sábado, 15 de mayo de 2021

Locos en Alabama

Como ocurre de vez en cuando, un día de estos que estoy paseando por Movistar+ a ver qué tienen, sin un rumbo claro, y mira lo que se me apareció.


Locos en Alabama nos sitúa en Alabama (¡sorpresa!) durante los años 60. Nos cuenta dos historias entremezcladas. Por un lado, tenemos a PeeJoe, un zagal que se abre ante el mundo y se enfrenta a los problemas raciales de la sociedad del momento. Por otro lado, su tía Lucille acaba con su marido maltratador, empezando a continuación una delirante huida con el objetivo de triunfar en Hollywood.

Este film supone el debut de Antonio Banderas tras las cámaras. En estas excursiones que muchos actores realizan al sillón de dirección encontramos muchas veces más buenas intenciones que calidad. En este caso, tenemos destellos de brillantez mezclados con otros más anodinos. Quizás el mayor problema se haya en su dispersión, pues la película quiere contar demasiadas cosas y acaba formándose un batiburrillo de temas que no acaban de casar: El sur más profundo de EEUU, un asesinato, el racismo, el maltrato doméstico…

Con este batiburrillo de temas, también se nota un poco de problemas en el control de las tramas, pues las dos se acaban saliendo más de madre de lo necesario, acercándose casi al realismo mágico antes que al slice of life que intenta defender en sus minutos iniciales.


Esto es especialmente palmario en la trama dedicada a Lucille, que rápidamente toma un desarrollo delirante. Imposible de concebir en la misma sociedad que la de PeeJoe, más realista. No obstante, es un canto a la libertad de lo más vital y tan deliciosamente majareta que se disfruta con alegría. Además, encuentra soluciones llenas de ingenio para los follones en los que se mete (se tira al lodazal él sólo, pero bueno, cosas que pasan).

La trama de PeeJoe, en cambio, es rotundamente seria, un coming of age muy seco y muy canónico que contrasta con la deslumbrante alegría de la otra trama. Pareciera que estamos hablando de dos películas cortas que se han pegado de alguna manera. Transita por todos los lugares comunes de las películas sureñas de los 60, sin dejarse un tópico o situación problemática. Siempre con corrección, sin dar un paso en falso, pero también de manera anodina, sin nada que la distinga o mejore de los cientos de propuestas similares que hemos visto del mismo tema.

Además, la resolución final conjunta de las tramas es “un poquito” forzada, con un juicio que no acaba de tener fuerza y sentido. Pero bueno, llegas a estas alturas tan enamorado de la Griffith que ya le perdonas cualquier cosa.


Porque lo que sí consigue a la perfección es que su mujer de entonces, Melanie Griffith se lo pase en grande. No en vano en las entrevistas del momento se translucía sin dudas que la película se concibió un regalo para ella, un vehículo para que ella se luzca, y demuestre su calidad como actriz… Y bueno, para que ella salga guapísima y divina. Qué bien la retrata, oiga.

Tenemos, entonces, una mezcla de drama, comedia, road movie y thriller policíaco cuyos ingredientes no acaban de casar del todo. Justo además tras ver otra que también lo hace en la que TODO funciona a la perfección. Mal momento para la comparación, quizás en otro momento vital hubiera funcionado mejor. De la misma manera, se me hace imposible evitar la sensación de que se trata de dos mediometrajes pegados antes que una película como tal, lo que aumenta la irregularidad del conjunto.

Esa es la mayor conclusión de la película: un conjunto irregular, con detalles brillantes e ingeniosos mezclados con sapos más difíciles de tragar. Con todo, es una propuesta inusual, interesante como ópera prima, que funciona sin problemas a la hora de dar dos horas de entretenimiento. La mezcla de géneros no acaba de casar, pero siempre aplaudo a los que lo intentan. Y bueno, Griffith es un amor en esta película. Todo mi cariño.

 

Nota: 5

Nota filmaffinity: 6.1

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario