante es que la serie tiene un final. Podrá ser más o menos satisfactorio, pero todos los personajes tienen su arco argumental, van de un sitio para llegar a otro de manera lógica. Se nos cuenta una historia y se nos cierra. Aunque podría haberse continuado fácilmente (la vida sigue), se trata de una serie que está pensada para durar una temporada y es lo que dura, por lo que deja un buen sabor de boca en todos sus momentos.

1 temporada de 10 capítulos de 25 minutos. Si es que te la ventilas en nada.

Dentro de un coming of age, se hace raro encontrar una serie de gente normal. Todo es una mierda es una serie pequeñita, agradable y desengrasante. Es cotidiana, es entrañable, con todo bien puesto en su sitio, sin artificios. Puede que la vida de unos chavales de instituto normales a los que les pasan cosas normales no te interese, incluso puede que digas que Todo es una mierda, pero es una mierda por la que todos hemos pasado (en mayor o menor medida) y que se ve sin ningún esfuerzo. 

Nota: 6

Nota filmaffinity: 6.5

jueves, 6 de junio de 2024

Drácula (Bram Stoker)

Como masoca que es uno, acometí la lectura de este clásico en el inglés original. La causa fue que conseguí una edición comentada que respetaba los usos de la época, contenía abundantes extras sobre la inspiración del autor y un chillón de notas aclaratorias que le añadían mucha profundidad a la historia y al trasfondo. No negaré que es un gustazo que te vayan desglosando la génesis de una historia tan carismática a medida que vas avanzando en la trama.

Título: Dracula

Autor: Bram Stoker

“La más famosa de todas las historias de vampiros, Drácula continua siendo una lectura convincente, que avanza a velocidad vertiginosa, un auténtico pasa páginas. Ésta es una nueva edición de una de las grandes novelas de horror de la literatura inglesa, la novela que da lugar a un mito a la proliferación de los cuentos de vampiros en películas, televisión, novelas gráficas, dibujos y ficción adolescente, incluyendo los recientes éxitos de Crepúsculo y True Blood. El volumen incluye una vivaz y fascinante introducción a cargo de Roger Luckhurst, que considera sobre el género Gótico y la leyenda vampírica, discute el cuento del vampiro como alegoría sexual y destaca el contexto social y cultural que da pie a la novela, incluyendo la Nueva Mujer, nuevas tecnologías, cuestiones de raza, inmigración y religión. Además, Luckhurst provee de una exhaustiva cantidad de notas explicativas que aportan contexto sobre la mitología vampírica y otras alusiones históricas, además de un apéndice que incluye la historia corta “El invitado de Drácula”, un borrador o capítulo abandonado que no fue publicado como parte de la novela. También se incluye una cronología de la vida de Bram Stoker y una línea temporal describiendo la literatura vampírica antes de Drácula.”

Drácula es uno de los personajes de ficción más importantes de la sociedad actual. Su simple nombre trae a la mente visiones de vampiros, estacas, ajo y crucifijos. Sólo con pararse a contar la cantidad de productos que ha derivado – y que no nos costará ningún esfuerzo recordar – ya nos podemos imaginar su influencia y su capacidad de fascinación. Obviamente, el género ha evolucionado y lo que podemos leer hoy día sobre ello (desde Crepúsculo hasta Blade, pasando por Brácula o Lestat) tiene poco que ver con lo que Stoker imaginó en su momento. Leer las fuentes originales es un curioso ejercicio con el que podremos comprobar los detalles que la imaginería que se añadieron con los años y los que ya estaban desde un inicio, aunque quizás no como esperábamos.

Cualquier lector inconsciente que se adentre en sus páginas se sorprenderá por el formato del libro. Drácula está escrito de forma epistolar, narrándose la acción a partir de cartas, entradas de diarios personales y noticias periodísticas. Ello tiene ciertas consecuencias en el ritmo al que avanza la historia. Es lento, apenas pasa nada y, como mucho, se nos cuenta qué ha pasado. El hecho de que cada “narrador” nos cuente únicamente lo que conoce y las conclusiones que saca de ello (no olvidemos, siempre estamos ante un escrito reflexionado posterior al acontecer de los hechos) nos da siempre un retrato parcial de los hechos, que hemos de reconstruir nosotros a partir de la información que tenemos y deducimos. Esto le permite al autor crear un ambiente de suspense que le sienta estupendamente al tono gótico de la novela.

