lunes, 23 de noviembre de 2015

Un botín de 500.000 dólares



Las ganas de apagar el cerebro un rato son peligrosas porque suelen conllevar elecciones relativamente aleatorias para ver. La portada es definitoria: Clint Eastwood con pistola y Cirino de director. Dos referencias que siempre son estimulantes. Adelante.

¿Y qué tenemos en los primeros minutos? Clint es sacerdote pero le disparan, así que sale huyendo. Un jovencísimo Jeff Bridges que acaba de robar un coche le salva y ambos salen disparados. Los posteriores diálogos nos ubican: Eastwood es un antiguo ladron de bancos retirado mientras que su joven compañero es un alma extraviada que busca la diversión fácil. Tras un par de malentendidos, ambos se reunirán con otros atracadores para dar un nuevo golpe y así ganar todos un buen pellizco.

Pero este engendro deslavazado se hace difícil de definir. Si acaso es un ejemplo perfecto de película irregular. No es de acción, ni de atracos a bancos, ni se convierte en comedia ni acaba de tener mucho sentido. El inicio es prometedor, mola. Jeff Bridges tiene una cara de cemento armado y por momentos le roba la película a Eastwood, lo que no es nada fácil. Hasta el momento en que aparecen las prostitutas, Cirino nos ha soltado unas cuantas escenas tremendas, que dejan huella. Luego, una vez aparecen los compinches… todo se desinfla.

La sensación es que tenían un guión hecho para unos sesenta minutos pero tenían que llenar cien, así que le empezaron a meter añadidos que a veces tenían gracia (el loco de la carretera) y otras no tenían ningún sentido (¿se ponen a trabajar? Qué demonios…). El esfuerzo de los actores también va en consonancia, pues composiciones bien cuidadas se mezclan con unos secundarios de traca y escenas que denotan buenas dosis de pasotismo. La sensación es que la película fue una continua improvisación con lo que les venía a la mente para rellenar minutos hasta que toca cerrar y empieza el robo en sí, consiguiendo un climax la mar de mono para desembocar en un WTF final de los que hacen época. Eso sí, hay que reconocer que no te han dado tiempo para que te aburras. Incluso ahora que estamos acostumbrados a montajes frenéticos, el ritmo es demencialmente rápido. Los cien minutos pasan en un suspiro, aunque al final no estés muy seguro de qué es lo que acabas de ver.

Luego, si nos documentamos un poco sobre la película, nos enteramos de que se trata de una de las primeras películas Hollywoodienses de Eastwood. Éste venía de triunfar con sus spaghetti-westerns y quería hacer un taquillazo rápido y sin complicaciones. Así que consiguió un guión facilón y se lo dio a un novatillo con talento (también era su primera película) y tiraron para adelante. Mientras tanto, los productores sabían que tenían un producto prometedor no sabían muy bien qué hacer con él, cambiando el tono del film casi cada día. Así no hay quién pueda crear algo coherente, así pues, hay escenas muy buenas, otras horrendas, personajes que cambian de personalidad como de camisa…. Vamos, un despropósito.

Una gamberrada de serie B como las que tenemos ahora, pero de su época. Realizada con el único objetivo de reventar taquillas, sigue sirviendo para lo mismo de siempre: Disfrutarla sin exigencias haciéndote el tonto un rato con su guión. Pero bueno, Eastwood es Eastwood y Bridges se sale, eso ya de por sí vale la pena. El ritmo es muy vivo, algunas escenas molan mucho y acaba consiguiendo que disfrutes, sin que se evite dejar la sensación de ser  bastante basuril. Eso sí, el final es un poco como que… ejem… bueno, no digo nada.

Nota: 2
Nota filmaffinityt: 6.2

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