sábado, 21 de noviembre de 2015

La cumbre escarlata



Alicia. Permitidme esta licencia, pues el personaje interpretado por Mia Wazikowska bebe tanto de la Alicia burtoniana que Crimson Peak podría, simplemente, haber sucedido cinco-diez años después. Nuestra ya crecida Alicia, una mujer inteligente e independiente, alejada de la consabida “reina de los gritos” de las películas de terror, se verá arrojada a una casa encantada poblada con los engendros surgidos de la febril imaginación de Guillermo del Toro, dónde la belleza y el horror se suele mezclar y nada es lo que puede parecer.


Aunque la encontramos encuadrada dentro del Terror, Crimson Peak se acerca mucho más a las historias de amor gótico, deslizándose paulatinamente hacia un mundo sobrenatural que no tiene cabida en nuestro mundo, llenándose de un mal que enloquece a los personajes con su presencia. Tiene dos partes claramente diferenciadas: un primer fragmento muy reposado en que se nos plantea la historia y se toma su tiempo para presentar a unos personajes a los que se da profundidad y enjundia; luego esta reposada (y larga introducción) da pie a una historia de casas encantadas y fantasmas dónde el aroma a invierno, la nostalgia histórica y el misterio fantasmagórico se entrelazan para arrojarnos a un mundo donde el bien se confunde con el mal.

Crimson Peak juega acertadamente las bazas que tiene: un trío de actores la mar de solvente capaz de levantar una historia de la nada y una puesta en escena llena de un barroquismo que no abandona nunca el buen gusto. Estas bazas le sirven para disimular un guión simplón y un desarrollo de la historia plenamente convencional.

Mia Wazikowska, Jessica Chastain (que curiosamente tiene otra película muy diferente en cartelera) y Tom Hiddleston sostienen en sus hombros la película durante su inicio. Unos parecen puros gentlemen ingleses, de aquellos estirados y resabidos, pero que parecen nacidos para liderar y dar órdenes, cual noble en la batalla. La otra mezcla con acierto un aire soñador con un carácter fuerte y, cual Alicia revivida, es al mismo tiempo una tierna víctima y el héroe que toda aventura necesita. La actuación de todos demuestra una gran fe en un director, pues se nota el esfuerzo que despliegan para dar cuerpo y fuerza a unos personajes que, si bien están correctamente dibujados, deambulan sin mucho rumbo en un tedioso prólogo que no tiene otra intención que conducirnos a la mansión.

La casa de los horrores de la Familia Adams, con ascensor incluido y agujero en el techo para hacerla más tétrica y siniestra, donde cada espeluznante habitación esconde un vil secreto, cuya esencia y contenido no vas a estar ansioso por conocer, por el que no te mueres de curiosidad ni desfalleces de intriga, gótico estilo, de vestidura y alma edgariana -con el permiso, jamás concedido, de Allan Poe-, burtoniana si se prefiere, que encanta a la vista pero deja desnutrido al resto del cuerpo; entonces ¿qué hacemos con los demás famélicos sentidos, hermanos de la glotona visión, a su suerte abandonados? Desde el techo agujerado hasta la arcilla roja se basta sola para ahondar en su malignidad, especialmente cuando unos grotescos fantasmas hacen aparición y la locura apremia. Cada escena se convierte entonces en una auténtica obra de arte, un cuadro barroco para gloria y onanismo de un autor que disfruta dejando libre su imaginación y maravillándonos (o horrorizándonos) con aquello que surge de su paleta. Ya sólo con ello merece la pena un visionado en la pantalla más grande y de más calidad que podamos.

El ritmo no destaca por su viveza en ninguno de sus capítulos. Aunque tiene un par de diálogos marca de la casa y varias puñaladas la mar de características que muestran quién es el autor del guión, la historia que allí reside no es más que una excusa con la que mover a unos personajes mientras los truenos llenan el valle de ecos espeluznantes que juegan a romper el frágil velo que separa nuestra realidad del más allá. Como un antiguo caserón cuyos cimientos se hunden en un pantano, los habitantes de Crimson Peak se hunden en un cenagoso barrizal de avaricia, lascivia y ambición. Se puede adivinar cada uno de sus giros, pero ello no impide que podamos disfrutar con la belleza de cada uno de sus encuadres. No puedes atreverte a afirmar que te aburres, fascinado por la joya que se contempla, pero todo aquel que se lance, insensato, hacia sus fúlgidos recovecos verá que no tiene apenas nada que transmitir, más allá de una enfermiza y brillante sensación de intranquilidad, en un cuento de terror que no quiere trascender.



Se agradece también que el terror surja más por la malignidad del ambiente y la ajena realidad en que está envuelto el caserón que por sustos gratuitos realizados a golpe de banda sonora. El músculo del que dispone del Toro está perfectamente aplicado, con la mejor calidad técnica que garantiza una superproducción y el malgusto en la fantástica puesta en escena del autor de El Laberinto del Fauno. 

Los seguidores del barroquismo desmedido, recargado y romántico que evocan las obras de Poe estarán de enhorabuena. El diseño de producción es extraordinario; las luces, espléndidas, los juegos de colores, sublimes; la imaginería, desmedida y admirable. No obstante, ¿Dónde queda el contar una buena historia? El envoltorio de Crimson Peak es de las cosas más bonitas que vais a encontrar este año, eso no lo dudo. Aun habiendo disfrutado con ella, encuentro que rellenar este envoltorio habría sido también una buena idea. No recomendado para corazones impresionables (hay un par de escenas algo durillas) ni para aquellos que prefieran el fondo antes que la forma, el resto podrán disfrutar de un cuento tétrico, literal y visual aunque obvio y previsible.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.2
Publicada previamente en Cinéfagos AQUI

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