lunes, 16 de marzo de 2015

Hijos del Tercer Reich

Las dos guerras mundiales han sido los acontecimientos más importantes de la civilización occidental en el siglo XX, por lo que es normal que se hayan hecho inumerables obras y películas en torno a ellas. La gran capacidad de producción de EEUU absorbe todo y es habitual una abrumadora mayoría de obras pasadas por el filtro estadounidense. Pocas obras (en comparación) se pueden encontrar partiendo de otros ojos. Hijos del Tercer Reich es un buen ejemplo de ello, pues sigue la estela de Band of Brothers pero aportando, desde la propia Alemania, un punto de vista inusual al conflicto.






Una alegre fiesta de despedida acaba con una ingenua promesa. Tras acabar una guerra que se plantea corta, todos volverán a encontrarse en el mismo bar en la siguiente Navidad. Los cinco jóvenes que participan no pueden ser más diferentes: un soldado de carrera, una chica de buena familia que quiere ser cantante, un chico que quiere ir a la Universidad para estudiar arte, una joven idealista que no sabe mucho de la vida pero cree en su líder y un judío de familia adinerada que hace lo que puede para soportar las vejaciones del régimen. Reflexionando un poco, se hace difícil que este grupete pueda tener una gran amistad, pero aceptémoslo así. Después de todo, la historia necesita una excusa para empezar y los protagonistas no saben que les esperan cinco largos años de sufrimientos y penalidades.

Los tres capítulos en que está dividida la serie repasan tres momentos vitales de la guerra:

-         - La primera invasión relámpago que parece llevar a una victoria fácil (o no tanto)
-         -  El hundimiento del frente y el proceso para aceptar que los alemanes quizás no ganen la guerra
-         - La retirada desesperada para salvar lo que queda.


Entremedias, el trato a los prisioneros, las guerrillas polacas, la solución final, la vida civil lejos del frente, los hospitales médicos, la retaguardia y cinco vidas que cambian, para siempre, sus sueños y sus ansias. La impía guerra en la que están metidos les reserva papeles que no esperan ni desean. Como en Sin Novedad en el frente (de la que hay abundantes y sentidos homenajes), aquí no hay buenos ni, hasta cierto punto, villanos. Mucho menos hay héroes. Hay personas con sus problemas, muchos miedos y abundantes traumas atrapados en una gigantesca guerra que saca lo mejor y lo peor de todos nosotros.

Mientras tememos la suerte de los cinco protagonistas, se ven reflejadas ciertas ganas de redención. Esto es lo que hicieron nuestros padres y nuestros abuelos, los hijos del III Reich ( El evocador título original es Unsere Mütter, unsere Väter, “nuestra madre, nuestro padre”, en alemán). Si bien no hay un propósito de denuncia, hay una clara voluntad de testimonio. Sentimientos al límite son acompañados por reflexiones sobre la barbarie y la propia condición humana. Los nazis pierden, los malos pierden, y así el mundo fue mejor. O eso es lo que nos han contado. Pero hasta cierto punto, no hay tanta diferencia entre un soldado aliado y uno alemán. Ambos luchan y matan por una causa que muchas veces no entienden o comparten. Siguen las órdenes de sus superiores en un infernal tablero de ajedrez y sufren la agonía y la desesperación que trae la guerra y el ver morir, impotentes a sus compañeros.
Sin tampoco regodearse en ellos, no se eluden los temas más escabrosos, componiendo una historia obviamente dura y, en algunos momentos desagradables. Especialmente en el último capítulo donde cae el Reich y asistimos a la debacle. Estamos acostumbrados a participar en historias con soldados victoriosos o resistencias numantinas imposibles, pero no es habitual ver una ruina de esta magnitud desde el bando que está recibiendo por todos lados dónde la única norma que impera es la de salvar el culo. El tono casi documental que se utiliza permite que algunos pasajes sean más fáciles de tragar, aunque también se aprovecha para pasar demasiado de puntillas sobre otros aspectos del conflicto que deberían ser reflejados con más profundidad.

Y es que esta productora no escatima en medios y tiene poco que envidiar a las grandes compañías en las que se mira. La minuciosidad con que se recrea la época sobrepasa la obsesión, con una profusión de detalles que deja clara la intención de reflejar (casi) todos los aspectos de la sociedad alemana del momento y todos los cambios que se producen durante la guerra.
Por otro lado, tanto esmero en pulir el ambiente provoca que la historia se vuelva algo densa. Se busca abarcar mucho en cada uno de los 95 minutos de capítulo sin salir del ritmo calmado característico de las producciones alemanas, con lo que llegar al final de cada uno de ellos se puede volver un esfuerzo excesivo. Probablemente dividir cada capítulo en dos partes (en total. 6 de 45 minutos) habría dado como resultado una serie menos farragosa y digerible.

Pero atentos, que esto no os impide disfrutar de una de las mejores series bélicas que os podéis encontrar. Son cinco horas llenas de emoción en las que, a pesar de conocer el final, no vamos evitar tener el corazón en un puño y “disfrutar” de buen cine contando una buena historia.


Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.9

Publicado previamente en Cinéfagos AQUÍ

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