Confieso que no soy un gran fan de las novelas epistolares. He leído alguna que otra y no es un estilo que me atraiga. A pesar de que puede sonar un poco tonto, me hace más gracia cuando se esfuerza en incorporar la tecnología más moderna del momento, como chats, SMS o e-mails, creando un aspecto multimedia de los diversos modos de comunicación. Un poco lo que hace Stoker. Me explico. Hacer un equivicalente pero en 1890. Incorpora entradas de diario, telegramas, artículos de periódicos, ¡incluso grabaciones en fonógrafo! En realidad, me encanta el hincapié que se realiza a la hora de mostrar la última tecnología del momento: hay descripciones de bombillas, discos grabados, transfusiones sanguíneas y viajes rápidos a lo largo de Europa (gracias a las vías ferroviarias), novedades todas de la época que ayudan a reforzar el efecto de la ciencia venciendo a las artes oscuras y las supersticiones (a ello ayuda lo poco acostumbrado que está Drácula a estas nuevas tecnologías). Pasar un poco de la trama y fijarse en estos detalles constituye una segunda lectura fascinante del libro.

Lo más curioso es que Drácula apenas hace nada en todo el libro. No le “vemos” hacer ni sus acciones tienen consecuencias especialmente graves más que para un puñado de personas. Sin embargo, tiene tal capacidad de fascinación que su historia siniestra se convirtió en un clásico prácticamente al instante. Bram Stoker crea los fundamentos de lo que debe ser una historia de vampiros, sentando el precedente que todos los escritores de vampiros deben tener en cuenta. Infinidad de detalles que hoy damos por sentados de las criaturas de la noche se hayan en un estado primigenio, sin pulir, sin ese aura de fatalismo icónico que conocemos, pero ahí están. No en vano, toda ficción Gótica necesita a un malvado ominoso y el Conde Drácula es el padre de todos los villanos Góticos (a pesar de que fue de las últimas novelas grandes del género en escribirse y apenas salir en su propio libro, oiga).

Un vistazo inicial del argumento del libro puede resumirse en unas pocas frases: Drácula desea crear más vampiros en el Londres Victoriano. Sus intentos son malogrados y él y su gente son exterminados. Pero la novela es mucho más. Representa los miedos y las fascinaciones victorianas. Contiene cierta denuncia sobre la posición de la mujer en la sociedad, siendo además de las primeras novelas en mostrar el deseo sexual de las mismas. Plantea espléndidamente un conflicto entre modernidad, ciencia, religión y superstición. Da pie a reflexiones darwinianas sobre la “supervivencia del más fuerte”, representada por el mismo Drácula. Además, encontramos subtextos sobre sexualidad y enfermedad, de manera que podemos comprender la influencia que tenían ambos en la sociedad del momento. Todos estos aspectos han constituidos temas sobre los que se han realizado un gran número de ensayos académicos (y se continúan haciendo).

El principal protagonista es Jonathan Harker un apocado abogado londinense que, curiosamente, no es el héroe de la trama, sino que cumple funciones de “damisela en apuros”. En todo momento afronta encierros, debe ser rescatado, es incapaz de cuidar de sí mismo y no da una sugerencia a derechas. Me encanta como contrasta su personalidad sumisa con la de su dominante captor, especialmente si queremos ver un inequívoco subtexto sexual en ellas. Este juego me parece sorprendente. Más cuando recordamos que estamos en el siglo XIX, y menos cuando nos enteramos de qué pie calzaba Stoker.

Mina Harker, en cambio, no es en absoluto una dama en apuros. Siempre es la más inteligente del grupo, la que propone mejores soluciones y la más rápidamente capta la situación. Sin embargo, no puede evitar que los hombres del grupo la traten como una dama desvalida, ninguneen sus propuestas y en todo momento la “salven del peligro” buscando excusas para que se quede en casa calentita (y lo mal que le sienta a ella ^^). Encima, cuando no está es cuando la cagan. Si es que estos hombres…

El cerebro de todos ellos es el Cazador de Vampiros Van Helsing. Sabio quizás en acabar con los no-muertos, pero no tanto a la hora de tratar con la gente o apreciar la inteligencia de los demás. Repleto de pedantería y arrogancia, cree ser el único capaz de hacer lo necesario para ganar, y le tocará aprender a las malas que es correcto delegar. Encima, su conservadurismo le obliga a tratar con especiales mimos al “sexo débil”, a pesar de que éste haya dado buenas muestras de mayor competencia que otros compañeros masculinos.

Estos compañeros son Quincy Morris, un estadounidense repleto de músculo, buenas intenciones y poca sesera. Como buen representante de su páis, su desdén por las tradiciones y su poco sentido común le permite meterse en follones que cualquier inglés bien pensante dudaría mucho en acometer. No puede evitar sentirse superior a sus dos compañeros, mucho más débiles y remilgados. A continuación tenemos al Dr. Seward, médico cultivado en las mejores universidades. Algo más cobardica, al que le no le gusta mancharse las manos y que destaca por su raciocinio y conocimiento de la fisiología humana. No puede evitar sentirse superior a sus dos compañeros, inferiores en inteligencia y sabiduría. Finalmente, tenemos al aristócrata Arthur Holmwood, un rico noble que provee del músculo financiero necesario para luchar contra Drácula a lo largo de toda Europa. Buen conocedor de todo lo que el dinero puede comprar, es un as a la hora de conseguir tanto recursos como colaboración de los demás. Obviamente, no puede evitar sentirse superior a sus dos compañeros, ambos plebeyos pobretones (en comparación).

Ninguno de ellos tres tendría mucho en común sino fuera que están enamorados de la misma mujer: Lucy Westenra. Mujer enamoradiza de gran belleza y mejor amiga de Mina Harker. El destino la pone en el punto de mira de Drácula, comenzando así ambos bandos una lucha por su alma. Con diferencia, el personaje más remilgado de todos, que sólo quiere disfrutar de la vida y sufrir lo menos posible por las desavenencias con los demás. 

Por su parte, Drácula tiene las características de los villanos del siglo XIX: es un extraño, vive lejos en una tierra extranjera (la casa y la patria eran sagradas en la era Victoriana), tiene características bestiales (colmillos pronunciados y afilados) y tiene conexión con el mundo natural e incivilizado (domina el viento y las tormentas, invoca manadas de lobos). Al mismo tiempo, es un protagonista ausente y misterioso, como una ilusión óptica. Stoker remata este efecto dejando su mente entre bambalinas. Sólo conocemos sobre él a partir de los informes de otros y su percepción subjetiva. El carácter del Conde Drácula es poco definido, casi intangible. Cambia de forma, es elusivo, tiene conexiones con el submundo, vive en la oscuridad… Se percibe la sensación de desconocimiento que todos tienen sobre él. En un mundo en que lo sobrenatural parecía derrotado por la ciencia, resulta que no, que el peligro sigue siendo real.

Por otro lado, sorprende que después de tanto esfuerzo a la hora de situar la historia, de mostrar sus matices y el peligro que afrontan todos, va el libro y cuando debería empezar la batalla final ultraviolenta, acaba en dos páginas y sin un clímax. Rompe tanto las expectativas que se vuelve desconcertante. ¿Stoker se había quedado sin papel y tinta? ¿Quería acabar la historia antes de que las novias de Drácula vinieran a atenderle con sus cariñitos? Misterio, intriga… (dolor de barriga).

Como un extra (indicado en el resumen), el libro viene con el relato adicional de “El invitado de Drácula”. Se trata de una pequeña historia de unas 30-40 páginas en que se nos relata una versión alternativa de la llegada de Harker al castillo de Drácula. En vez de tener sutiles indicaciones de que algo no cuadra, este relato proporciona una auténtica experiencia de terror, con un personaje principal perdido en la nieve, asaltado por monstruos y “salvado” por un cochero que guarda muchos secretos. Ya sea como historia independiente o complemento de la novela madre, son 40 páginas de vicio del bueno.

Drácula es una novela que permite entender la importancia de los pioneros y porqué hemos de respetarlos y honrarlos. Permite muchas relecturas fijándote en diversos detalles, aunque sea sólo para ver de donde surgen las influencias y comprobar cómo han evolucionado con el tiempo. Drácula es una pasada en todos los sentidos. Un lector poco avezado puede tener una experiencia extraña por su peculiar estructura, pero sin duda, nos hace pasar un buen (mal) rato, creando una historia con una capacidad de fascinar al alcance de muy pocas.

 

Nota: 9

Nota goodreads: 4.01/5